El director de orquesta del actual cine mexicano

Juan Mora Cattlet, foto: Juan Pablo Bertazza

Dirigió la primera película en náhuatl y hasta un film sobre la lucha contra el cáncer. Pero Juan Mora Cattlet es conocido, sobre todo, por su carrera como docente de prestigiosos directores como Alfonso Cuarón, a tal punto que dejó una fuerte impronta en la renovación del cine mexicano. Tras haber participado del Festival de Cine de Animación y Arte Contemporáneo de Olomouc, repasa su carrera con Radio Praga Internacional y revela lo más importante que aprendió durante su formación en Chequia.

Juan Mora,  foto: Juan Pablo Bertazza

Luego de muchos años de ausencia, el director mexicano de cine Juan Mora Cattlet regresó a Chequia. Participó en Praga de la función especial de su película “Retorno a Aztlán”, y también dio una charla en el prestigioso festival PAF de Olomouc, donde fue invitado por la Cátedra de Montaje Cinematográfico de FAMU, la Escuela de Cine y Televisión de Praga, en la que Mora estudió durante su juventud.

“Retorno a Aztlán”,  fuente: archivo Juan Mora
“Llegué a FAMU en el 68 porque a partir del año 66 la nueva ola francesa, muy cercana a la nueva ola checa, decía que era la mejor escuela de cine del mundo, y los trabajos de cineastas como Chytilová o Forman eran muy celebrados. Entonces, por qué no ir a la mejor escuela de cine del mundo, ¿verdad?”.

Mora recuerda que pudo hacerlo gracias a una beca muy generosa que incluía pasaje, estancia, comida y seguro médico. Y asegura que, ya por ese entonces, lo que más le interesaba del cine checo era que, por alguna razón, los temas concernientes a su lengua y cultura suelen tener resonancia global.

“Una cosa que me pasó aquí en Praga fue que en una clase en FAMU escuché a un profesor decir que la dramaturgia europea había surgido de la crítica del mito griego, entonces yo pensé que la dramaturgia mexicana tenía que surgir de la crítica del mito mexicano”.

Como son mitos muy distintos en su forma, ese fue el disparador para que Mora empezara a interesarse mucho por el de su país y eso lo llevó a la lectura de Carl Gustav Jung que, con su idea de los arquetipos, se convertiría en una influencia fundamental.

Ese trabajo puede verse en “Retorno a Aztlán”, catalogada como la primera película en náhuatl que muestra una prolongada sequía en un antiguo imperio. Mora explica que la idea era realizar una película basada en las maneras narrativas prehispánicas, por lo que tuvo que trabajar durante mucho tiempo con un grupo de historiadores y arqueólogos.

“El cine es como el teclado de un piano: de un lado tenemos lo que se llama ficción, del otro lado tenemos lo que se llama documental. Es el mismo piano y, en el medio, tenemos una serie de escalas que no usamos”.

El rodaje tuvo lugar en dos escenarios principales: una serie de monumentos que quedaron en los alrededores de Tenochtitlan, la arrasada capital de los aztecas, y el Valle del Mezquital, una zona muy seca de México que contaba con las condiciones perfectas para el argumento de la película.

“Y también contribuyó que el día que, según el plan de trabajo, debía llover empezó a llover después de cuatro años, esas coincidencias en el cine son muy mágicas, yo creo que conté con el favor de los dioses prehispánicos”.

Con o sin ayuda divina, Mora aclara que el asunto del idioma fue una de las grandes dificultades que tuvieron que superar. El náhuatl, antes de la llegada de los españoles, era la lengua franca de los pueblos de Mesoamérica. Cuando se impuso el español, el náhuatl se siguió hablando en algunas comunidades pero, lógicamente, fue teniendo distintos cambios porque los idiomas evolucionan. En definitiva, ya no había un náhuatl común. Por eso, por sugerencia del historiador Federico Navarrete, Mora tomó la decisión de hacer la película en el náhuatl clásico que se hablaba antes de la llegada de los españoles. Es decir que el film está hecho en lo que sería una lengua muerta.

Las escalas intermedias

Aunque “Retorno a Aztlán” es una de sus películas más destacadas, su originalidad no es ninguna excepción en la obra de Mora: su carrera cinematográfica se caracteriza, de hecho, por esas exploraciones que parecen ir tensando los límites del séptimo arte.

