La Revolución de Terciopelo del cine
El cine vivió también su particular Revolución de Terciopelo hace ahora 22 años. Como cualquier otra expresión artística, a partir del 17 de noviembre de 1989 vislumbró un nuevo horizonte libre de dogmas y censura. Pero también tuvo que enfrentarse a la falta de apoyo financiero por parte del Estado y someterse de repente al rigor de un mercado desconocido.
En el cine pasó algo parecido. La situación previa a la caída del régimen estaba aún fuertemente marcada por la Normalización, la política de represión a todos los niveles que sucedió a la invasión de Checoslovaquia por parte de la Unión Soviética en 1968 para acabar con la Primavera de Praga.
César Ballester, profesor de historia y teoría del cine en la Universidad de las Artes Bournemouth, en el Reino Unido, describe el panorama de las décadas de los 70 y 80 en Checoslovaquia.“En el 69 y 70 la gente empezó a emigrar. Se fueron Miloš Forman, Vojtěch Jasný, Ivan Passer, y una larga lista de gente con mucho talento, que se estableció en Estados Unidos, Austria, Alemania o Francia. También hubo directores de mucho talento de la Nueva Ola que decidieron quedarse, como Jiří Menzel o Chytilová, pero no pudieron hacer películas hasta los años 75-77. Así que la Normalización entró a lo bestia, y la gente con talento o estaba emigrada o no se le dejaba hacer películas. El vacío lo llenaron directores sin talento, que no podían hacer películas antes del 68”.
Destacables excepciones de la época son las adaptaciones de novelas de Bohumil Hrabal llevadas a la pantalla por Jiří Menzel, o películas de Věra Chytilová como ‘Historia Prefabricada’ (‘Panelstory’). También los comienzos de Svěrák, señala Ballester.Pero la constante de esas oscuras décadas fueron más bien las comedias ligeras de pobre factura, por supuesto la censura, y una neutralidad política absoluta.
No es de extrañar por tanto que la Revolución fuera acogida con júbilo por la mayor parte de los creadores y artistas involucrados en la producción cinematográfica.
Como cuenta César Ballester, los estudiantes de la época de la FAMU, la Facultad de Cine de Praga, no dudaron en registrar con las cámaras de la Universidad el momento histórico que se estaba viviendo aquel día de noviembre.“Los estudiantes de esa época de la FAMU, los que luego se convirtieron en la ‘Generación de Terciopelo’, tomaron parte activa en esa Revolución, según ellos. Dicen que salieron a la calle con las cámaras que tenían en la facultad y a grabar lo que estaba sucediendo”.
Pero los cineastas, tanto los que reaparecieron, como los nuevos o aquellos que habían seguido haciendo películas en el país durante las pasadas décadas, se toparían pronto con una nueva realidad, no tan ideal como pudieron imaginar.Según el profesor de cine de la Universidad Carolina de Praga, David Čeněk, muchos no estaban preparados para este cambio.
“El cine checo antes era un cine nacionalizado. El único que existía era producción del Estado, controlado y censurado, por supuesto. Tras el cambio político de la Revolución del 89, el Estado vendió los estudios, los laboratorios, todo. Los cineastas creo que no estaban aquí preparados para el cambio. De repente todo estaba en manos privadas, y surgió un mercado. Era más importante que las películas ganaran dinero. Antes si pasabas por una comisión de censura, podías hacer una película sin prestar atención de si iba a gustar al público”.
César Ballester recomienda el libro y documental ‘La Resaca de Terciopelo’ de Robert Buchar y David Smith, en los que protagonistas y testigos cuentan los pormenores de ese proceso de privatización, en el que no faltó la sombra de la corrupción.Descubriendo el cine checo censurado
Uno de los primeros efectos de la Revolución de Terciopelo es que empezaron a salir a la luz películas que habían pasado décadas escondidas. El festival de Karlovy Vary de 1990 se dedicó especialmente a ellas. De muchas se sabía tan solo que existían, pero casi nadie había podido verlas.
Su estreno en 1990 causó sensación más allá de Checoslovaquia, ya que se alzó con el Oso de Oro como la mejor película del Festival de Berlín de ese año.
El segundo efecto de la Revolución fue el nacimiento de un nuevo cine. A veces podría decirse que sin un rumbo definido. Cineastas de la Nueva Ola que habían permanecido durante la Normalización en Checoslovaquia como Vojtěch Jasný, Věra Chytilová y Jan Němec, se lanzaron a hacer en pocos años todo lo que no se les había permitido durante décadas.
Fueron años locos de experimentación, dice David Čeněk.
