La Primavera de Praga fue impulsada por los desilusionados intelectuales comunistas

August 1968

Cuarenta años después de la Primavera de Praga de 1968 salen a la luz los errores, ilusiones y limitaciones de sus protagonistas. Se sigue apreciando, sin embargo, el coraje de los padres intelectuales del proceso democratizador quienes se arrepintieron de su pasado estalinista y se lanzaron a la aventura de humanizar un sistema totalitario. El experimento, aunque frustrado, permitió a los ciudadanos disfrutar durante algunos meses de los embriagadores aires de la libertad. En este espacio les ofreceremos sucesivamente una serie de relatos sobre cómo se gestó y se desarrolló el intento de implantar el socialismo con la cara humana.

En la segunda mitad de los años sesenta, el régimen comunista checoslovaco estaba en profunda crisis. En el congreso de los escritores checoslovacos, celebrado en junio de 1967, la cúpula partidista fue criticada en términos hasta entonces inéditos.

Audaces críticas fueron presentadas por escritores que militaban en el Partido Comunista, como Milan Kundera, Ludvík Vaculík y Pavel Kohout, y también por los sin partido, como Václav Havel.

Los escritores de ambos bandos plantearon en sus intervenciones la pregunta de si el Partido Comunista tenía todavía el derecho moral a regir a la sociedad.

Preguntaban,además, cuándo la dirección comunista del país procedería finalmente a la rehabilitación de todas las personas injustamente condenadas en los años 50.

Su preocupación estaba fundamentada porque entre 1948 y 1953 fueron condenadas en Checoslovaquia por presuntos delitos políticos cien mil personas. 40 mil de ellas obtuvieron penas superiores a diez años.

Los escritores exigían el retorno a las tradiciones nacionales, a la libertad, al humanismo y a la democracia, con lo que Checoslovaquia podría volver a incorporarse a la civilización europea.

Una de las intervenciones más contundentes fue la del escritor Ludvík Vaculík. Este intelectual denunció que los comunistas en los veinte años que llevaban en el poder, no solucionaron un solo problema humano.

Tampoco atendieron las necesidades más elementales, como la vivienda, la enseñanza y la prosperidad económica.

Tampoco resolvieron necesidades que los sistemas antidemocráticos son incapaces de solucionar, como la subordinación de las decisiones políticas a los criterios éticos, la implantación de la confianza entre las personas y el aumento del nivel cultural de las masas, denunció el escritor.

Ludvík Vaculík concluyó:”Temo que tampoco hayamos conseguido logros en la arena mundial, pues percibo que el nombre de nuestra república ya no suena bien”.

Quizás pueda extrañar que una crítica tan contundente al régimen fuera formulada por un escritor que militaba en el Partido Comunista, formación responsable por todas las deficiencias que él había enumerado. En vísperas de la Primavera de Praga fueron precisamente los intelectuales comunistas quienes empezaron a criticar el sistema. De ellos saldrían las propuestas de humanizar el sistema totalitario y de darle una cara humana al socialismo.

?Por qué precisamente de los intelectuales comunistas? En su libro “El 68” el politólogo Petr Pithart intenta dar una respuesta a esta pregunta:”Los intelectuales comunistas quedaron horrorizados al darse cuenta cuán atroz e inhumano era el mundo que habían ayudado a edificar”.

Los desilusionados intelectuales comunistas de los sesenta habían sido en su juventud fanáticos partidarios del modelo soviético. Por ejemplo, uno de los protagonistas de la Primavera de Praga, Zdeněk Mlynář, había ingresado en las filas del Partido Comunista de Checoslovaquia inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, en 1946, cuando tenía 16 años.

En su libro “El frío viene de Kremlin” señala que las ideas que él y sus jóvenes compañeros tenían en aquel entonces sobre el socialismo, eran todavía más simplistas y unilaterales que las de las viejas generaciones de los comunistas estalinistas que en algunos casos corregían su fe dogmática con la experiencia política adquirida a lo largo de la vida.

Sobre la actuación de los jóvenes comunistas Mlynář escribe:

”Todavía no procesábamos ni enviábamos a nadie al patíbulo, pero ya aprobábamos que el partido actuase de esta manera. Con nuestras propias manos realizábamos otro tipo de represiones, como diversas purgas. Éstas impidieron que muchos adversarios y críticos de nuestra doctrina, procedentes de nuestra generación o de las generaciones más viejas, estudiaran, hicieran la carrera y se ganaran simplemente la subsistencia”.