Juan Mora,  foto: Juan Pablo Bertazza
“Pues es que yo pienso que el cine es como el teclado de un piano: de un lado tenemos lo que se llama ficción, del otro lado tenemos lo que se llama documental. Es el mismo piano y, en el medio, tenemos una serie de escalas que no usamos y entonces el cine es muy joven, tiene poco más de cien años, por qué vamos a decir que ya está todo visto y todo hecho, y que ya los géneros cinematográficos son inamovibles. Eso lo entiendo quizás en la música: en la música barroca, la música medieval y el canto gregoriano”.

Justamente, esa serie de escalas intermedias parecen estar incluidas en La ira o el seol. En ese film Mora yuxtapone el formato de documental y la ficción para contar una serie de historias de sobrevivientes del cáncer. La película tiene también un componente autobiográfico porque el propio Mora se curó de uno a principios del siglo XXI, y mucha gente se acercó para preguntarle qué fue lo que había hecho para lograrlo.

“Una idea que saqué de Praga es la relación más estrecha entre el cine y la música que entre el cine y la literatura”.

Él responde con simpleza que lo que hizo fue lograr una especie de paz interior y cuando uno está tranquilo, el sistema inmunológico funciona para combatir todos los peligros internos. Finalmente, un amigo lo convenció de que hiciera una película al respecto, y entonces se puso a buscar gente con experiencias similares.

“Lo que me llamó mucho la atención es que todos coincidíamos en que el cáncer no es necesariamente una condena de muerte y que puede ser una experiencia muy enriquecedora: es muy duro y se lo pinta como un monstruo pero, como dice una de mis entrevistadas, no es un monstruo, es un maestro. Un maestro muy duro que te enseña qué es lo importante de la vida y por qué vale la pena vivirla”.

Música, cámara y acción

Pero además de sus originales propuestas a la hora de hacer cine, Juan Mora se destaca también por sus dotes de formador. Tuvo entre sus alumnos a los más prestigiosos directores mexicanos de la actualidad, como por ejemplo Alfonso Cuarón, el realizador de “Gravedad” y “Roma”.

Alfonso Cuarón,  foto: Wikipedia / CC BY-SA 2.0
La impronta de Mora en la renovación del séptimo arte mexicano es tal que la asociación mundial de escuelas de cine, que reúne a las 180 instituciones más importantes de los cinco continentes, le dio un premio por su labor académica.

“Me di cuenta de que, pues sí, le he dedicado muchísimo tiempo y muchísima energía y mucha creatividad a esto, y que realmente las películas las he hecho un poco como una vía investigación que está ligada con la enseñanza”.

Actualmente, Juan Mora Cattlet sigue dando Teoría del montaje en la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas de México. En esa materia repasa la historia del cine desde sus comiezos más remotos y les hace ver a sus alumnos que las películas básicamente están compuestas de luz y sombra.

Mora disfruta mucho esta asignatura ya que, además de revisar la historia del cine desde sus comienzos, le gusta mostrar también ciertos callejones que no se siguieron recorriendo. Por ejemplo aquellas exploraciones sonoras del expresionismo alemán de Fritz Lang en obras como M, el vampiro de Düsseldorf, o de Carl Dreyer en La pasión de Juana de Arco.

Mora asegura que esas obras a los alumnos les abren la cabeza y, entonces, se dan cuenta de que hay infinidad de posibilidades no exploradas en la historia del cine.

De esa experiencia como docente pero también de sus años de formación en Chequia habló Juan Mora Cattlet en la charla que dio en el festival PAF de Olomuc.

Fritz Lang,  foto: Wikipedia / Bundesarchiv_Bild_102-08538 CC BY-SA 3.0
“Y mi participación tuvo un poco que ver como emisario del pasado: ¿Cómo era la escuela en ese momento? ¿Cómo era la situación social que rodeaba a esa escuela? Qué me llevé de ese aprendizaje a México y cómo esa aprendizaje, en cierta manera, influyó y formó a los cineastas mexicanos porque yo he sido profesor de casi todos ellos”.

Es así que uno de los renovadores del cine mexicano agradece al día de hoy la importante formación que tuvo en Chequia y explica que hubo sobre todo una idea fundamental que aprendió en Praga y que, en cierta forma, sigue aplicando al día de hoy.

“Una idea que saqué de acá es la relación más estrecha entre el cine y la música que entre el cine y la literatura. La misma carrera se llama Composición de montaje, composición como compositor musical”.

Mora asegura que esa familiaridad del cine con la música es propia de Praga. Y él, como un verdadero puente entre ambas culturas, la fue propagando a los cineastas mexicanos más importantes de la actualidad.