El doctor de las estatuas

Jan Kracík, foto: Juan Pablo Bertazza
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Desde que era apenas un niño a Jan Kracík le apasionaba tanto dibujar que su padre lo mandó a una escuela de arte. Hoy es un laborioso escultor que se dedica a reconstruir y mantener estatuas, esculturas y otros elementos arquitectónicos que conforman la belleza de Praga y muchas otras ciudades del país.

Jan Kracík,  foto: Juan Pablo Bertazza

Los locales o turistas que hayan paseado en Stromovka, el parque más grande de Praga, tal vez vieron un lugar en el que se acumulan estatuas al aire libre, como si estuvieran tomándose un descanso de tanto posar.

“La mejor recompensa para un restaurador es que las personas te digan: lo que hiciste parece que fue así desde siempre”.

Ahí funciona el departamento de restauración de esculturas, que depende de la Academia de Bellas Artes de Praga, y hoy encabeza Jan Kracík, una persona tan humilde como trabajadora que tiene en claro que cuando uno nace con una vocación fuerte, tarde o temprano, se manifiesta. En su caso, muy rápidamente.

“Desde que era niño, me encantaba dibujar y pintar, y cuando entré a quinto grado, mi padre me llevó a una escuela de escultura en Hořice v Podkrkonoší y desde entonces no he querido hacer otra cosa”.

Esa ciudad es conocida por su gran tradición en esculturas de piedra, que hoy son parte de la vida cotidiana de Kracík, cuyo trabajo consiste en restaurar estatuas de distintas ciudades checas y que, debido a las características históricas del país, suelen ser de estilo barroco.

Uno de los trabajos más interesantes y complejos que realizó hasta ahora fue con la estatua de San Juan Nepomuceno. Pero no la de Praga que tocan los turistas para regresar, sino la de Poděbrady, no muy lejos de la capital checa.

Foto: Juan Pablo Bertazza
“Ese trabajo fue interesante porque el original estaba en tan mal estado que no podía utilizarse. Hace varios años terminé ese obra compleja que implicó también reconstruir totalmente la estatua”.

La estatua original de San Juan Nepomuceno estuvo en el puente de Poděbrady de 1761 a 1961, cuando tuvieron que retirarla por su mal estado. Kracík explica que como permaneció durante cincuenta años en un depósito estaba tan deteriorada que, a pesar de los arreglos parciales, ya no podía utilizarse. Entonces tuvo que hacer una réplica desde cero, que es la estatua que hoy puede verse en ese puente.

Kracík explica que los tiempos de cada restauración dependen del sistema de licitaciones pero en general no suelen terminarse antes de que se cumpla el año de trabajo.

Ahora bien, ¿cuáles son las causas del deterioro de las estatuas?

“Además del vandalismo, otra razón es el clima. Las estatuas simplemente sucumben al envejecimiento porque, por supuesto, todo tiende a destruirse. Las rocas y las montañas se erosionan y, después todo, las estatuas son solo un pedazo de piedra. Pero el hecho de que hayan estado aquí con nosotros durante 300 años o más merece respeto porque significa que están hechas de un material resistente”.

Foto: Juan Pablo Bertazza
Kracík lidera un equipo de estudiantes que se ocupan de distintas obras por lo que parte de su trabajo tiene que ver también con la formación. En cada una de sus respuestas parece transmitir, de hecho, cierta sabiduría que tal vez sea indispensable para realizar una tarea semejante. Porque la reconstrucción de estatuas requiere de ciertas características que no todo el mundo tiene.

“Hay que ser persistente, paciente y humilde porque el trabajo es más importante que uno. No puede hacerlo, por ejemplo, una persona ambiciosa que quiera firmar su obra. La mejor recompensa para un restaurador es que las personas te digan: lo que hiciste parece que fue así desde siempre”.

Kracík se ríe y dice que, en realidad, el mejor elogio sería que las personas no entendieran qué hiciste durante el trabajo porque el gran objetivo es que las esculturas terminen exactamente igual a como eran antes de sufrir cualquier tipo de deterioro.

“De repente estás trabajando en una pared y descubres que, en ese sótano, se celebró el funeral de Carlos IV”.

Considera que si bien cada uno de los proyectos tiene algo especial porque implica siempre mucho compromiso hay uno que le demandó una enorme paciencia.

“Me refiero a un trabajo en el pueblo de Horní Lipchava, cerca de Česká Lípa, que consistió en el desmantelamiento total y luego la recomposición de su Columna Mariana”.

Se trata de una columna de piedra arenisca roja que fue construida en 1701 y tiene talladas escenas del sufrimiento de Cristo. Kracík cuenta que algunos de los escalones de la base estaban destrozados y hubo que cambiarlos por nuevas piedras. Pero lo más difícil fue realizar el desarme total de la columna para trasladarla al taller y luego volver a armarla, pieza por pieza, con muchísimo cuidado.

Foto: Juan Pablo Bertazza
Pero en lo que respecta a Praga, ciudad en la que nació, Kracík menciona aquel conocido mote de “ciudad de las cien torres” para decir que la capital checa cuenta con igual cantidad de estatuas. Y, justamente, él refaccionó una de esas torres, que pertenece a una de las iglesias más antiguas de la ciudad que forma parte de la Orden de Malta.

“El año pasado me dieron un trabajo muy interesante: restauramos la torre gótica de la iglesia de Nuestra Señora debajo de la cadena”.

Además de dos torres góticas, esa iglesia tiene una mezcla de rasgos románicos, renacentistas y hasta barrocos. El nombre proviene de una cadena que había cerca del río Moldava con la que se detenía el acceso de los barcos que no pagaban peaje. Kracík dice que una de las grandes ventajas de hacer tareas de restauración en esos lugares es poder aprender de las personas que trabajan ahí, y de los documentos históricos que tiene que consultar.

Asegura que muchas veces se aprende más yendo regularmente a esos sitios que con los libros. En el caso de esta iglesia, la sorpresa fue que, en ese mismo lugar donde estaba trabajando, había tenido lugar parte del funeral de la personalidad más importante de la historia checa.

“De repente estás trabajando en una pared y descubres que allá abajo, en ese sótano, durante un tiempo se celebró ahí el funeral de Carlos IV”.

Foto: Juan Pablo Bertazza
Si bien Carlos IV murió en el castillo de Praga y hoy está enterrado en la Catedral de San Vito, en su momento se hizo una especie de peregrinación con el cuerpo para que la gente pudiera despedirse de él, y en esa iglesia estuvo toda una noche.

Por último, Kracík asegura que, al igual que la calidad de vida de las personas, el estado general de las estatuas mejoró considerablemente tras la Revolución de Terciopelo. En primer lugar porque hoy se consiguen mejores materiales para la restauración. Pero también es cierto que, en la actualidad, la tecnología ofrece muchas posibilidades.

“La tecnología está avanzando mucho y aunque algunos conceptos de la restauración de estatuas se mantienen, aparecen nuevos métodos. Para preservar mejor las esculturas originales pero también, por ejemplo, para imprimir en 3D o dejar que un robot haga tareas importantes. Las posibilidades de este trabajo hoy son increíblemente amplias y no hay comparación con lo que se hacía hace 50 años”.

Tal vez suene un poco paradójico pero para conservar la historia, además de la paciencia, la perseverancia y el talento de escultores como Jan Kracík, también es fundamental el uso de la tecnología.

Foto: Juan Pablo Bertazza