La lucha por el legado de Kafka puede sacar a la luz nuevos materiales
Como parte del proceso legal que enfrenta al Estado de Israel con las hermanas Hoffe por el legado de Kafka, esta semana han empezado a abrirse por orden judicial más de diez cajas fuertes entre Suiza e Israel. En su interior cartas y manuscritos de Franz Kafka y Max Brod que pueden aportar nuevos datos sobre este autor checo-alemán.
El tribunal israelí ha ordenado que se enumeren y describan todos los papeles objeto del conflicto de propiedad, y para ello el primer paso ha sido abrir las cajas fuertes que desde hace 54 años albergan todos los documentos que Kafka legó a su amigo Max Brod antes de morir.
Según el experto y antiguo director de la BBC checa, Petr Brod, no es probable el hallazgo de nuevas piezas literarias, pero sí de otros materiales interesantes.
“Max Brod editó a lo largo de diez años todo lo que consideró literariamente interesante. Es posible que aparezcan algunas cartas que Kafka recibió o escribió, y algunos dibujos. Según mis teorías más atrevidas podría haber incluso diarios personales de la juventud de Kafka. Ese es el motivo por el que en la última biografía de Kafka, su autor, Reiner Stach, no empezó cronológicamente, sino por la mitad de la vida del escritor”.
La historia de los manuscritos es un relato de herencias insospechadas y deseos póstumos insatisfechos. Kafka dejó a su amigo y también judío Max Brod todos sus manuscritos haciéndole prometer que los quemaría tras su muerte. Brod no solo incumplió la promesa, sino que fue publicando las obras que consideraba más valiosas, como ‘El Castillo’ o ‘El Proceso’ y se llevó los papeles consigo a lo que entonces era Palestina cuando los nazis ocuparon Praga. En 1956, al estallar la guerra de Suez, Brod temió que el conflicto destruyera los documentos y los más importantes los mandó unos a Inglaterra y otros a Suiza.
Al morir Max Brod, todo quedó en manos de su secretaria y amante, Esther Hoffe, que al morir lo legó a sus hijas, a pesar de que Brod en su testamento expresó el deseo de que los manuscritos de Kafka quedaran en manos de la Biblioteca Municipal de Tel Aviv o alguna de las instituciones públicas de este país. Ese es precisamente el quid de la cuestión, según Petr Brod.
“Ya Ilse Esther Hoffe incumplió el deseo de Max Brod, no solo no donó los documentos a la Biblioteca, sino que vendió el manuscrito de la novela ‘El Proceso’ en 1988, al Archivo Literario Alemán de Marbach. El Estado israelí considera que no se ha cumplido la voluntad de Brod y que la importancia de los manuscritos es tal que se pueden considerar parte de la tradición nacional judía, por lo que deberían permanecer en Israel y tener acceso público”.Uno de los motivos que impulso a la justicia israelí a iniciar la batalla legal fueron los tres desvalijos que sufrió una de las hermanas Hoffe en su casa y que resultaron en la desaparición de parte del legado. La Biblioteca Nacional Israelí duda que se trate realmente de robos.