La poesía cotidiana de los objetos según Chema Madoz
A Chema Madoz se le conoce como el poeta de la fotografía. En el Instituto Cervantes de Praga se acaba de inaugurar una exposición que corrobora ese mote, que se titula precisamente Poética y en la que, siempre en un nostálgico blanco y negro, el artista retrata objetos del diario vivir, descontextualizándolos.
Aún así, accede a conversar telefónicamente con Radio Praga, antes de abordar el avión que le llevaría al otro lado del Atlántico, y lo primero que hace es lamentar la imposibilidad de su viaje a la capital checa, ciudad en la que ya ha estado antes y que le encanta.
“Sí, lo lamento porque la verdad que es una ciudad que he tenido ocasión de conocer en otros momentos y me hubiera apetecido muchísimo poder visitarla de nuevo y más con motivo de la exposición, pero tenía viajes por motivos de trabajo a otros lugares que no me han permitido hacerlo coincidir”, comenta.
Nacido en 1958, en Madrid, con el nombre de José María Rodríguez Madoz, Chema Madoz es uno de los fotógrafos más premiados y aclamados por la crítica y el público tanto de su país como del resto del mundo.
Galardonado en España con el Premio Nacional de Fotografía, en en el año 2000, Madoz explica que Poética, la muestra que se exhibe en Praga, es un pequeño resumen de su obra más reciente.
“Es una exposición que hace un pequeño repaso, de una manera muy puntual, a momentos concretos que ha venido recorriendo mi trabajo desde los años noventa hasta ahora. Es un trabajo que se centra en el objeto y sí que es cierto que tal vez existe esa etiqueta como del poeta de las imágenes. A mí siempre es algo que me cuesta más asumir, no trabajo con esa intención ni desde esa perspectiva”, sostiene.
Y aunque él no intente ser el poeta de las imágenes, dice que inevitablemente su trabajo con los objetos es similar al que los escritores hacen con la palabra.
“Sí, es cierto, a lo mejor no mi trabajo, pero la forma de enfrentarme al objeto tal vez sea cercana a la manera de hacer de algunos escritores, de algunos poetas, en el uso que pueden hacer de la palabra. En ese sentido hay como una especie de hermanamiento, tal vez, entre el uso que los escritores pueden hacer de la palabra y el que yo puedo hacer de los objetos. Cómo cambian los significados, cómo se contaminan un poco las formas, dependiendo del tipo de relaciones que establezcas entre unas y otras, ¿no?”, enfatiza.
En relación a su uso del blanco y negro, Chema Madoz afirma que lo hace consciente del simbolismo que representa.
“El blanco y negro está utilizado consciente de todo ese simbolismo que acarrea, o que lleva detrás. Creo que el blanco y negro tiene, de una forma inequívoca, una relación directa, estrecha con la memoria. Entonces aquí digamos que se aprovecha ese potencial, esa carga para ponerla al servicio de las imágenes”, puntualiza.
Y si bien dice que le costaría mucho dar una definición sobre la fotografía, por los muchos lenguajes que utiliza y por su infinidad de posibilidades, cree que esa misma riqueza es la que la hace tan atractiva.
“La fotografía abarca muchos campos, tiene infinidad de posibilidades, entonces dar una definición que abarque todo eso a mí se me convierte en un ejercicio complicado. Creo por otro lado que tal vez la riqueza o el atractivo principal que puede tener en estos momentos la fotografía es precisamente toda esa mixtura de lenguajes de los que está haciendo uso”, indica.
Respecto a los premios que ha recibido, que además del Nacional de España incluyen el Kodak europeo y el Higasikawa japonés, entre otros, confiesa que se los toma con una mezcla de alegría y distancia.
“Todo eso siempre se vive con una mezcla de alegría y distancia. Alegría porque a cualquiera le gusta tener un reconocimiento de su trabajo, siempre es un respaldo, te sirve de apoyo para saber que tu trabajo tiene un cierto eco. Pero también distancia porque, en definitiva, lo que importa es el trabajo que puedes desarrollar día a día, más que el que pueda o no haber esos reconocimientos, esos premios”, concluye.
La muestra retrospectiva Poética, de Chema Madoz, puede visitarse en el Instituto Cervantes de Praga hasta el 4 de enero del próximo año.