La selección checoslovaca de fútbol ganó el subcampeonato mundial hace 80 años

F. Szepan y F. Plánička,  Mundial de Roma 1934, foto: FIFA World Cup

Hace 80 años, la selección checoslovaca de fútbol ganó el subcampeonato en el Mundial de Roma. El 10 de junio de 1934, el cuadro nacional estuvo muy cerca de conquistar la meta máxima, pero en la final cayó ante la anfitriona Italia de Mussolini debido a las controvertidas decisiones del árbitro sueco Ivan Eklind.

F. Szepan y F. Plánička,   Mundial de Roma 1934,  foto: FIFA World Cup
“El título mundial no está en las manos del mejor”; “Los italianos no jugaron solo de manera antideportiva sino brutal”; “De haber pitado el partido un árbitro imparcial, la final habría terminado diferente”. Con esas palabras la prensa internacional informó en junio de 1934 de la victoria italiana sobre Checoslovaquia en la final del Mundial de Roma, en la que el equipo local se impuso por 2-1 en prórroga.

Suele pasar que los perdedores se quejan de la adversidad del colegiado. Pero el 10 de junio de 1934, el mundo imparcial reconoció que los futbolistas checoslovacos tenían razón al afirmar que Ivan Eklind les había privado del título mundial.

El sueco, que fue a saludar al palco a Benito Mussolini poco antes de empezar la final, influyó de manera muy negativa en el resultado de la contienda, pasando por alto el juego brutal de los jugadores locales.

Benito Mussolini,  foto: free domain
La afición sigue especulando si el joven árbitro regaló el título mundial a los italianos por simpatía hacia el régimen fascista, o si su falta de experiencia le hizo sucumbir a la bulliciosa atmósfera que reinaba en el Stadio Nazionale PNF.

A mediados de los años 90 del siglo pasado, la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS) incluso pidió que el resultado de la final de Roma fuera anulado y el título concedido ex post a la selección checoslovaca debido al juego sucio italiano. Los expertos denunciaron además el hecho de que en el equipo local jugaron futbolistas latinoamericanos nacionalizados ilegalmente. Pero al final la historia quedó sin cambiar y el capitán del cuadro checoslovaco de aquel entonces, František Plánička, aceptó esa decisión.

“¿Para qué serviría cambiar la historia tras tantos años? Esa injusticia ya dejó de dolernos. De todas formas, los italianos eran grandes jugadores y no sería ético quitarles las medallas de oro hoy, cuando todos ya han muerto”, indicó el legendario guardameta fallecido en 1996.

“Hasta ahora, en los primeros tres minutos del partido, han atacado solo los checoslovacos. Puč, Sobotka y Svoboda tiraron bien contra la puerta de Combi, mientras que nuestro arquero Plánička aún no ha tenido la ocasión para tocar el balón”.

Las palabras del locutor de la Radiodifusión Checa Josef Laufer testimonian que los futbolistas checoslovacos no se dejaron atemorizar por la atmósfera bulliciosa y desde el principio de la final buscaron penetrar la puerta contraria. Pero el marcador no se movió hasta el minuto 76, cuando el delantero checoslovaco Antonín Puč adelantó al cuadro nacional que se creó grandes oportunidades luego para sentenciar el partido. Pero Nejedlý falló en buena ocasión y Sobotka estrelló el balón en el palo.

Hasta que en el minuto 81, tras una clara falta italiana, Orsi puso tablas en el marcador y forzó la prórroga, en la que Schiavio dio la victoria al equipo local que se favoreció del hecho de que el árbitro no castigaba sus jugadas alevosas.

A pesar de caer en la final, la selección nacional regresó a casa como campeón. Cientos de miles de hinchas dieron la bienvenida en Praga al subestimado equipo, que se coló con suerte al campeonato y viajó a Roma incluso sin entrenador.

Sin embargo, el cuadro liderado por el fenomenal arquero František Plánička derrotó en la primera ronda a Rumanía por 2-1, en los cuartos de final superó a Suiza por 3-2 y en las semifinales venció a Alemania por 3-1 gracias al triplete del delantero Oldřich Nejedlý, que se convirtió posteriormente con cinco dianas en el mayor goleador del campeonato. La selección checoslovaca jamás estuvo tan cerca de ganar el título mundial como en la final de Italia en 1934, donde iba ganando a falta de nueve minutos para el fin del partido.

El equipo nacional luego volvió a llegar a la final en el Mundial de Chile de 1962. En el choque contra Brasil también abrió el marcador, gracias a un gol de Masopust marcado tras un cuarto de hora de juego, pero Amarildo empató dos minutos después y tras el descanso Zito y Vavá sentenciaron el partido a favor de la Canarinha.