“Llamamos a esa década ‘Los salvajes Noventa’, porque surgieron un montón de películas raras a veces, y muy malas también. En la época socialista había géneros que no existían, como las películas de ciencia ficción, bueno, quizá dos o tres, pero por lo general tan solo se podían encontrar solo rasgos de ciencia ficción. No había películas de terror, ni del oeste, ni de gángsters. Y de repente muchos cineastas quisieron hacer películas de géneros que no existían antes. Pero yo creo que en su mayoría fueron fracasos”.
César Ballester coincide en la valoración del cine checo de los Noventa hecha por su colega Čeněk.
“Aunque soy historiador de cine, no es muy objetivo lo que voy a decir, pero son películas que no me llaman mucho la atención. Tenían una temática muy de decepción con el sistema democrático, con el capitalismo, son películas muy tristes, grises, deprimentes, pero yo no creo que se correspondiera con la realidad de la República Checa, no creo que fuera todo tan gris”.Ballester destaca sin embargo algunas películas de la época como ‘Hay que Matar a Sekal’, de Vladimír Michálek, o la obra en general de Jan Švankmajer, que independientemente de la época en la que rodara, mantuvo siempre su nivel de calidad estética, artística y temática.
También valora las nuevas películas de Jan Němec, como apuestas valientes de experimentación. Pero estas son más bien excepciones para el profesor de la Universidad de las Artes Bournemouth.Para muchos, dice, en pocos años murió la esperanza de un renacer del mejor cine checo, que resucitara la Nueva Ola que no había sobrevivido al año 68.
“Se convirtió en una industria extremadamente comercializada donde era el mercado el que mandaba. El resultado pues depende de los gustos. Hay a quien les gustan y hay a quien le parecen películas muy superficiales, comerciales, de un valor estético muy pobre y un nivel de producción muy bajo”.
A pesar de esta valoración de las películas checas de los 90 que comparten muchos entendidos, el público se mostró siempre fiel a él, manteniendo las salas de cine y la recaudación a buenos niveles, continúa contando David Čeněk.
“Creo que por lo menos 15 años después del cambio político, el público checo prefería ir a ver cine checo, aunque fuera una película mala. Eso duró mucho tiempo, yo creó que 15 años. Ya no es así, pero sigue un poco. No es como en España o en Francia que a veces el público no tiene confianza en el cine nacional”.
El Oscar de ‘Kolya’
Como no podía ser de otra manera, el cambio político traería sangre joven al cine checo. La mayor parte de los directores más importantes de la actualidad son hijos de la Revolución. Jan Hřebejk, Petr Zelenka, Jan Svěrák o Alice Nellis son algunos de estos nombres, a quienes se conoce como la Generación de Terciopelo.Un momento clave para este nuevo cine llegó con la concesión en 1996 del Oscar a mejor película de habla no inglesa a ‘Kolya’, film de Jan Svěrák protagonizado por su padre Zdeněk.
La cinta contaba una historia precisamente basada en los últimos años del comunismo en Checoslovaquia antes de la Revolución de Terciopelo y en la que de paso se reflejaban los sentimientos antirusos de aquella sociedad.
Víctima de todo ello, Kolya, un niño ruso que queda abandonado a la compasión de un checo cincuentón y cínico.Si bien esta película fue un éxito internacional que logró ablandar el corazón tanto de los académicos estadounidenses, donde también conquistó el Globo de Oro, no consiguió hacer lo propio con el del profesor David Čeněk.
“Con Jan Svěrák pasa lo que pasa en muchos otros casos, que es más apreciado en el extranjero que en su propio país. En su caso me parece lógico porque ‘Kolya’ trata sobre un niño ruso que se queda con un checo que no quiere a los niños, pero que tiene esta obligación durante un cierto tiempo. El problema es que pasa durante tiempos duros aquí en el régimen, pero lo trata de una manera muy dulce, muy suave, no hay ninguna crítica, y por eso no gustó mucho a la gente. Además estaba la relación entre los rusos y los checos, que era muy tensa. Pero entiendo que puede gustar al extranjero, porque es un melodrama de un país exótico y de un periodo que también puede ser exótico para algunos. Svěrák en sus películas tal vez refleja algo de esta época, pero creo que no de forma crítica, sino para contar una historia que pasa entonces”.
Una opinión diametralmente distinta sobre ‘Kolya’ tiene el cineasta Diego Fandos, profesor de la Prague Film School.“Creo que ganó el Oscar con mucho merecimiento, siendo una película pequeñita, digamos. A veces he escuchado ciertas críticas de compatriotas suyos checos, acusándola de comercial, pero yo no lo entiendo. Hay otras películas en la República Checa que quizá no pueden venderse fuera porque no tienen esos valores humanos universales que tiene ‘Kolya’, que se entiende en Praga, en Madrid, en Filipinas o en Los Ángeles. Yo creo que es una película a valorar porque es entretenida, tiene un mensaje muy bonito, habla de un periodo histórico de una forma positiva, sin odios, dejando claras ciertas cosas, pero al mismo tiempo sin buscar revanchismos. Es una mirada muy bonita al futuro”.
