Irena Mižďochová: “Es posible hacer yoga incluso sin mover los músculos”
A los quince años se encontró con un libro checo de yoga y, desde entonces, se fue convirtiendo en una verdadera especialista a tal punto que viajó dos veces a la India. En esta entrevista, la instructora Irena Mižďochová comparte su pasión por esta práctica milenaria y nos revela algunos datos muy interesantes de la relación entre el yoga y los checos o, mejor dicho, las checas.
Cuenta la instructora Irena Mižďochová que, incluso en la época del comunismo, se conocía el yoga en Checoslovaquia. Recuerda incluso que su madre tenía en su biblioteca un libro de yoga. Por supuesto no era algo masivo ni mucho menos por la sencilla razón de que todo lo espiritual era visto con escepticismo por el régimen, pero tampoco era algo desconocido. Hoy, en una época completamente distinta, ella está convencida de que el yoga puede cambiarle la vida a mucha gente, tal como le sucedió a ella cuando, desde muy chica, empezó a interesarse por esa milenaria disciplina.
“A mí empezó a interesarme el yoga por su dimensión filosófica y empecé a leer al principio sobre meditaciones y relajación, eso fue cuando tenía 15 o 16 años y así llegué a los libros de Míla y Eduard Tomáš, dos yoguis checos muy conocidos que no están vivos, pero gracias a sus obras comencé a practicar meditación. Ellos hablaban de la importancia de hacer asanas (posturas) de yoga para una mejor meditación y yo me preguntaba qué era todo eso porque provengo de un pueblito checo donde no teníamos estudios de yoga y antes no era tan común como es ahora que aparece en todas partes e incluso en las ciudades pequeñas”.
A pesar de que ese matrimonio checo que menciona, tenía también otras profesiones, comenzaron a dedicarle cada vez más tiempo al yoga, hasta que, en un momento, se les ocurrió empezar a transmitir por escrito al público centroeuropeo todo lo que ellos habían aprendido en India. Lo cierto es que esas lecturas sobre meditación y asanas influyeron tanto en Irena que comenzó a pensar en hacer su propio camino en el yoga y hatha yoga, pese a que mucha gente le advertía que no le iba a resultar nada fácil. Sin embargo, decidió poner toda su energía en entrenar y formarse hasta que, poco tiempo después, se convirtió en instructora.
“De hecho, comencé a disfrutar mucho el yoga, cada vez más, así que me puse a practicar aquí en República Checa y una amiga instructora me recomendó hacer un curso para profundizar mis conocimientos primero aquí y luego en la India, donde realicé un curso de enseñanza. Así fue que comencé a enseñar y he estado enseñando yoga en los últimos diez años”.
Durante esa formación, que en la India existe incluso a nivel universitario, cuenta Irena que se estudia desde anatomía hasta filosofía, además de ofrecer a los futuros instructores una sólida estructura bien organizada para que sus clases puedan tener un adecuado período de calentamiento, luego una parte más dinámica y finalmente un cierre con las distintas posiciones en el suelo. En el caso de Irena, asegura que sus clases de vinyasa yoga siguen precisamente esa estructura que busca que el cuerpo se desacelere al principio, luego entre un poco en acción y, por último, se calme en el suelo como si fuera un bebé.
Algunas tendencias de la práctica del yoga en Chequia
Recuerda Irena que existen muchos tipos de yoga, pero algunos se fueron popularizando más que otros en Chequia como consecuencia del trabajo de varios difusores locales como, por ejemplo, Václav Krejčík.
“Yo diría que, cuando empiezan, a la mayoría de la gente le gusta hacer un yoga más dinámico que pueda ocupar su mente por un rato y no le permita pensar en nada más que en esas posiciones. Pero creo que, a medida que alguien se sumerge en el yoga, empieza a preferir una práctica más lenta, que los lleve a reducir la velocidad y alcanzar un nivel mayor de concentración”.
