Jan Šibík: el secreto de sus fotos
Jan Šibík, uno de los fotógafos checos más prestigiosos de la actualidad, revela aspectos sorprendentes de “1989”, su muestra dedicada a la Revolución de Terciopelo.
Quienes se acerquen al viejo ayuntamiento de Praga a ver “1989”, la exposición del prestigioso fotoperiodista Jan Šibík sobre la Revolución de Terciopelo, pueden llevarse, ya desde el principio, una gran sorpresa: es probable que el que los reciba sea, precisamente, Jan Šibík. Es que, según él mismo aclara, se trata de una buena oportunidad para entrar en contacto con el público.
“Solo tenía 25 años cuando fue la revolución y saqué todas estas fotos, y creo que no entendía bien qué estaba sucediendo. Pero hubo un momento en el que, trabajando con esas mismas fotos, terminé de comprender que esa revolución era aún más importante de lo que había pensado al principio y significaría un cambio en la historia”.A lo largo de su extensa carrera Jan Šibík realizó alrededor de doscientos viajes para cubrir catástrofes naturales como la del huracán Katrina, eventos históricos como el funeral de Juan Pablo II y, por supuesto, las revoluciones y guerras que marcaron a fuego el siglo XX y comienzos del XXI como es el caso de la guerra de Afganistán. Pero también Šibík suele reflexionar acerca de su oficio, tratando de explicar cuál es, en esencia, el trabajo de un fotógrafo. Algo, quizás, mucho más complejo de lo que parece a simple vista.
“Una diferencia importante entre el viajero y el fotógrafo es que el viajero recorre diferentes lugares que le interesan pero el fotógrafo, incluso cuando viaja, tiene que ser sistemático: debe dar con la atmósfera correcta en el lugar indicado, tiene que hacer lo mismo día tras día, una y otra vez, lo cual a muchos les puede parecer aburrido y recién en la quinta jornada quizás aparezca algo que les interese fotografiar”.
Hoy, además de seguir con sus trabajos, muestras y libros, Šibík se dedica también a impartir algunos talleres en los que se muestra muy abierto a la tecnología. Reconoce la calidad de las fotos que hoy permiten sacar los celulares pero, al mismo tiempo, asegura que no es tan importante qué tipo de herramienta se utiliza para tomar una foto sino más bien el contenido de la misma y si está bien pensada o no. Además le gusta mucho el fútbol: estuvo presente en aquella final del mundial 1998 que Brasil perdió contra Francia y dice que, si le ofrecieran un buen lugar para hacerlo, le gustaría retratar el apasionante clásico entre Boca y River en Argentina. Pero aclara que lo que le interesa a él no es tanto el partido sino la emoción que se puede advertir en el rostro de la gente. Y, como contracara de esa pasión, toda su experiencia como fotógrafo de guerras, que le deparó premios y reconocimientos, también dejó algo lamentable que no puede sacarse de la cabeza y tiene que ver con las formas más insólitas que puede adquirir la maldad humana.“En la guerra de Bosnia vi algo que es un ejemplo de la sorpresa constante que puede generar la manera en que alguna gente puede hacer daño a los demás inventando siempre nuevas formas de infringir torturas: algunas personas entregaban a los niños cajas de bombones que escondían en verdad pequeñas bombas que aparentaban ser de chocolate”.
Šibík remarca que lo que diferencia su trabajo sobre la Revolución de Terciopelo de muchas otras de sus obras es, precisamente, que se trató de una expresión libre de violencia. Además de las manifestaciones que comenzaron el 17 de noviembre, el abrazo entre Václav Havel y Alexander Dubček, la muestra incluye algunas fotos muy interesantes sobre la celebración del primero de enero de 1990 que abría las puertas a una nueva época.Sin dejar de saludar a la gente y cobrar la entrada a su exposición, Šibík asegura que la mayoría de los extranjeros que ven su obra entienden de qué se trató la Revolución de Terciopelo. Aclara que, a veces, ingresan turistas chinos que no tienen tanta información de lo que sucedía en esta parte de Europa en esa época. Pero él tiene muy en claro que, aunque no conozcan el contexto, lo más importante, lo que a él le interesa, es que vean cómo se canalizó la reacción pacífica de la gente ante la violencia que sufrían.
Es que uno de los grandes aciertos de las fotos de “1989”, que permanecerá abierta al público hasta el 14 de noviembre, es que permiten vislumbrar, en el contexto histórico de la Revolución de Terciopelo, aquellos gestos de hombres y mujeres que remiten al orden de lo privado. En ese contraste entre lo más singular de la individualidad y la fuerza de lo colectivo radica la potencia de estas fotos en blanco y negro. Las más notables, en ese sentido, son la fotografía de una estudiante que, en medio de una manifestación, enciende una vela y el fuego le ilumina su rostro, y la de un hombre al que se le ven los ojos detrás del escudo de un policía.
Esas son, según Šibík, las fotos más representativas de la muestra y también las que le regalaron un momento de profunda emoción porque pudo reencontrar a los dos protagonistas.“A la mujer la encontré en Facebook y no estaba seguro de si debía invitarla o no. Me preocupaba que ella pudiera estar molesta por difundir su foto en el libro de la muestra y en los anuncios”.
Esa mujer que aparece en la foto más destacada de "1989" era estudiante y tenía 18 años. Ahora tiene 48 y Šibík explica que, cuando volvió a verla, se dio cuenta de que su cara aún conserva esa misma y hermosa expresión. Además, cuando finalmente decidió convocarla, se llevó una agradable sorpresa al enterarse de que alguien la había invitado antes a la apertura sin que él supiera.
Todavía emocionado, cuenta que sintió una energía muy especial cuando ella le dijo no solo que no se había enojado sino que estaba muy feliz con la foto y se acordaba perfectamente del momento en el que fue sacada. Quizás ese sea para Šibík el mejor premio para esta serie de fotos que, tal vez, hayan tenido el talento de retratar no solo el presente de un hecho histórico sino también el futuro.