‘Kolya’ es de hecho prácticamente la única película que retrata la Revolución de Terciopelo, que recordamos con este especial. Fandos recuerda uno de esos momentos en el film.“Hay un momento de ‘Kolya’ que me gusta, es muy cinematográfico, muy sencillo, pero que dice mucho. Es un personaje del régimen que fastidia al protagonista, pero que luego le vemos en las manifestaciones de la plaza de San Venceslao agitando la campanita como si fuera uno más de los reformadores, o de los que habían estado opuestos al régimen. De forma muy sencilla, con un plano de tres segundos, se dicen muchas cosas, como los de un bando cambian rápidamente a otro y los principios se olvidan completamente. Eso me pareció una gran lección de cine”.
manifestación
Para Fandos, ‘Kolya’ destaca por encima del resto del cine checo posterior a la Revolución de Terciopelo.“Me parece una película muy humana, muy positiva y que retrata muy bien la época, en contraposición a otras películas de la época o posteriores, que están bien, pero que ni siquiera puedo acordarme ahora del título, porque todas me recuerdan unas a otras. Estas películas de las que hablo tienen unos protagonistas que son un poco deleznables, gente con muy pocos valores, y sin embargo ‘Kolya’ es una historia muy checa, el protagonista es muy checo, y al mismo tiempo tiene unos grandes valores humanos, que es algo que echo de menos en otras películas que hubo después”.
Una reflexión histórica tardía
Como decíamos, ‘Kolya’ es de las pocas películas que retratan la Revolución de Terciopelo, mientras que hay infinidad de filmes dedicados a otros momentos históricos.La ocupación soviética del 68 y la de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial cuentan con una extensa filmografía. Pero no es así con los acontecimientos del 89 porque resultaba incómodo tanto para los cineastas como para el público, piensa David Čeněk.
“Aquí no hubo una reflexión muy rápida sobre lo que vivía la sociedad antes y después de la Revolución. La gente no tenía muchas ganas de ver películas que reflexionaran sobre problemas políticos, sobre quienes colaboraban con el régimen y cosas así. Así que los cineastas tenían miedo, creo yo, de hacer películas sobre este tema. Ahora, desde hace cinco años aproximadamente o un poco más, empezamos a ver películas checas en los cines que lo reflejan, pero ya el público que llena las salas es la generación que no conoció el régimen y para ellos son películas históricas, digamos”.
El profesor Čeněk contrapone la tardanza de la reflexión histórica del cine checo con lo sucedido bajo circunstancias parecidas en otros países, como España al acabar el franquismo.“Hay tantas formas de ver la Guerra Civil en el cine español, hay también un montón de películas sobre el franquismo, la Transición. Ahora recuerdo ‘La Vaquilla’ o ‘La Escopeta Nacional’ de Luis García Berlanga. Son una reflexión sobre el tema, la gente, la vida, la política, y desde un punto de vista muy español, con este humor negro, que es perfecto. Creo que no tenemos ninguna película así en el cine checo, excepto esta de Chytilová, ‘Herencia o Kurvahošigutntag’, que no trata el cambio, sino lo que vino después. Eso no pasa aquí, y lo vemos hasta hoy día que hay problemas para hablar de ciertos temas, que la prensa y la televisión evita”.
La comedia destacada por Čeněk, ‘Herencia o Kurvahošigutntag’, protagonizada por Bolek Polívka, ridiculiza a los nuevos ricos surgidos por la llegada repentina del capitalismo.“Es una película que el público apreció unos años después del estreno, y que refleja muy bien lo que supuso el cambio del socialismo al capitalismo. Esta refleja lo que pasó con mucha gente que de repente tenía mucho dinero y no sabían qué hacer con él. Se compraban hoteles y querían dar la impresión que eran gente culta, rica, que saben comer en restaurantes de lujo, aunque en realidad no sabían. Esa es la historia de la película que me parece que está muy bien hecha”.
Otra película recomendada por Čeněk para conocer mejor ese periodo de transición es ‘Humo’, de Tomáš Vorel.“Se terminó de rodar entre 1989 y 1990. Parece una película burlesca, pero es una metáfora que refleja muy bien mi juventud, con todo lo bueno y todo lo malo. Pero no es una reflexión, porque el guión fue aprobado aún durante el periodo comunista”.
Otras películas, menos conocidas, pero que también ahondan en la sociedad checa del cambio político son por ejemplo ‘Las Cabezas de Papel’, del director Dušan Hanák, ‘El Tiempo de las Deudas’ de Irena Pavlásková o las de Karel Vachek, a menudo de difícil comprensión.