En busca del vino perdido

Foto: Archivo de Robert Kazda
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Un grupo de amigos checos provenientes de las tres regiones del país hace años que recorre distintos lugares del mundo para degustar los mejores vinos pero también para divertirse y descubrir nuevas culturas. Luego de viajar siempre por Europa, en marzo finalmente se animaron a cruzar el océano.

Foto: Archivo de Robert Kazda
El escritor Charles Bukowski explicaba que él bebía alcohol porque ninguna buena historia comienza con una ensalada.

Ese podría ser tranquilamente el lema de la Sociedad viajera del vino de Moravia, Silesia y Bohemia (Moravsko-slezsko-česká kočovná enologická společnost), un grupo de aventureros checos que recorre algunas partes del mundo en busca de buenos vinos.

Diez años atrás, Vit´a y Jaryn, dos amigos de Ostrava, hicieron un viaje a la Provenza, en Francia, probaron varios vinos y decidieron llevar algunas botellas a su casa. De regreso, se les ocurrió sumar gente para viajar y aprender más sobre vino y los lugares donde se produce. Claro que la cantidad de miembros debía ser razonable: hoy el grupo está conformado por seis personas y consideran que ya alcanzaron el límite porque, por ejemplo, tienen que caber todos en un auto.

Robert Kazda, uno de los últimos en incorporarse a la sociedad, nos cuenta en qué consiste esta aventura.

"La verdad es que además de los vinos, estos viajes también nos ayudan a descubrir culturas, lugares y personas por lo que es importante que los miembros tengan sentido del humor, empatía y buena predisposición para viajar. A veces las condiciones son fantásticas y a veces no tanto, por lo que el sentido de equipo resulta fundamental".

Millas y vinos

Foto: Archivo de Robert Kazda
Hasta hace poco esta sociedad viajera sedienta de vino solo había viajado por Europa: estuvieron en Borgoña, Francia, en Sicilia y en la región de Campana de Italia, en Alemania, en Moldavia y, por supuesto, en España. De hecho el primer viaje que él hizo con el grupo fue precisamente a La Rioja. Sin embargo, a principios de este año, compartieron una experiencia que los marcó como grupo en un país mucho más lejano.

"En 2019 por primera vez cruzamos el océano y fuimos a Argentina: el destino fue el área de los viñedos de Mendoza. Después de tantos viajes a Europa queríamos visitar algo distinto. Cuanto más viejos nos ponemos más nos gusta el vino tinto y esa es una gran región para degustar Malbec".

Robert confiesa que al principio estaban un poco preocupados: primero porque tenían que explicar en su casa que iban a viajar durante dos semanas sin llevar a su familia, que se quedaba trabajando mientras ellos se divertían probando vinos. Pero además ninguno de ellos había estado antes en Sudamérica y si bien intentaron leer artículos o ver programas de televisión, eran conscientes de que hasta no hacer el viaje era imposible tener una idea apropiada del lugar. Ahora, ya de regreso, Robert reconoce que la de Argentina fue una de las mejores aventuras. Precisamente porque uno de los grandes objetivos de sus viajes es ver cosas distintas. Sin embargo no les resultó para nada sencillo: por la duración del vuelo y las dificultades de manejar a través de las distintas bodegas en un terreno repleto de cordilleras y montañas.

"No sabíamos si nos íbamos a poder desenvolver bien con el idioma ya que hablamos inglés, de hecho creíamos que uno de los miembros hablaba perfecto español y allá nos dimos cuenta de que no pero al menos nos hicimos entender y tuvimos la suerte de encontrar mucha gente que nos ayudó mucho".

El vino perfecto

Foto: Archivo de Robert Kazda
Para Robert es imposible responder objetivamente cuál de todos los vinos que probaron durante sus viajes es el mejor. Asegura que sobre gustos no hay nada escrito y que cada persona puede tener sus preferencias. De todas formas, luego de pensarlo unos segundos, asegura que, en su opinión, los mejores vinos tintos los tomó en Mendoza y en Sicilia.

