Diego Cano: “Para mí, lo que se impone en la obra de Kafka es la comedia”
En el año del centenario de la muerte de Kafka, el argentino Diego Cano prepara un curso intensivo en el que propone leer y comentar sus libros. En esta entrevista, el también autor del ensayo ‘Kafka, una literatura del absurdo y de la risa’ comparte su mirada sobre una de las obras más destacadas del siglo XX.
En el contexto del centenario de su muerte, se están preparando eventos y homenajes a Franz Kafka que dan cuenta de la vigencia cada vez mayor de su obra literaria, no solo en República Checa sino en varios países del mundo. El escritor argentino Diego Cano, por ejemplo, va a dar un curso integral sobre ese autor, cuya literatura resulta, en su opinión, siempre impredecible. Además de haber publicado varios libros de ficción, Diego Cano es autor del ensayo ‘Franz Kafka. Una literatura del absurdo y la risa’.
“Es mi primer libro de ensayo literario. Entonces, la verdad que viéndolo hoy a la distancia fue una locura porque Kafka es demasiado grande, así que me metí con un autor que implica un gran desafío, quizás justamente por ser el primer libro de ensayos me tomé semejante trabajo aventurero”.
“Kafka es demasiado grande, así que me metí con un autor que implica un gran desafío”.
Por tratarse de un autor que llegó a inspirar ideas muchas veces contradictorias, siente Diego Cano que parte de su trabajo consistió en despejar un poco el terreno de estereotipos para adoptar una hipótesis propia de lectura, aun cuando reconoce que esa postura no es del todo original, ya que había sido formulada antes por diversos autores como los teóricos Deleuze y Guattari y hasta otros escritores argentinos como Jorge Luis Borges y César Aira.
“Para mí, y es lo que está ya en el título del libro, en Kafka hay una idea de absurdo permanente y una construcción ficcional que dispara para muchos lados y eso produce siempre mucho humor. Yo no niego la cosa angustiosa, lo que digo es que para mí no es el eje porque la interpretación que rige en general es la de un Kafka angustioso y maltratado por el padre, una literatura que siempre toca temas trágicos, y para mí lo que se impone es la comedia”.
“En Kafka hay una idea de absurdo permanente y una construcción ficcional que dispara para muchos lados y eso produce siempre mucho humor”.
El hecho de que se lo haya asociado tanto a esa angustia considera que se debe al contexto social de fines de la Segunda Guerra Mundial y a la propia biografía del escritor, ya que muchos de sus compañeros de colegio, al igual que sus hermanas y la propia Milena Jesenská, terminaron en campos de concentración. Al mismo tiempo, opina que la influencia de Max Brod también pudo haber contribuido a ese tipo de lecturas. De todas formas, no deja de llamarle la atención la tendencia a encontrar en su obra un sentido único, cuando el mismo Kafka había expresado en varias ocasiones rechazar los simbolismos y las alegorías.
Todo por que rías
Diego Cano tiene la convicción de que lo que hace interesante y valiosa a cualquier obra literaria es su naturaleza ambigua, algo que en su opinión constituye, justamente, uno de los elementos centrales y más recurrentes en los textos de Kafka.
“Para mí uno de los elementos centrales de su obra que juega con el tema del absurdo es el de afirmar una cosa e inmediatamente después afirmar lo contrario, y en algún punto la verdad viene siempre después del pero; y Kafka está todo el tiempo jugando con eso, a veces incluso sin que haya explícito un “pero” o un “aunque”, se dice una cosa y luego exactamente lo contrario; y eso es una ambigüedad que obliga al lector a estar muy atento y preguntarse cuál es el sentido. Para mí el sentido es, justamente, la ambivalencia, la ambigüedad, la contradicción entre una cosa afirmada que luego se convierte en lo contrario. Y eso está permanentemente en Kafka, con lo cual es muy rico y da para mil interpretaciones que seguirán apareciendo durante muchos años”.
