En Bohemia ardieron en el siglo XVII llamaradas de las rebeliones campesinas
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Antes de la cruenta conflagración en la que se enfrentaron católicos y protestantes, habían vivido en Bohemia aproximadamente 1 millón 750 mil habitantes. Después de la contienda paneuropea, la población checa quedó reducida a 1 millón de personas.
La nobleza checa que quería mantenerse fiel a su fe protestante, emigró del país y sus tierras pasaron a manos de hidalgos extranjeros. Éstos veían que después de la guerra había menos campesinos para trabajar las tierras. Los nobles extranjeros resolvieron el problema de la manera más sencilla: impusieron a los campesinos más jornadas de trabajo gratuito en los campos señoriales.
Mientras que antes de la Guerra de los Treinta Años un campesino tenía que trabajar gratuitamente en los campos de su señor feudal entre 12 y 20 días al año, después de la conflagración la carga subió a 150 días por año.
La explotación de los campesinos se recrudeció también porque los nuevos señores querían disfrutar de más lujos que los anteriores.
La opresión provocó el odio hacia los señores feudales y desembocó en desesperadas rebeliones. A finales del siglo XVII se produjeron decenas de amotinamientos de campesinos checos.
No se trató de rebeliones contra el sistema feudal. Los campesinos pedían sólo un alivio a su difícil situación, invocando los antiguos derechos y privilegios.
Cuando la situación de los campesinos se hacía insoportable siempre aparecía un líder- generalmente un alcalde, un labrador o un herrero- que advertía a los vecinos de la posibilidad de aprovechar el derecho de petición. Nunca fue primero el llamamiento a la rebelión. El líder de la protesta proponía presentar al monarca una cautelosa queja sobre los abusos del señor del feudo.
Los campesinos redactaban una y otra vez humildes súplicas dirigidas al emperador Leopoldo I, convencidos de que el soberano era la encarnación de la bondad y de la justicia. Enviaban a la corte una delegación tras otras hasta que algún funcionario rompía sus peticiones y metía en la cárcel a los delegados de los campesinos descontentos.Sin embargo, no fue hasta 1680 que la avalancha de humildes peticiones y súplicas desembocara en una ola de rebeliones que se extendió sucesivamente a 130 feudos.
Todo empezó el año anterior cuando la atmósfera se tensó debido a la epidemia de peste que se propagó de Hungría y Austria a Bohemia donde sólo en Praga segó 32 mil vidas.
El emperador Leopoldo I huyó con la corte de Viena a la capital checa. Los campesinos aprovecharon la estancia del monarca en Bohemia y un número cada vez mayor de sus delegaciones presentaba sus quejas contra los excesos de sus señores. Sin embargo, las ingenuas esperanzas depositadas en el supuestamente " justo" monarca no se cumplieron. Todo lo contrario.
Un edicto del emperador de marzo de 1680 prohibía dirigir las quejas directamente al monarca, ordenando cursarlas a los gobernadores regionales. El soberano anuló, además, todos los privilegios, derechos y libertades si éstos no fueron confirmados por los nuevos señores católicos que sustituyeron a los protestantes emigrados del país.
Declarando nulos los privilegios de los campesinos, vigentes antes de la insurrección de los estamentos protestantes checos, Leopoldo I cometió un flagrante atropello al Derecho. Los campesinos no tomaron parte en la rebelión de los nobles protestantes checos y con la pérdida de sus privilegios pagaron por la culpa colectiva.
Los campesinos, cogidos de sorpresa por la postura del emperador, se amotinaron. Los enfrentamientos más encarnizados entre las tropas y los campesinos se produjeron en Bohemia Occidental.
En la comarca de Litomysl, en Bohemia Oriental, los campesinos se preparaban para una rebelión armada tras el fracaso de sus peticiones y de las negociaciones con su señor feudal. En marzo de 1680 unos 800 campesinos se armaron con horquillas, guadañas, azadas y hachas.Sólo unos pocos portaban escopetas.Cuando se extendió la noticia sobre la llegada de las fuerzas militares, los alcaldes más prudentes aconsejaron negociar con las autoridades. Después de la entrevista con el gobernador que ordenó traer al campamento de los amotinados un carro cargado de barriles de cerveza, los campesinos se dispersaron.
Los cabecillas fueron cruelmente castigados. Cuatro fueron ajusticiados después de ser sometidos a horrendos suplicios. Uno de ellos fue introducido vivo entre los radios de un gran rueda y el verdugo le descoyuntó y arrancó los miembros y rompió los huesos de todo el cuerpo. Una veintena de rebeldes fue condenada a trabajos forzados.
En Bohemia del Norte se movilizaron los campesinos de la comarca de Frýdlant, liderados por el herrero Ondrej Stelzig.En otoño de 1679 Stelzig participó activamentre en la redacción de la queja de los campesinos y encabezó a la delegación que viajó a la sede de Leopoldo I en Brandýs nad Labem. Stelzig entregó el pliego personalmente al emperador.
La protesta no fue atendida y fracasaron también las negociaciones con el señor del feudo de Frýdlant. Stelzig intentó organizar una vasta rebelión armada, pero los campesinos acabaron por abandonar su plan, considerándolo demasiado arriesgado.
Recolectaban, no obstante, el dinero necesario para sufragar un nuevo viaje a la corte que ya residía de nuevo en Viena. En junio de 1681 Stelzig llegó a la corte con una nueva queja. Fue inmediatamente detenido y posteriormente condenado a destierro perpetuo de Bohemia y a diez años de trabajos forzados en la fortaleza de Ráb, en Hungría.
En verano de 1683 las huestes turcas lanzaron un ataque contra Viena. Stelzig aprovechó la confusión originada por la campaña de los otomanos y huyó de la fortaleza de Ráb. Se marchó a Silesia,colindante con la comarca de Frýdlant, donde comenzó a trabajar para varios herreros.Visitaba secretamente a su familia y en 1684 se atrevió a dirigir una petición al dueño de Frýdlant solicitando que su esposa y sus cinco hijos pudieran salir del feudo.Al mismo tiempo el herrero rebelde reprochó al conde Gallas que éste maltrataba a sus súbditos y violaba las órdenes del emperador.
En breve Stelzig volvió a ser detenido y encarcelado en la torre del palacio de Frýdlant. Durante los interrogatorios se comportó valientemente, aunque sabía que podía ser condenado a la pena capital.
Los campesinos se movilizaron en defensa del valiente rebelde. Una delegación suya llegó incluso a la corte de Viena.
Stelzig volvió a ser condenado a diez años de trabajos forzados en la fortaleza de Ráb, pero esta vez las autoridades permitieron que le acompañara su esposa. Casi 300 años después el escritor Václav Kaplický relató la historia del valiente herrero Ondrej Stelzig en la novela "La Corona de Hierro".