El Monumento del Silencio hablará en Praga sobre los genocidios del siglo XX
El futuro Monumento del Silencio creará en Praga un centro de exposiciones para la reflexión sobre los genocidios y las limpiezas étnicas que marcan la edad moderna, especialmente el Holocausto judío. Su escenario será la estación de trenes de Bubny, desde donde fueron deportados los judíos y los alemanes de Praga.
Desde comienzos de este mes, una escultura recuerda sin embargo a los desaparecidos. Elaborada por Aleš Veselý, una vía de tren se separa del suelo y asciende a las alturas simbolizando la escalera de Jacob. Se trata del primer paso hacia la recuperación de la estación y su transformación en un nuevo centro de exposiciones, el Monumento del Silencio.
Su alma mater es el documentalista Pavel Štingl, que describe así el principal objetivo del proyecto.“Estamos aquí para encontrar un nuevo lenguaje. Los que lo vivieron no tienen fuerzas para contar su historia y compartir su testimonio. Así que estamos para continuar este diálogo, encontrar otro modo de presentarlo, no basta con rodar a alguien que ha estado en la guerra y ponerlo en televisión. Por eso preparamos este monumento, que tiene que ser diferente a la sinagoga de Pinkas. Creo que actualmente necesitamos un monumento que ofrezca activamente este tema, que hable y haga preguntas, quizás que encuentre respuestas, lo que es difícil, pero plantear buenas preguntas también es complicado”.
Víctimas, verdugos y testigos
Además de homenajear a las víctimas del Holocausto, el Monumento del Silencio servirá para poner en relación el pasado y el presente, y hacer reflexionar a los visitantes sobre las diferentes derivas de acontecimientos del mundo en el que viven, prosigue Štingl.“Praga necesita un centro donde se pueda confrontar la historia con la actualidad, donde se puedan comparar las cosas que persisten, donde se pueda mostrar el paralelismo con el pasado de todo lo que hoy día consideramos doloroso, esas cosas preocupantes que deberían resolverse antes de que se extiendan. Para poder reaccionar ante cualquier fenómeno actual antes de que sea demasiado tarde. Para nosotros son importantes fenómenos que nos inquietan, como acciones violentas o la propagación de ideologías extremistas, que podemos comparar bien con la historia”.
Su alcance va por tanto más allá del exterminio de los judíos y el nazismo, motivos por los cuales Štingl decidió evitar el término Holocausto en el proyecto, subraya.“Tras reflexionar sobre ello pensamos que no queríamos que se llamara Museo del Holocausto, o Museo Shoá, porque para mucha gente esto se refiere únicamente a la historia judía. Pero lo que queremos tratar son temas que abarcan toda la sociedad, no solo la historia judía. Nos interesa también por ejemplo la historia de los que fueron testigos del genocidio pero no dijeron nada, la llamada mayoría silenciosa. En este barrio, donde los judíos fueron concentrados y trasladados, siguen existiendo las mismas calles y casas, y seguramente allí viven todavía las mismas familias que lo presenciaron. Creo que es interesante tratar el estigma de aquellos que fueron testigos”.
De hecho la estación sirvió también como punto de partida de la población alemana de Praga, que en su mayoría fue expulsada del país con la aplicación de los llamados decretos de Beneš. Una limpieza étnica que a su modo es también, incide Štingl, un genocidio.“En 1945 desde la misma estación tuvieron que marcharse los alemanes de Praga. El alemán praguense es un fenómeno, los alemanes vivían en Praga desde hacía mucho tiempo, y eran un poco diferentes mentalmente de los alemanes de los Sudetes o de los alemanes del Reich. Y tuvieron que irse, después de los decretos de posguerra. Y eso es también un genocidio. Praga era única por su “triálogo” checo-judío-alemán. Aquí había unos valores culturales básicos, y cuando dos de estas etnias desaparecieron, se puede hablar de un genocidio cultural”.
El Monumento del Silencio no será por tanto un Museo del Holocausto al uso, es más, tampoco será un museo en su sentido tradicional de conservación de artefactos. Su propósito será convertirse más bien en una plataforma de reflexión, aunque se sirva para ello de exposiciones.“Como en la República Checa los museos son muy tradicionales, con sus vitrinas y sus objetos antiguos, decidí no llamarlo museo, porque aquí decir museo remite a algo del siglo XIX. Lo que debería haber en este espacio es algo que podemos llamar plataforma para el diálogo, y que he dividido en siete capítulos”.
