Jiří Zmeškal, un aventurero guía de turismo checo en Svalbard
Cuando estaba en Oslo recibió una inesperada oferta para trabajar en un lugar del que conocía poco y nada, pero que lo terminó cautivando con su particular belleza. El guía de turismo checo Jiří Zmeškal lleva cinco años instalado en Svalbard y, en esta entrevista, nos cuenta no solo cómo son las famosas noches de 24 horas, sino también algunas de sus increíbles aventuras buscando cuevas de hielo en los alrededores del mar Ártico.
“Para mí fue una sorpresa el hecho de que aquí no hay árboles, y aun así el paisaje es hermoso”.
Una coincidencia. Así define el guía de turismo checo Jiří Zmeškal el motivo por el que terminó instalándose en un lugar tan extremo como Svalbard, la isla perteneciente a Noruega cuya capital es la ciudad más septentrional del mundo. Cuenta que estaba viviendo en Oslo y recibió una oferta para trabajar en el bar del Hotel Radisson de aquel sitio cercano al Polo Norte del que conocía poco y nada. Eso fue hace ya cinco años y lo cierto es que algo de ese misterioso enclave le llamó tanto la atención que decidió adoptarlo como su nuevo hogar.
“Para mí fue una sorpresa el hecho de que aquí no haya árboles, y aun así el paisaje sea hermoso, son como postales todo el tiempo, y mucho más hermoso se vuelve en marzo o abril. También antes de que salga el sol, el sol de medianoche, o incluso antes de la oscuridad... Se ven colores absolutamente maravillosos, algo así como un púrpura rosado, eso es algo que nunca había visto en otro sitio”.
Si bien se mantuvo mucho tiempo alojado cerca del centro de la capital, Longyearbyen, desde hace unos meses vive en una zona más alejada, camino al puerto. Y bien al principio de su estadía, mientras trabajaba en el bar del hotel, aprovechaba, como buen checo, su tiempo libre para realizar distintas expediciones. Asegura que siempre le gustó explorar la naturaleza y Svalbard cuenta, en ese sentido, con especies tan atractivas como morsas, focas, renos y hasta los temibles osos polares. De a poco, empezó a tener en cuenta la posibilidad de convertir esa afición en un trabajo y, luego de hacer pruebas con tours reducidos, se convirtió hace más de un año en un guía local que ofrece verdaderas experiencias para los viajeros más aventureros, más allá incluso de las tan ansiadas auroras boreales.
“Tenemos tours bastante especiales, tratamos de hacer cosas un poco distintas a los demás: vamos a cuevas de hielo, escalamos glaciares y hacemos expediciones de dos días en motos de nieve, en las que buscamos también distintas cuevas de hielo. De hecho, las exploramos y escalamos e incluso instalamos unas hamacas de camping para quedarnos a dormir allí”.
Cuenta Jiří Zmeškal que suele tener clientes de Asia, América y Europa. En más de una ocasión guio también a grupos checos y recuerda que, durante esas experiencias, descubrió que, de a poco, se le empezaban a olvidar algunas palabras de su propio idioma. Quizás por eso mismo, siempre que puede, aprovecha para visitar al menos unos días a su familia y a sus amigos, y, por supuesto, disfrutar de la que considera la mejor cerveza del mundo.
“Intento ir, al menos, una vez al año y, si puedo, más. Extraño la buena comida y la buena cerveza. Y a veces el idioma, pero lo bueno es que tengo aquí algunos amigos con los que puedo hablar en checo y, por supuesto, también hablo por teléfono con mi familia. Pero definitivamente extraño la cerveza porque aquí no es muy buena y, como checo, puedo decir que la cerveza forma parte esencial de nuestra cultura”.
