Fábrica subterránea nazi en la colina de Radobýl
La colina de Radobýl, situada en el perímetro de la ciudad de Litomerice, al norte de Praga, encierra en su seno los restos de un conjunto de tres fábricas subterráneas nazis. La última de ellas, la denominada Ricardo III, oculta enigmas por los que pagaron con sus vidas miles de presos. Ninguno de los esclavos del Tercer Reich debía sobrevivir para revelar lo que acontecía en el laberinto subterráneo. Algunos investigadores opinan que en el seno de Radobýl se fabricaban armas secretas con las que los nazis pensaban invertir el curso de las operaciones bélicas durante la Segunda Guerra Mundial.
El imperativo del día en aquel entonces era trasladar la producción estratégica a los recintos subterráneos, tales como minas abandonadas, túneles ferroviarios y cuevas. Así empezó en 1944 la construcción de las tres fábricas subterráneas, conocidas bajo el nombre de código Ricardo I, Ricardo II y Ricardo III, situadas en el interior de la colina de Radobýl, en las afueras de la ciudad de Litomerice.
En el seno de Radobýl ya existía un laberinto subterráneo, resultado de la extracción de piedra calcárea antes de la Segunda Guerra Mundial. En sus secciones denominadas Ricardo I y Ricardo II los nazis instalaron la producción de componentes para tanques Panther y Tiger y de electrónica para la firma Osram.
Hoy en día estos lugares no son accesibles ya que se utilizan para al almacenamiento de desechos radiactivos. El que encierra más enigmas es el recinto subterráneo Ricardo III. A pesar de numerosos intentos, hasta el presente nadie ha logrado explorarlo.
Durante la construcción del complejo subterráneo de la colina de Radobýl las SS se encargaban del suministro de mano de obra. Primero trabajaron en las obras presos de la Pequeña Fortaleza de Terezín y posteriormente prisioneros de un cercano campo de concentración.Las instalaciones subterráneas en el interior de Radobýl se construían a ritmo febril y bajo la estricta supervisión de las más altas autoridades del Reich.
Los nazis no lograron terminar el complejo de las fábricas subterráneas Ricardo, en la colina de Radobýl, antes de que finalizara la guerra. A pesar de ello, fue la mayor instalación fabril secreta nazi en el territorio checo. Se estima que la extensión de sus túneles alcanzó los 30 kilómetros.Las naves en las secciones Ricardo I y Ricardo II tenían 6 metros de altura, 20 metros de ancho y una longitud de 100 metros.
El febril ritmo de trabajo, la irrespirable atmósfera repleta de polvo de piedra calcárea y los derrumbes se cobraron la vida de miles de presos.Por ejemplo, en la sección Ricardo I perecieron 6 mil presos de toda Europa.
Los presos tuvieron la última jornada laboral el 5 de mayo de 1945 cuando faltaban tan sólo tres días para la firma del acta de capitulación por la Alemania nazi.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, el conjunto de las fábricas subterráneas de la colina de Radobýl fue ocupado por el Ejército Soviético que se llevó prácticamente todas las instalaciones. Cuando pudieron penetrar en los subterráneos representantes de las autoridades checoslovacas, encontraron sólo los muros desnudos y extensos derrumbes que imposibilitaban el acceso a las dependencias de la fábrica subterránea Ricardo III. No consiguió averiguarse si con los derrumbes habían sepultado sus secretos los nazis o si de este modo había borrado las huellas el Ejército Rojo.Fracasaron los intentos de penetrar en Ricardo III desde la superficie y de trazar el esquema de sus galerías subterráneas. Sin embargo, proliferaron los más fantásticos rumores sobre la fábrica subterránea: como que en su interior se encuentran documentos sobre las actividades de las SS o partes de la Cámara de Ámbar, robada por los nazis en Rusia, o incluso oro de los cabecillas nazis como Kaltenbrunner.
Sin embargo, parece más lógica la hipótesis de que se hayan fabricado en los recintos subterráneos componentes para los misiles V1 y V 2. Un científico conjeturaba, a su vez, que los nazis se preparaban a producir en la colina de Radobýl agua pesada para armas nucleares. Llegó a esta conclusión tras escuchar testimonios de algunos presos que hablaban de extrañas tinas, ordenadas en forma de abanico en una de las salas subterráneas.
Los enormes costes que requerirían las eventuales exploraciones del laberinto de Ricardo III disuaden a los buscadores de enigmas. El siniestro y enigmático recinto en la colina de Radobýl guardará sus secretos al parecer todavía por mucho tiempo.