De programador a niñero, pasando por empleado de la cienciología

Gustavo Schlaien

Gustavo Schlaien llegó por primera vez a Praga lo tuvo claro: ese era el lugar donde quería emprender la siguiente etapa de su vida. Lo que este programador argentino no sabía es que en la capital checa le esperaban dos curiosas experiencias laborales: cuidar de una niña de cuatro años y dirigir un equipo de trabajo en una empresa inspirada por la cienciología.

Gustavo Schlaien
No podía haber sido un paso más difícil. Gustavo Schlaien tenía en Tel Aviv un trabajo estable y bien pagado, se había adaptado a la sociedad israelí y disfrutaba de un estilo de vida bastante atractivo. Lo dejó todo y aterrizó en Praga sin conocer a nadie, sin empleo y sin dominar el idioma. Un salto sin red.

¿Y por qué precisamente Praga? Gustavo había pasado unas vacaciones en Centroeuropa, en la triada Praga-Viena-Budapest, y al visitar la capital checa sintió que aquel era un buen lugar para continuar su vida.

“Porque no es un lugar pomposo. Tiene castillo y tiene cosas así pero el ambiente es cálido. Las calles comunes son diferentes. Antes de venir acá fui para Budapest y estuve cinco días allá también y me gustó pero no me dice nada. Y llegué acá y quedé fascinado. Cinco días fue nada más”.

Y el comienzo fue ciertamente inusual. Para ahorrar gastos y salir del paso mientras encontraba trabajo, Gustavo aceptó alojamiento a cambio de hacer de niñero para una familia checa. Fue sin duda una de las experiencias más hermosas de su vida.

“Nunca en mi vida cuidé un nene o una nena. En mi vida. Siempre estuve en la parte menos social del mundo, donde hay computadoras y si no funciona, bueno, pero nadie se muere, nadie sufre, nadie se entristece: no importa. Y de allá, de eso a pasar a cuidar una nena de cuatro años para que hable español fue realmente muy interesante”.

Mientras que cuando se estableció en Israel el proceso de adaptación fue más largo y costoso, en Praga Gustavo pronto se hizo con novia, amigos y trabajo. Aunque precisamente, esto último, el aspecto laboral, ha sido lo que a la larga le ha dado más problemas. Gustavo entró a formar parte de una empresa multinacional algo especial, ya que su forma de funcionar estaba inspirada por la corriente religiosa conocida como cienciología.

“Yo cuando entré sabía que estaban medio guiados por eso, y no me importó nada. Pero después llegó ya a un extremo. Nos hacían leer una vez por semana un párrafo de ese Ron Hubbard, te lo aseguro. Es que es una secta la cienciología. Y después hicieron el sistema de pagos de acuerdo a la teoría del tal Ron Hubbard. O sea muchas de las cosas que hacíamos estaban basadas en párrafos de excepciones, de libros, de diversas partes”.

Gustavo Schlaien
Precisamente ese nuevo sistema, que consistía en pagar a los trabajadores por tarea realizada, supuso para Gustavo un fuerte estrés que finalmente le llevó a dejar la empresa. Ahora, aunque desempleado, confía en encontrar pronto un buen trabajo, de la misma manera que lo consiguió rápidamente en cuanto llegó a Praga. Y es que en la filosofía personal de Gustavo Schlaien es clara: todo es posible.

“Cumplir tus metas. Si tu meta es integrarte con el lugar, eso lo vas a cumplir. Si es conseguir empleo, conseguir amigos, los conseguís. Si buscás sociales, siempre encontrás. Si no encontrás lo que estábas buscando es porqué estás buscando en el lugar no indicado. Y eso es diferente. O que no sabés cómo buscar”.

Gustavo no sabe todavía si Praga será el lugar que estaba buscando, si es un sitio para quedarse. Lo que parece evidente es que por ahora se encuentra satisfecho y que viajar y ver cómo se vive en otros lugares siempre vale la pena.

“Te das cuenta de que el mundo está fuera. Está ahí. Te espera. Pero si vos tenés miedo de encontrarlo nunca lo vas a encontrar. Es como cuando estás en un boliche y hay chicas y sí, mira, le hablo o no le hablo. Y si no le hablás no pasa nada, pero si le hablás a lo mejor puede ser la mina de tu vida. Entonces, ese tipo de cosas te esperan ahí”.

Con un carácter tan apasionado y optimista las cosas no pueden torcerse. Mucha suerte, amigo Gustavo, y hasta la próxima.