Jakub Hromada: “Mis viajes a Latinoamérica me han ayudado a verme de otro modo”.
Con una tesis doctoral sobre Héctor Abad Faciolince, Efraim Medina Reyes y Héctor Rojas Herazo, el profesor de la Universidad Palacký Jakub Hromada logró concluir una larga investigación que lo llevó a repensar muchos aspectos de sí mismo y lo confirma como uno de los grandes especialistas checos en literatura colombiana.
El profesor de la Universidad Palacký de Olomouc, Jakub Hromada, se recibió de doctor con una tesis sobre la literatura del yo en la novela colombiana contemporánea. Además, es uno de los doscientos académicos radicados en más de diez países del mundo que forman parte de Asociación de Colombianistas y realizan distintas tareas de investigación sobre ese país en el área de humanidades y ciencias sociales. Y más allá de que con los años se fue interesando cada vez más en la literatura colombiana, Jakub Hromada es, sobre todo, un académico fascinado por Latinoamérica. Un amor que comenzó allá por 1999, gracias a un viaje que realizó a los diecinueve años.
“Yo partí de acá sin saber una palabra de español y fue una expedición a Perú, al Altiplano, a buscar las fuentes del Amazonas, una expedición de un grupo de hidrólogos especializados de la Universidad Carolina que, en aquel momento, ya tenían imágenes satelitales. Entonces íbamos a medir un tramo que salía del glaciar de Mismi y pasamos quince días en el Altiplano midiendo el agua y el riachuelo”.
En efecto, por ese entonces Hromada se estaba especializando en agricultura forestal y, justamente, a causa de que sus viajes a Latinoamérica se empezaron a hacer cada vez más frecuentes, dejó la carrera, aunque siguió estudiando español en forma autodidacta. Sin embargo, aclara que su principal motivación era una chica peruana a la que había conocido durante la expedición y con la que se enamoraron comunicándose, al principio, en inglés.
“Fui conociendo la literatura hispanoamericana en los mercados y en la calle”.
Jakub Hromada
“Y cada vez más ese amor iba cediendo e iba surgiendo el gran tema de la literatura, de la lingüística y empecé a encontrar otros temas que me interesaban como el quechua que también estudié gracias a una beca y fui conociendo la literatura hispanoamericana yendo a los mercados, en la calle, sin una base académica todavía y, entonces, cuando entré a la Universidad Palacký de Olomouc a estudiar ya tenía algunas lecturas, aunque muy fragmentarias de Sudamérica”.
Es decir que, a diferencia de lo que les sucede a otros checos que, por una cuestión de cercanía geográfica, suelen aprender el español peninsular, su experiencia y su acento llevan la impronta de Latinoamérica.
“Sí, eso me decía nuestro profesor Jiří Černý en las primeras clases de fonética: pero tú tienes acento peruano, ¿dónde has aprendido el español? Porque yo traía voces y palabras de los Andes y, sí, entonces era un poco extraño en mi clase”.
Cuenta Jakub Hromada que a su madre, que tiene pánico a los aviones, le daban bastante miedo los viajes de su hijo a Latinoamérica, justo cuando Chequia recién empezaba a abrirse luego de la Revolución de Terciopelo y no había tanta información como hoy, aunque también recuerda que, de chico, él ya leía muchos libros de viaje.
Lo cierto es que, luego de esas primeras experiencias como mochilero, se puso a barajar opciones para volver a Perú. Sin embargo, como en aquel momento no existía ninguna beca con ese destino, aprovechó un convenio que había en Chequia con la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá. Así nació su vínculo con Colombia que, si bien se fue haciendo cada vez más profundo, empezó de un modo no tan promisorio.
“Y, otra vez, gracias al profesor Jiří Černý que me recomendó, fui a Colombia. Me acuerdo del primer momento cuando recibí la beca que salí de la facultad con mucha alegría y aquí la gente sin techo vende una revista que se llama Nový Prostor y en la portada aparecía la frase: ‘Colombia, no vayan ahí’. Fue la primera vez que compré esa revista, la empecé a hojear y empecé a enterarme del problema de la violencia y los secuestros porque eso era en el año 2005 cuando todavía ese problema estaba bastante vigente. Finalmente, me decidí a viajar a Colombia y fue la mejor decisión porque ahí empecé a estudiar a fondo la literatura colombiana encontrando ese lado oculto del boom: autores que crecieron en el mismo ambiente que García Márquez pero no pasaron al canon”.
