Desde la calle más de 800 000 personas impulsaron el cambio

Foto: Gampe, Wikimedia CC BY 3.0

La primera semana revolucionaria de noviembre de 1989 en Checoslovaquia se caracterizó por las manifestaciones espontáneas de cientos de miles de personas en la Plaza Venceslao y en la Planicie de Letná, en Praga. A ello dedicamos este capítulo de la serie 'Tras las huellas de la Revolución de Terciopelo'.

Foto: Gampe,  Wikimedia CC BY 3.0

Más de 800 000 personas participaron en la mayor protesta contra el régimen comunista checoslovaco, que se celebró en noviembre de 1989 en la Planicie de Letná, en Praga. Pero los ciudadanos se manifestaban todos los días ese fin de año. Las protestas eran pacíficas, aunque estuvieron acompañadas de una gran tensión a la vez que de esperanza.

Václav Malý,  foto: Ondřej Tomšů
Deseando entablar un diálogo político, el Foro Cívico, agrupación abierta creada por la disidencia y otros representantes de la oposición, invitaba a las manifestaciones a representantes, incluido los antiguos, del régimen comunista, entre ellos Alexander Dubček y Ladislav Adamec.

A pesar de los esfuerzos de Adamec por presentarse como seguidor de la política de Gorbachov, los ciudadanos lo rechazaban cada vez más. La gente quería un cambio radical y no sólo un ‘ajuste’ de la política promovida por el Partido Comunista.

El rol de moderador de las manifestaciones le correspondió al obispo católico y signatario de Carta 77 Václav Malý.

En entrevista para Radio Praga Internacional Václav Malý recordó aquellos sucesos, destacando que la multitudinaria participación de los ciudadanos representaba una clara señal.

“Fue una clara señal de que las personas querían un cambio. Ya no se trataba de unos cuantos miles de valientes, sino que se trataba de una inmensa masa de personas”.

”Fue una clara señal de que las personas querían un cambio. Ya no se trataba de unos cuantos miles de valientes, sino que se trataba de una inmensa masa de personas. Y, naturalmente, cuando en algún lugar se junta tanta gente y pide algo que al poder no le gusta, este debe reaccionar”.

De acuerdo con Václav Malý, la situación entonces fue cambiando a cada rato y nadie sabía lo que vendría.

”Nos dirigíamos a lo desconocido. Cuando a comienzos de la semana revolucionaria de noviembre nos dirigimos a la multitud desde el balcón de Melantrich (edificio en la Plaza Venceslao), no sabíamos cómo iba a acabar todo porque el entonces ministro de Defensa Vacek quería mandar al Ejército contra la gente reunida en las plazas. Además, en las proximidades de Praga se reunían las Milicias Populares. La situación era muy confusa. Tampoco sabíamos si la multitud que se encontraba reunida en la Plaza Venceslao nos aceptaría”.

Sin embargo, como contó Malý, se habían preocupado en vano. Las personas que se encontraban en la plaza los recibieron muy bien y con humor, eran amables y disciplinadas. Y eso los motivó a seguir también otros días con las manifestaciones.

Alexander Duček | Foto: Česká televize,  ČT24
Malý recordó como el viernes, una semana después de la intervención brutal de la Policía contra los estudiantes en la Avenida Nacional (Národní Třída), durante una protesta en la Plaza Venceslao, la gente expresaba un gran apoyo a Alexander Dubček, quien antaño había sido uno de los máximos dirigentes comunistas y más tarde se convirtió en símbolo de la llamada Primavera de Praga y de la resistencia contra la ocupación de Checoslovaquia en 1968. En 1970 Dubček fue expulsado del Partido Comunista.

En noviembre de 1989 se había contado al principio que Dubček podría ser el nuevo presidente de la República. Al final asumió la presidencia de la Asamblea Federal.

A la Planicie de Letná fue invitado también Ladislav Adamec, quien no obstante, se enfrentaba a una fuerte crítica por parte de la opinión pública por su poca disposición a respaldar una huelga general.

“Nadie recurrió a las malas palabras, nadie clamó por la violencia o por derrocar a alguien”.

”La gente entonces ya presentía que el régimen se estaba debilitando, por lo que, además de escuchar a algunos oradores, no vacilaban en expresar sus inquietudes y su desacuerdo. Pero nadie recurrió a las malas palabras, nadie clamó por la violencia o por derrocar a alguien. Eso lo aprecié mucho a pesar de que algunos momentos fueron bastante tensos. Entonces sudé al tratar de mantener a esa masa de personas en calma”.

Malý subrayó que a pesar de que existía el peligro de que los acontecimientos de esos días desembocaran en violencia, ya que la situación seguía siendo bastante delicada, en realidad se trató de un cambio de poder pacífico, sin haber sido acordado algo por adelantado.

”Los sucesos transcurrían muy rápido, era imposible que algo se planificara por adelantado. Visto desde la perspectiva actual puede parecer que todo había sido bien premeditado, pero realmente fue una mera improvisación que acabó bien”.

El Foro Cívico prometió por boca de su líder Václav Havel conducir al país hacia unas elecciones verdaderamente libres.

El obispo Václav Malý apuntó que el Partido Comunista no disponía de una personalidad firme y fuerte que entonces pudiera asumir el poder.

“La presión de la gente era ya muy fuerte y ellos realmente esperaban ver rostros nuevos”.

”De pronto quedó patente que dentro del Partido Comunista no había ningún grupo compacto ni tampoco una personalidad que fuera capaz de asumir el poder. Y la presión de la gente era ya muy fuerte y ellos realmente esperaban ver rostros nuevos, no sólo una parte de los rostros viejos que habían visto a lo largo de 20 años. De allí también que el poder fuera entregado de forma pacífica, así que podemos hablar de terciopelo”.

Malý agregó que, sin embargo, en este contexto no usa la palabra ‘revolución’ porque esa palabra implica presión, fuerza y frecuentemente también la violencia. En el caso de Checoslovaquia de finales del año 1989 no hubo violencia, no había lugar para esta, lo que, según insistió el obispo Václav Malý, cabe agradecer a Dios.