Además, si bien en otros lugares del mundo hay producciones muy buenas y de alta calidad, él no deja de destacar el hecho de que Europa concentre tantas variedades, estilos y climas en un territorio mucho menos extenso.

En Praga es posible conseguir algunos de esos vinos aunque Robert nos explica que en los supermercados suele haber productos de las grandes bodegas porque cuanto mayor es la empresa menor el costo operativo. Es por eso que, en general los vinos internacionales pueden conseguirse a muy buen precio.

Pero si realmente alguien quiere disfrutar de una botella de gran calidad, Robert sugiere contactarse con alguno de los importadores que consiguen vinos internacionales de bodegas medianas o chicas que son muy buenos aunque, eso sí, los precios van a ser más altos que en los supermercados.

De todas formas, Robert está convencido de que beber vino es una cuestión social inspirada también por el entorno: disfrutás más de un vino si estás con amigos en un entorno agradable y suele apreciarse mucho más en el propio entorno natural en el que fue producido: la Pilsner sabe mejor en Pilsen. Y para confirmar la idea Robert cuenta que una vez tomaron un vino en una bodega de Croacia que les pareció tan exquisito que compraron varias botellas para traer y, cuando se reunieron para tomarlo en Praga, estaba bien pero ya no era lo mismo.

La más divertida de las votaciones

Foto: Couleur,  Pixabay
Cuando se le pregunta qué fue lo más extraordinario que vieron durante todos sus viajes, Roberto asegura que nunca había visto una cantidad tan grande de vino como en Moldavia, un país de la ex Unión Soviética al que viajaron hace tres años. Y si bien queda relativamente cerca, en la frontera con Rumania, es un lugar que los sorprendió mucho. Es que durante la Unión Soviética esa era la bodega del territorio, producía una gran cantidad de vino y, cuando de la noche a la mañana, la Unión Soviética colapsa y surgen estos países independientes, el mercado de vinos de Moldavia se vio amenazado. Sin embargo, a pesar de la prohibición de Gorbachov en Rusia respecto a la elaboración de bebidas alcohólicas, en Moldavia mantuvieron sus altos niveles de producción de vino almacenándolo en bodegas. Entonces, explica Robert, aún hoy pueden conseguirse vinos de hace veinte o treinta años a un muy buen precio ya que conservan enormes barriles a lo largo de todo el territorio, mientras que un vino francés de tantos años puede llegar a costar un salario mensual.

Claro que no todo es tan perfecto: como la tecnología del embotellamiento, por ese entonces, no estaba muy desarrollada es común que algunos vinos se arruinen después de algunos años de guardado. En otras palabras, es probable que de cada diez botellas haya que desechar ocho. Por último, Robert Kazda reconoce que existen muchos grupos o clubes similares que viajan por el mundo para probar vinos o quesos o cervezas. Pero hay un elemento fundamental que, en su opinión, vuelve a este grupo muy especial.

"Lo que distingue a nuestro grupo es el proceso tan particular de selección de destinos: todos los años nos reunimos y cada miembro tiene que traer sus propuestas. Hay dos rondas que definen los dos candidatos principales y luego se define el destino ganador. Es muy divertido: está lleno de presentaciones, de degustaciones de vinos, de gritos, de emociones y, al final del día, cerca de medianoche, se devela el destino elegido, a veces es una gran sorpresa como pasó en el caso de Argentina".

Ahora habrá que esperar hasta diciembre o quizás enero para que tenga lugar la próxima reunión y Robert se queja de que está notando demasiado lobby entre los miembros ya desde ahora. Y si bien es muy difícil anticipar cuáles pueden ser los principales candidatos de la próxima elección, afirma que al grupo le gustó la idea de los viajes de larga distancia y ahora uno de los destinos con más posibilidades es Sudáfrica aunque, por supuesto, es solo una suposición.