Agrega Jakub Hromada que, en esos libros no tan conocidos que se terminaron convirtiendo en la columna vertebral de su tesis, tal vez no haya tanto exotismo como en ‘Cien años de soledad’, sino más bien desesperanza. Su tesis doctoral, en efecto, ofrece un análisis exhaustivo de tres autores colombianos: Héctor Abad Faciolince, Efraim Medina Reyes y Héctor Rojas Herazo.
“Tengo un autor muy íntimo para mí que es Héctor Rojas Herazo, que escribe en los mismos años que empezó a publicar García Márquez, libros que para mí pertenecen a la literatura del yo y rompen mucho con la literatura que se escribía hasta el momento; el era poeta, era pintor, daba clases a García Márquez de pintura”.
Explica Jakub Hromada que un posible rasgo en común entre esos tres autores es que, en algún punto, se sustraen de lo que se espera de ellos en tanto escritores colombianos. De hecho, agrega que los tres encuentran su identidad de un modo dialógico, es decir, a través de sus propios textos. En ese sentido considera, por ejemplo, que Faciolince defiende lo literario desde su propia experiencia de hijo a quien le mataron a su padre, pero además dialoga con la herencia española de la picaresca mientras ataca la novela sicaresca, un subgénero muy vendido que nace a raíz de la figura del joven asesino a sueldo que surgió en Medellín en la década del ochenta.
El exilio interno
Precisamente, contra esa reducción tan estereotipada que solo ve en Colombia violencia y narcotráfico, Jakub Hromada revela que un tema muy importante de la literatura colombiana es el exilio. No solo el externo sino también el interno que, en cierto modo, inaugura José Eustasio Rivera con su clásica novela ‘La vorágine’ y que continuaron muchos otros autores, como por ejemplo Eduardo Zalamea Borda que, en ‘Cuatro años a bordo de mí mismo’, cuenta su viaje a La Guajira. Hromada agrega que esos relatos suelen ir en busca de ‘lo auténtico’ y pueden leerse también como una forma de tomar distancia de lo que, en ese entonces, representaba una ciudad demasiado europeizada como Bogotá.
“Siempre me pregunto hasta qué punto somos capaces de entender algo que es diferente”.
Jakub Hromada
Especializado en ese tema que le llevó ocho años de estudio, a pesar de haber terminado la tesis, Jakub Hromada no deja de seguir investigando porque, en efecto, imparte seminarios y cursos sobre la actual literatura del yo en Latinoamérica, aunque ahora poniendo el foco en las teorías feministas.
“Siempre me pregunto hasta qué punto somos capaces de entender algo que es diferente y que siempre va a ser ‘lo otro’ para nosotros y cuánto de esa búsqueda podemos sacar para mirarnos a nosotros mismos: trabajo en algunos textos con la teoría de Emmanuel Levinas que señala esos límites de ver al otro, de comprender al otro y él dice que es cuestión de tiempo, el tiempo que me separa del otro es, precisamente, el camino al conocimiento”.
Para Jakub Hromada es un poco inevitable movernos a partir de estereotipos y muy difícil salir de ellos. Volviendo a Colombia, dice que es un país no muy conocido para los checos, con el que no comparten tantas relaciones como sí sucede con otras naciones, más allá de esos viajes de García Márquez por Checoslovaquia que, en su opinión, fueron bastante superficiales. En ese sentido, revela que una buena estrategia para aproximarse a la literatura latinoamericana es tratar de averiguar cómo leen los latinoamericanos a los europeos.
“Siempre el viaje a América Latina me ha enriquecido no solamente sobre cómo son los latinoamericanos, sino más bien su mirada sobre nosotros y empiezo a verme diferente”.
Recuerda Hromada que algo que lo sorprendió mucho fue observar, en los pasillos de la Universidad Nacional de Bogotá, las novelas de Kundera junto a los tratados de Marx. Y luego de hablar mucho con sus colegas colombianos, entendió que, al no tener una herencia comunista ni tampoco familias afectadas por lo pervertido de ese poder, ellos se vinculan mucho más con la parte teórica e incluso romántica del marxismo. Del mismo modo, en lo que respecta a Chequia, tiene la impresión de que, incluso en el ámbito académico, el nombre de Marx tiene una carga tan negativa que muchas veces ni siquiera se leen sus textos y hasta lamenta que exista tanta resistencia en aplicar algunas herramientas útiles de la crítica marxista o de las teorías de género.