La taberna de la Venus de Věstonice, el secreto mejor guardado de los bares de Praga, cumple treinta años
Abrió poco después de la Revolución de Terciopelo en el sótano de un edificio de Smíchov donde vivió el escritor Ferdinand Peroutka. En diálogo con Radio Praga Internacional, el guitarrista Semír Murtinger, actual encargado de este bar que acaba de cumplir tres décadas, nos revela la increíble historia de una vinería tan legendaria como oculta que los locales adoptaron como la extensión natural del living de sus casas.
El 13 de julio de 1925, en un pequeño pueblo de Moravia, se descubrió, quebrada en dos pedazos, la Venus de Věstonice que es, hasta el momento, la estatuilla de cerámica más antigua del mundo. Se trata de una pieza mundialmente famosa cuyo valor es tan alto que rara vez se expone en público. Y ese es también el nombre de una legendaria taberna de Smíchov que, a pesar de que ya tiene treinta años de historia, permanece casi oculta en un rincón de Praga 5, al que se llega luego de bajar por una estrecha escalera. Instalada en lo que era el sótano y lavandería de un edificio construido en el período de entreguerras. El bar conecta con el elegante parque Portheimka, a través de una entrada flanqueada por parras y barriles, donde antiguamente había una inmensa pared que obstruía el acceso al exterior. Allá por 1993, su actual encargado, Semír Murtinger, descubrió de casualidad la vinería, poco después de que abriera, gracias a que paseaba todos los días a su perro.
“Ahora, en otoño, cuando empezamos a ofrecer también burčák, nuestro vino joven, y la gente aún puede seguir sentándose afuera, es la mejor estación para venir a visitarnos”.
“Antes solía venir aquí como cliente, pero me gustaba tanto este bar que le ofrecí al anterior propietario hacer un contrato de concesión y, en el año 2000, terminamos poniéndonos de acuerdo, así que ya llevo 23 años al frente de este lugar”.
Aunque ni siquiera hace falta que lo diga, agrega Murtinger que el sitio casi no cambió desde entonces porque su intención era mantener el espíritu retro de la taberna para que siguiera ofreciendo un entorno bien cálido a los clientes. A destiempo de una época en la que todos los negocios parecen dirimir su nivel de importancia en las redes sociales, esta vinería no tiene Facebook, ni Instagram, ni email ni página web ni teléfono porque, tal como dice Murtinger, se trata de un sitio que, a tono con su historia, está pensado más para los que vuelven que para los que llegan por primera vez.
“En este edificio vivió el escritor y periodista Ferdinand Peroutka, una personalidad muy famosa de la historia checa. Y también tenemos aquí un libro que publicamos hace unos cinco años con el señor Martin Zahálka, que es un actor y actor de doblaje checo muy conocido, se trata de un libro lleno de historias y comentarios de los clientes más asiduos de este bar”.
La taberna de la Venus de Věstonice es uno de los pocos establecimientos praguenses en los que aún se respira algo de esa antigua bohemia checa que, en efecto, reúne sin ningún tipo de conflicto a actores, pintores, escritores y músicos. Sin ir más lejos, el propio encargado del bar, Semír Murtinger, es el guitarrista de Valkýra, un grupo de rock y folk sinfónico checo. Y aunque al pisar los escenarios se convierte, automáticamente, en un carismático frontman, mientras cumple el horario de trabajo en el bar despacha bebidas sin descanso para sus sedientos clientes.
“Originalmente, este un lugar que ofrece vino, pero es cierto que por motivos financieros tuvimos que ampliar la oferta y, por otro lado, mucha gente en Praga es más adepta a la cerveza, por eso diría que, en realidad, es mitad y mitad. Creo que en invierno se bebe más vino y en verano más cerveza; pero, de hecho, si tomamos como medida el año entero, creo que es justo cincuenta y cincuenta”.
Esa misma proporción cuenta Murtinger que puede atribuirse a los clientes del bar: más o menos la mitad van solos y la otra mitad en grupo, a tal punto que muchas veces se realizan celebraciones como la que tendrá lugar en las próximas semanas para festejar los treinta años del bar. Por otro lado, está convencido Murtinger de que, muchas veces, la taberna funciona como un verdadero foro democrático porque, en medio de la noche, suelen irrumpir algunos temas políticos, aunque, según cuenta, las discusiones nunca terminan en peleas y, por alguna razón, todos se escuchan entre sí y cada cual respeta las opiniones del otro. Y volviendo al tema de las estaciones, asegura su encargado que, justo en la época que estamos ahora, aflora en todo su esplendor el alma de esta legendaria taberna.
“Sí, eso es en otoño, cuando empezamos a ofrecer también burčák, nuestro vino joven, así que yo diría que esta es, probablemente, la mejor estación para venir a visitarnos. Además, la gente se puede sentar afuera y el otoño tiene también cierta atmósfera melancólica”.
Agrega Murtinger que tampoco faltan en su bar visitas extranjeras por la simple razón de que, justo en Smíchov, hay muchos alojamientos para turistas. Él asegura que, a pesar de tratarse de un sitio típicamente checo, ellos vuelven siempre muy contentos porque, en su opinión, la calidez del establecimiento les recuerda, en algún punto, a su hogar. Por otra parte, asegura que, cada día, suceden cosas tan curiosas e interesantes que, según dice, se podría filmar una película o escribir un libro tan solo con pasar unas horas en este bar.
“Aquí se originó, por ejemplo, el primer club de natación sincronizada, un grupo de muchachos que ahora son señores mayores, que se dedicaron a hacer danza acuática y hasta se les ocurrió llegar a los Juegos Olímpicos, lo cual consiguieron unas cinco veces, aunque no en el programa principal de los juegos. Lo que hacen es muy significativo y, a menudo, aparecen en televisión y organizan varios eventos, son un grupo muy interesante”.
“Aquí, frente a la barra, las personas se reúnen y hablan de sus problemas y resuelven tantas crisis internacionales que logran salvar al mundo”.
Aunque tanto el fundador de ese grupo y otro de sus integrantes ya fallecieron, cuenta Murtinger que algunos de ellos continúan asistiendo cada tanto al bar. Además de ser una fuente inagotable de historias, la taberna de la Venus de Věstonice se caracteriza por tener ambientes muy diferenciados: además de un pintoresco patiecito interno, lo primero que se ve al entrar es la barra. Ahí Murtinger espera al acecho, listo y preparado para ofrecer una cerveza o una copa de vino. Luego, hay una zona más abierta y tranquila con pocas mesas y bancos altos, y, del otro lado, dos pequeños salones que son una invitación a viajar en el tiempo y donde, en efecto, funcionaba el sótano y la lavandería del edificio.
“Yo tengo que estar, por supuesto, detrás de la barra pero como cliente, definitivamente, mi lugar favorito del bar es aquí frente a la barra, el sitio donde las personas se reúnen y hablan de sus problemas y resuelven tantas crisis internacionales que logran salvar al mundo”.
Agrega el encargado que, entre los clientes del bar, hay algunos tan habituales que van una vez, o incluso, varias veces al día. Luego hay otros que aparecen una vez por mes, una vez cada dos meses o solo una vez al año. Y, aun así, él asegura que son parte de la familia, como esos amigos con los que no es necesario encontrarse tan a menudo para seguir considerándolos como tales. Por último, cuenta que una vez una señora le dijo algo que le encantó: que la vinería de la Venus de Věstonice es para ella la extensión del living de su casa y, en efecto, él sabe que si pasa un día sin verla, eso significa, ni más ni menos, que ella no está en Praga.
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