En otras palabras, lo que cree Irena Mižďochová es que, de acuerdo a esa tendencia los principiantes priorizan el aspecto físico, mientras que quienes ya han logrado cierto grado de profundidad en el yoga buscan vincularse más al plano filosófico de la disciplina. Por otro lado, indica que, hay bastantes más checas que checos interesados porque, en su opinión, algunos hombres tienen aún muchos prejuicios y creen que hacer yoga significa sentarse durante sesenta minutos o, por el contrario, están convencidos de que sus músculos no sirven para ese tipo de ejercicio. Irena considera que las mujeres suelen ser un poco menos rígidas en todo sentido y no se desaniman tanto como los hombres porque, después de todo, obtener esa flexibilidad puede llevar un tiempo, pero tampoco es algo tan difícil y, más importante aún, no tardan en verse algunos beneficios.
Seguramente la persona que haga yoga notará enseguida o, al menos, después de algunas pocas lecciones que se siente mejor, dejará de dolerle la espalda, se sentirá más relajada y hasta sentirá que duerme mejor porque el yoga también tiene un efecto importante sobre el sueño”.
Otro aspecto que le parece importante destacar es el sentido de pertenencia a una comunidad y la posibilidad de conocer, gracias al yoga, nuevos amigos. En cuanto a los beneficios sobre la salud, aunque cada caso es distinto y hay varios factores a tener en cuenta, agrega Irena que haciendo yoga unas dos veces por semana en poco más de un mes pueden empezar a notarse algunos resultados. De hecho, cuenta que varias personas le dijeron que las posturas habían disminuido por ejemplo sus migrañas. En su opinión, el yoga contribuye también con algo tan importante como limpiar un poco la mente y aprender a ser consciente de la respiración. Por supuesto, a medida que se mantiene la continuidad a lo largo del tiempo, esos beneficios se van incrementando.
A la India, ida y vuelta
Irena tuvo la posibilidad de viajar en dos ocasiones a la India, donde nació el yoga y cuenta que incluso pudo estar también en Rishikesh, considerada por muchos la capital mundial del yoga y famosa, entre otras cosas, porque ahí fueron nada menos que los Beatles. Y aunque aclara que allí el yoga se volvió algo muy comercial y hasta turístico, también pudo encontrar personas maravillosas que le enseñaron mucho. Irena afirma que se trata de un país tan hermoso como exigente que puede resultar chocante a quienes no estén muy acostumbrados a salir de Europa. En su caso, cuenta que lo que más la sorprendió fue la cantidad de gente, lo cual notaba incluso en la fuerte reducción del espacio personal.
“Yo diría que me encanta ir a la India, pero también me gusta mucho volver porque suele hacer mucho calor, así que el clima también es muy exigente y luego hay que recomponerse un poco”.
Irena también estuvo en Dharamshala, el lugar donde reside el Dalai Lama en el Himalaya. En ese sitio encontró una gran comunidad tibetana y realizó un curso de meditación que le pareció muy interesante y consistía en permanecer en silencio y aprender mucho de control mental.
Yoga para todo público
Un consejo fundamental que les da Irena a las personas que planean comenzar yoga es que intenten empezar a escuchar de a poco a su cuerpo y que se tomen su tiempo para ir a su propio ritmo y no acelerar el proceso imitando a los demás, porque eso puede evitarles varios dolores y molestias. Es decir, así como no todos aprenden igual de rápido o de la misma forma un idioma, hay posiciones que quizás resultan adecuadas para algunas personas y otras quizás se sientan más cómodas con alguna variante. Justamente, lo que le interesa mostrar a Irena es que el yoga es una disciplina muy inclusiva que pueden disfrutar personas de todas las edades sin excepción.
“Y es hermoso que existe yoga para niños y también para las personas mayores y para las personas que no pueden moverse o están en silla de ruedas. Lo bueno del yoga es que trabaja mucho con la visualización, con lo cual en algunos casos la persona no tiene que realizar los movimientos, alcanza con que los visualice y está comprobado que los músculos se activan aunque la persona no concrete el movimiento si se concentra mucho en ello e imagina que está haciendo el ejercicio. En esos casos los músculos se involucran como si realmente la persona estuviera haciendo esa posición”.
Cada vez que habla de yoga, a Irena Mižďochová le brillan los ojos y asegura que esa disciplina le dio a ella muchísimas herramientas y recursos, pero, sobre todo, estabilidad porque siente que dispone de mucha energía y eso la vuelve, a veces, un poco dispersa. Hacer yoga todos los días, aunque sea unos cinco minutos, le enseñó entonces a mantener nada menos que un orden y asegura que eso es algo que va a agradecer de por vida.