De todos modos, Jiří Zmeškal ya se fue acostumbrando a estar fuera de su país. Antes de instalarse en Svalbard, había pasado más de una década viviendo entre Australia y Nueva Zelanda. Aun así, no deja de llamarle la atención que Chequia siempre aparezca en su camino: además del centro de investigación de la Universidad de Bohemia del Sur, un empresario checo abrió hace poco en Svalbard una pintoresca cafetería en la que se puede disfrutar de algo caliente en compañía de dos encantadores perros husky. Por otro lado, en la iglesia local que es, a su vez, la más septentrional del mundo, hay un oso polar embalsamado que, tal como indica el letrero correspondiente, fue cazado por una expedición checa en el año 1987.
En busca de cuevas de hielo
Lo que más disfruta Jiří Zmeškal de su trabajo es dar rienda suelta a su espíritu aventurero. De hecho, la isla de Svalbard le ofrece la posibilidad de hacer lo que más le gusta: ir en busca de nuevas cuevas de hielo que luego incorpora a su oferta de tours.
“Una vez encontré un pozo que tenía una profundidad de quince metros. Así que me metí allí y luego estaba ansioso por mostrárselo a mis clientes, y la verdad que salió todo perfecto. Mediante unas cuerdas hicimos escalones de nieve y caminamos como dos horas hasta el glaciar. Cada uno de esos paseos es muy popular, a todos les gusta mucho. Hubo un par de casos en que la gente no pudo llegar a la cima por cuestiones físicas, eso a veces es complicado porque todas las personas tienen condiciones físicas muy distintas”.
Aunque, por supuesto, siempre toma todos los recaudos necesarios para que esos viajes sean seguros, las condiciones climáticas de un lugar tan extremo como Svalbard son bastante impredecibles y, por momentos, pueden volverse hostiles. De hecho, recuerda que, a mediados del año pasado, cuando estaban terminando de hacer una larga excursión en motos de nieve, su jefe lo llamó para pedirle ayuda porque, junto a su grupo de personas, se habían quedado atascados en el camino debido a la nieve y las condiciones del terreno. Y aunque logró encontrarlos, no tardó en darse cuenta de que la situación se había vuelto adversa para todos.
“Me di cuenta de que nos estábamos hundiendo y no había nada que pudiéramos hacer. Caímos al agua, a una profundidad de medio metro, con una temperatura cercana a dos grados bajo cero. Nos estábamos congelando y la última persona en bajarse del scooter, al pisar la nieve también se cayó y se terminó dislocando el hombro. Al final tuve que llamar a un helicóptero. Cuando llamas a un helicóptero, tienes que arrodillarte porque no puedes ver y ellos necesitan saber dónde aterrizar. Y suelen acercarse tanto que, a veces, el helicóptero puede llegar a golpearte el casco. Pero por suerte nos encontró, nos cargó y nos sacó de ahí”.
“Es muy importante seguir algunas rutinas para mantenerse bien en esa época oscura sin deprimirse”.
Otro factor a tener en cuenta a la hora de visitar un destino tan curioso como Svalbard es la famosa noche polar de veinticuatro horas. Jiří Zmeškal recuerda que, en su caso, se fue haciendo consciente de a poco de todo lo que eso significaba. Y aunque asegura que él se terminó acostumbrando, reconoce que nunca está de más hacer todo lo posible para preservar la salud psíquica.
“Es muy importante seguir algunas rutinas para mantenerse bien en esa época oscura sin deprimirse ni nada por el estilo, pero a mí la verdad que me gusta, me gusta la oscuridad. De todos modos, creo que ese período es el más difícil del año porque, con la luz del día, se pueden hacer más actividades al aire libre. No es que con la oscuridad no se pueda hacer nada, pero para la mayoría de la gente diría que es más difícil. A mí, realmente, ya no me importa y hasta me gustan las dos cosas: cuando está oscuro, espero la luz y viceversa.
En todo caso, asegura Jiří Zmeškal que, a diferencia de lo que cualquiera podría suponer de un lugar tan cercano al Polo Norte, en Svalbard existe, en su opinión, un buen equilibro: hay tres meses de oscuridad total, tres meses de normalidad, tres meses de luz constante, y luego otros tres meses de normalidad. O, al menos, toda la normalidad que pueda haber en un lugar semejante.