En Malejovice se construye el primer hóspice para niños en la RCh
Malejovice es un pueblo pequeñito de apenas veinte habitantes que administrativamente forma parte de la ciudad de Uhlírské Janovice. Está situado en Bohemia Central, a unos cincuenta kilómetros de la capital checa. Rodeado de un pintoresco paisaje y profundos bosques, se parecería a otros millares de pueblitos que hay en la República Checa. Pero Malejovice es excepcional por el hóspice para niños que se está construyendo allí, el primero en este país.
Se escribió el verano de 1997. El pueblito de Malejovice vivió a ritmo lento, tranquilo y soñoliento, sin grandes acontecimientos ni conmociones. El edificio más grande y más importante de la aldea, el de la antigua escuela primaria, se iba convirtiendo poco a poco en ruinas. Pero todo cambió cuando este edificio fue regalado a la fundación Klícek que empezó a adaptarlo como hóspice para niños.
En el Medioevo, la palabra "hospicio" u "hóspice" fue una denominación para la casa donde se albergaba de limosna a peregrinos y mendigos, o para el asilo para niños pobres, huérfanos o abandonados. En la época moderna adquirió un diferente significado, hoy en día se refiere al establecimiento que atiende a los enfermos en estado terminal.
Jirí Královec, de la fundación Klícek, explica que los primeros hóspices para adultos surgieron a principios de los años setenta del siglo veinte, y los para niños, una década más tarde.
"Fue una reacción a que faltaba algo en la asistencia médica y social a los enfermos en estado terminal. Es como consecuencia de que la sociedad contemporánea se deshizo de cosas que habían sido naturales. Los hóspices surgen porque ha desaparecido una familia amplia que brindara ayuda a sus enfermos graves".
Markéta Královcová, directora de la fundación Klícek, apunta que hoy en día existe un gran número de normas legislativas y éticas que prescriben qué asistencia debemos dar y cómo debemos comportarnos con un paciente en estado terminal. Pero esto no funciona en una sociedad en la que no rigen valores transcendentales y que todo soluciona con la razón y no con el corazón.
"Esto lo sabemos de las familias con hijos gravemente enfermos que aprovecharon los servicios de las instituciones especializadas. Por ello lo que ofrecemos no es solamente la asistencia profesional, los medicamentos y la alimentación. Todo esto no sería nada si el personal no tratara a los pacientes con empatía. La idea principal de nuestro hóspice es: No agobiar a nuestros clientes con la profesionalidad, dejarles respirar libremente. Nuestro cliente no es un pobre al que tenemos que cuidar".
Markéta Královcová destaca que el hóspice construido por su fundación no funcionará en primer plano como alojamiento para niños en estado terminal.
"Se trata de una finca que ofrecerá alivio a las familias que cuiden al hijo gravemente enfermo. Servirá como establecimiento al que podrán venir familias enteras con hijos a los que les fue diagnosticada una enfermedad letal y podrán pasar aquí cierto tiempo. A veces pasa mucho tiempo entre la decisión de los médicos de terminar la curación y la muerte del niño. Y siempre depende mucho de las personas más íntimas de cómo el niño pasará los últimos momentos de su vida en este mundo. Lo más importante para el niño es que en esos momentos no esté en un hospital sino en un ambiente civil rodeado por sus más queridos y a la vez por el personal que tiene capacidad de cuidarle".
La directora de la fundación Klícek señala que el entorno más íntimo suele cubrir al niño en estado terminal con un montón de regalos o, lo que es aún más típico, organizar para él un viaje exótico.
"Pero nosotros sabemos de las pláticas con las familias con esos hijos que anhelan las cosas normales de las que se ven privadas: estar juntas todo el tiempo, pasar juntas las vacaciones, acampar con su hijo en la naturaleza y por las noches observar las estrellas en el cielo y escuchar el crujido de la fogata. Y es precisamente esto lo que nuestro hóspice se esfuerza por ofrecerles: cosas que nosotros, los sanos, consideramos como parte normal de la vida cotidiana. Hay aquí un gran jardín en el que los niños con sus padres podrán cultivar las plantas, tendremos también el ganado y una pequeña manufactura".
Jirí Královec, de la fundación Klícek, explica en qué fase se encuentra la construcción del hóspice para niños en la aldea de Malejovice, en Bohemia Central.
"El hóspice estará integrado por dos edificios, cada uno con diferente régimen de funcionamiento y misión. En este momento estamos terminando la reconstrucción del edificio de la antigua escuela que nos fue regalada. La reconstrucción empezó en el año 1999. El edificio fue adaptado para acoger a las familias con niños que todavía son capaces de cuidarse. O sea, ofrecerá las típicas estadías de reposo y depende de las familias durante cuánto tiempo estarán aquí".
En otoño del año curso, la fundación Klícek quiere empezar a construir también un edificio nuevo.
"El edificio albergará una unidad de vigilancia intensiva que atenderá a niños obligados a permanecer en cama. En la reconstrucción de la vieja escuela nos ayudaron voluntarios de muchos países y esperamos que también nos den una mano en el levantamiento del edificio nuevo. Quisiéramos terminarlo en dos o tres años pero todo depende de los recursos financieros que conseguiremos. Mientras tanto, educamos al personal. Los médicos, las enfermeras y niñeras son enviadas al extranjero para obtener experiencia".
Por el momento, la fundación Klícek no tiene la capacidad de recibir en Malejovice a niños en estado terminal. El hóspice sirve por ello como el lugar de encuentros y de apoyo a las familias con niños gravemente enfermos. Cada verano organizan para ellas estadías con fogatas, juegos y excursiones a la naturaleza. El hóspice es escenario también de seminarios y ciclos educativos.
"Los niños que sobrevivieron a la muerte, y sus familiares, así como los padres cuyo hijo no tuvo suerte, regresan aquí, nos ayudan y tienen la alegría de poder contribuir al nacimiento de algo útil que ayude a los demás. Es un lugar que respira una atmósfera cordial y abierta", matiza Jirí Královec, de la fundación Klícek, y sus palabras las pueden confirmar los muchos viajeros que pasaron por allí y encontraron las puertas y los corazones abiertos.