El íntimo contacto de Ana Mendieta con la naturaleza en el Rudolfinum de Praga

Foto: Archivo de la Galería Rudolfinum

Durante su vida la artista cubana Ana Mendieta destacó por sacar el arte del estudio y fundirlo con la naturaleza, combinando de forma pionera géneros como el land art, el body art y la performance. Las obras clave de su legado llegan por fin a Praga a través de la exposición Huellas (Stopy), que se prolongará hasta el 4 de enero en la Galería Rudolfinum.

Foto: Archivo de la Galería Rudolfinum
Ana Mendieta pronto tuvo claro que el arte, más que para ser expuesto, era para ser experimentado, y que su valor no yacía en la recreación abstracta sino en su uso para unir de nuevo hombre y naturaleza.

La artista cubana, nacida en 1948, fue uno de los nombres que cambiaron para siempre el arte contemporáneo en los años 70 y 80, utilizando su cuerpo como recipiente o elemento de sus obras artísticas, enclavando sus creaciones en entornos naturales o elevando comportamientos y actuaciones a la categoría de obras de arte.

Foto: Archivo de la Galería Rudolfinum
Sus trabajos más representativos, muchas veces a través de vídeos y fotografías, llegan a hora por primera vez a la República Checa con la exposición Huellas, en la Galería Rudolfinum de Praga. El director del museo, Petr Nedoma, subraya la conexión entre la obra de Mendieta y las cosmovisiones amerindias.

“Era una extraordinaria artista, se interesaba por la arqueología y las culturas precolombinas, y muchas de sus performances en la naturaleza se nutrían de estas fuentes, es decir, buscaban las fuerzas mágicas de la Tierra”, señaló.

La combinación de land art, body art y performance dio lugar al llamado earth-body art, que se convirtió en seña de identidad de la artista. Mendieta se fundía con la naturaleza a través de su cuerpo desnudo, que cubría con elementos como plumas, barro o piedras, incorporándose al paisaje, como en su serie Siluetas, quizás la más famosa, que grabó en vídeo.

Foto: Archivo de la Galería Rudolfinum
En otras ocasiones Mendieta utiliza elementos fuertemente simbólicos, especialmente sangre, para llegar a la esencia más primitiva del ser humano. En ‘Muerte de un Pollo’, de 1972, aparece fotografiada desnuda, manchada con la sangre de un pollo que acaba de decapitar. El uso de reminiscencias rituales de sangre, ceniza o rocas ha llevado a los expertos a ver lazos entre su obra y la santería.

Los críticos también suelen relacionar sus trabajos con la figura de la madre o la sensación de pérdida. Ana Mendieta fue uno de los niños extraídos de Cuba entre 1960 y 1962 en la llamada operación Peter Pan, en la que 14.000 niños fueron llevados a Estados Unidos ante el temor de sus padres al viraje comunista de Fidel Castro. Tras el fin del contacto entre los dos países, la joven cubana se vio separada de sus padres, que no volvió a ver hasta años después.

Foto: Archivo de la Galería Rudolfinum
Mendieta murió a la edad de 36 años al caer por una ventana, en lo que todavía no se sabe si fue accidente o suicidio. La artista dejó inacabada una serie denominada Pinturas Rupestres, inspirada en el arte taíno. Su legado ha quedado recogido, además de por numerosas retrospectivas, por la posición de sus obras en las exposiciones permanentes del Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Instituto de Arte de Chicago o el centro Pompidou de París, entre otras muchas instituciones de prestigio.

Autor: Carlos Ferrer
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