Un viaje a la problemática del genocidio con siete estaciones
De las primeras secciones con las que contará el centro, la primera no ocupará los espacios de la estación de Bubny, sino sus alrededores, cumpliendo así también con la visión de Štingl de un diálogo constante entre el edificio y su entorno, y con el papel del Monumento del Silencio en la recuperación del centro histórico de Praga.“Es el camino entre el llamado mercado de las radios, cerca de la actual Galería Nacional, y la estación de Bubny, a 200 metros. Allí habrá algunos elementos urbanísticos, información, por ejemplo en tabletas, sobre por dónde iban los trenes con los judíos, dónde estaban los lugares clave, los lugares de transformación, en los que el hombre se transformaba en número”.
Ya en el edificio de la estación de Bubny el siguiente capítulo, Voces y Caras, recordará mediante proyecciones y objetos personales a los judíos deportados de Praga al gueto de Terezín, haciendo especial hincapié en cómo era su vida en la capital checa antes y después de la entrada en vigor de las leyes raciales.En una sección especial dedicada a la genealogía se mostrará el alto grado de asimilación de los judíos praguenses, en cuyas familias se mezclaban con mayor o menor grado tradiciones hebreas y cristianas. De hecho uno de cada tres judíos estaba casado con un gentil y no eran raros los étnicamente judíos que se habían convertido al cristianismo.
La siguiente sala explorará las causas del genocidio, prosigue Štingl.
“En este capítulo tratamos en profundidad la modernidad del siglo XX. Es como escribe Bauman, las circunstancias básicas que tienen que darse para que pase algo así. No fue solo a causa del antisemitismo. Este no era en Praga tan dominante como en otros lugares y además era a su manera muy específico. Aquí se trabaja con la idea de que maduraron ciertas ideologías, tecnologías y logística, y por supuesto la llegada del totalitarismo, que fue lo que lo permitió”. Precisamente en esta parte se explorará un capítulo poco conocido de la Praga del Protectorado, y es que la ciudad checa se convirtió por unos años en la capital mundial de la eugenesia.“Esto también es un tema de la exposición. Praga fue elegida como la ciudad de la ciencia del Reich para el futuro. Durante la guerra se desplazaron a Praga especialistas en teorías raciales, que tomaron los mayores y más hermosos edificios universitarios. Y allí trabajaron sobre un futuro mapa racial del mundo. Eso se sabe poco, Praga era en este sentido supervisada personalmente por el mismo Hitler. Por eso vino Speer aquí poco después de llegar Heydrich al Protectorado. Estos biólogos, higienistas raciales, prepararon en Praga la visión nazi de cómo debería ser el mundo”.Siguiendo con el análisis del contexto, el último capítulo del primer ciclo, Recuerdo de la Cultura de Entreguerras, analiza la Checoslovaquia surgida tras la Primera Guerra Mundial, su idealismo y finalmente su fracaso, así como el repunte del antisemitismo con la breve Segunda República, que precedió a la ocupación alemana.
Aprendiendo del pasado, y del presente
Los siguientes tres capítulos están relacionados directamente con la actualidad. El primero de ellos, El Regreso, retratará la experiencia de los supervivientes del Holocausto, explica Štingl.“El regreso es algo terriblemente complicado, es la búsqueda de un lenguaje para describir sus experiencias. Y lo que vivieron es algo difícil de explicar y de entender, y durante 20 o 30 años esta gente permaneció en silencio. Solo recientemente han encontrado el modo de comunicárselo a sus hijos. También se trata de la relación de la mayoría con la minoría, y la minoría en este caso es la que tiene esta experiencia”.
Un ejemplo de transmisión de este legado es la novela gráfica Maus, de Art Spiegelman, el primer cómic en ganar un premio Pulitzer, que precisamente protagonizará una exposición temporal en el Monumento del Silencio tras su inauguración.La interrelación de pasado y presente sigue con el capítulo Reflexiones del Mundo Actual, dedicado a otros genocidios perpetrados en el siglo XX y que al principio contendrá una exposición sobre la masacre de Srebrenica, sucedida en 1995 y en la que paramilitares serbios asesinaron a 20.000 varones bosnios musulmanes ante la indiferencia de los cascos azules holandeses.
El punto final será la sección Reflexión Generacional, concluye Štingl.
“Se trata de la reflexión de la generación que hereda todo esto, de los descendientes. La cuestión es si el Holocausto se puede empezar a comprender como historia a partir de alguna generación o si es algo que es asumido como genético. Es por supuesto una discusión filosófica completa pero un tema interesante para artistas y poetas”.El proyecto, completamente detallado y con los permisos de obra aprobados, solo espera a contar con la financiación necesaria para hacerse realidad. De acuerdo con Pavel Štingl, el Monumento del Silencio podrá abrirse más o menos tarde dependiendo del apoyo gubernamental y municipal, y de si será posible utilizar los llamados Fondos Noruegos de ayuda al desarrollo. La transformación de la estación de Bubny en un homenaje a los deportados costará unos 3,5 millones de euros.