En ese sentido, afirma Cano que hoy no se puede hablar de Kafka sin tomar en cuenta la investigación del biógrafo Rainer Stach, al menos para estar mínimamente al tanto del contexto histórico de su obra y de esas interpretaciones que fue suscitando a lo largo de los años. En cuanto a los textos en sí, comenta que a él, por un tema personal de gustos, no le interesan tanto sus relatos cortos, sino más bien sus novelas. Incluso tiene muy en claro cuál es el libro de Kafka que ningún lector debería perderse por nada del mundo, aunque fuera el único que leyera en toda su vida.
“El castillo. A mí me parece que es el cenit, la cumbre, y es de los últimos, pero ahí el tema de la ambigüedad y la oscuridad de lo trágico y lo cómico está muy condensado. Hay escenas sublimes como la de los dos ayudantes a quienes confunde y llama de distinta manera, los mandan a dormir a un galpón con la que él quiere que sea su amante, y él se da vuelta y ellos terminan acostándose con ella, es una situación con la que es imposible no morirse de risa y, al mismo tiempo, no sabes lo que pasa”.
Otra novela que le parece muy interesante es América. Teniendo en cuenta algunas conductas bastante insólitas de su joven protagonista Karl Rossman, Diego Cano define ese libro como un dibujito animado o una película de Chaplin.
“Llevaba en la valija un salame de Verona. Claro, él viajó tres o cuatro meses, mientras tanto el tío lo contrató, después lo echó, entró y salió del hotel y seguía comiendo el salame de Verona, imagínate el olor a podrido; o sea, esto que me pasa ahora… Lo vuelvo a pensar y es imposible no morirme de risa”.
No hay problema, Franz
Tal como explica en su libro, el absurdo y el humor de Kafka no son exclusivos de América o El castillo, sino que, en su opinión, aparecen también en sus cuentos y en El proceso, lo cual se ve, por ejemplo, en las curiosas descripciones del lugar donde el protagonista va a ser juzgado y en el que, por ejemplo, la gente se pone a colgar la ropa. Pero el colmo del absurdo en contraste con la angustia de ser juzgado aparece, según Cano, cuando el juez levanta unos papeles y se ve que tiene una revista pornográfica.
“Después, sobre La metamorfosis, el escritor argentino César Aira dice que es como Alf, y a mí me parece genial, en el sentido de que aparece un bicho en la familia que empieza a funcionar en esa unidad, y si uno lo piensa es verdad porque él empieza a hablar con la hermana y la hermana lo defiende de los padres, pero entonces ¿es una cucaracha o no es una cucaracha?
Reitera Cano la importancia de la ambigüedad en la obra de Kafka porque el propio escritor no quería que hubiera ningún insecto concreto en la portada, aunque es cierto que en el texto aparece en forma aislada la palabra “escarabajo”.
De hecho, a los pies de la estatua de Kafka de Jaroslav Rona se puede distinguir, precisamente, ese insecto. Aunque Cano nunca ha estado en Praga, es consciente de que, en los últimos años, fueron surgiendo en la ciudad muchos sitios dedicados a la figura del escritor praguense: desde el museo Franz Kafka hasta la cabeza gigante de David Černý, algo que, en su opinión, contrasta con la falta de monumentos y recordatorios en Buenos Aires respecto a Jorge Luis Borges, uno de los primeros difusores, por otro lado, de la obra de Kafka en Argentina.
Un taller para leer a Kafka
Tratándose de un autor que, en su opinión, suele ser mucho más citado que leído, a Diego Cano le parece interesante abordar hoy su lectura con la mayor inocencia posible, es decir, sin tener en cuenta ningún tipo de interpretación o lectura previa. En efecto, esa es la idea central del taller dedicado a la obra de Franz Kafka que comenzará en abril, tendrá una frecuencia de quince días y una duración de cinco meses con un gran objetivo en mente: recuperar la experiencia de lectura de la obra de Kafka.
“Porque la idea es también que los que vengan lean, aunque alguno puede no leer y escuchar, pero la idea es que la dinámica tenga mucha interacción, que el que participa exponga lo que entendió o no entendió, las dudas, lo que sea”.
El programa del taller que dará Diego Cano incluye las obras América, El castillo, El proceso, La metamorfosis, los cuentos y también la famosa Carta al padre. Según sus cálculos, cada uno de los talleristas tendrá la fascinante experiencia de leer 150 páginas de la obra de Kafka cada quince días.