Veinte años después, Zdeněk Mlynář era uno de los más destacados impulsores de las reformas encaminadas a dar más libertad a los ciudadanos. Encabezaba una especie de think tank de politólogos que estudiaba cómo introducir en el país los principios democráticos.

Otro de los notables personajes de la Primavera de Praga, Jiří Pelikán, había formado parte, en 1948, de una comisión responsable por la expulsión de miles de estudiantes de las escuelas superiores checas. Veinte años después dirigía la Televisión Checoslovaca que se transformaría en 1968 en un medio libre que gozaba de la confianza de la ciudadanía.

?Cómo empezó a operarse la transformación de comunistas fanáticos en personas que se daban cuenta de la inhumanidad del sistema?

Zdeněk Mlynář explica en su libro que sufrió la transformación de férreo dogmático en intelectual crítico después de enterarse de los crímenes de Stalin. El dirigente soviético Nikita Jruschov los había denunciado en un informe secreto, presentado en 1956 al XX congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Zdeněk Mlynář  (Foto: CTK)
Las revelaciones sobre los millones de víctimas de las represiones estalinistas tuvieron el impacto de una bomba en el movimiento comunista internacional, recuerda Mlynář. En Checoslovaquia temblaron los dirigentes comunistas que se habían involucrado en los procesos políticos de principios de los cincuenta.

Mlynář trabajaba en la justicia y así pudo conocer a los magistrados que por orden del Partido Comunista habían condenado a la pena capital a personas de las que sabían que eran inocentes. La actitud del joven jurista se hizo muy crítica tras conocer estos hechos y faltó poco para que le expulsaran del partido a finales de 1956.

A pesar de las escalofriantes denuncias de los crímenes de Stalin, hechas en la Unión Soviética, los comunistas checoslovacos vacilaron mucho tiempo antes de autorizar la creación de comisiones encargadas de la investigación de los crímenes cometidos durante la época estalinista. Muchos de los dirigentes tuvieron responsabilidad personal por las ilegalidades. Otro motivo por el que frenaron la desestalinización en Checoslovaquia fueron los sucesos en Hungría, en otoño de 1956.

En Hungría empezaron a criticar la política del Partido Comunista principalmente los escritores y los estudiantes. Los intelectuales críticos, muchos de ellos comunistas, no quedaron, sin embargo, aislados, porque se movilizó también la ciudadanía.

Decenas de miles de personas asistieron a los funerales de una de las víctimas del terror estalinista, el dirigente comunista László Rajk, ejecutado en 1949.

Los ciudadanos exigían la retirada de las tropas soviéticas de Hungría, la rehabilitación de todas las víctimas del terror estalinista, no sólo las comunistas, la libertad de prensa, la libertad de viajar y el fin de la enseñanza obligatoria del marxismo- leninismo. Semejantes demandas serían presentadas también en 1968 en Checoslovaquia.

En la semana del 23 al 30 de octubre de 1956 las movilizaciones populares se transformaron en Hungría en una revolución. Se combatía en las calles de Budapest y a los revolucionarios se sumaron también algunas unidades militares. Los enfrentamientos armados entre los partidarios de los cambios y sus adversarios se extendieron a todo el territorio húngaro.

El nuevo líder reformista, Imre Nagy, prometió acabar con el monopolio del Partido Comunista y autorizar la creación de nuevas formaciones políticas. Prometió asimismo que se celebrarían las elecciones libres. Declaró la neutralidad de Hungría. Ello significaba que el país salía de la órbita de la Unión Soviética.

Nagy probablemente pensó que con la declaración de neutralidad salvaría a su país de la intervención militar soviética.

Fue en vano. A principios de noviembre de 1956 el ejército soviético se lanzó al ataque en todo el territorio húngaro. En el aplastamiento de la revolución húngara participaron 200 mil soldados soviéticos y casi 6 mil tanques. Imre Nagy fue ahorcado.

Cuando se inició el proceso democratizador de la Primavera de Praga, los dirigentes soviéticos lo evaluarían a través del prisma de los sucesos que habían ocurrido en 1956 en Hungría, y desde el primer momento buscarían las señales de la contrarrevolución.

La batalla interna entre los reformistas y los conservadores en la cúpula del Partido Comunista de Checoslovaquia se desencadenaría once años después de los sucesos en Hungría. Los progresistas se apuntarían la primera victoria el 5 de enero de 1968, cuando Alexander Dubček relevaría a Antonín Novotný al frente del Partido Comunista Checoslovaco. En la próxima edición del espacio Legados del pasado- testimonios del presente les contaremos las luchas internas que precedieron este relevo.

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