De llegar a Praga sola y sin dinero a fundar un centro de integración para latinos: la inspiradora historia de Zulay Fonseca
"Mi Tierra" funciona como tienda de productos latinos, centro cultural, casa de idiomas, instituto de baile y mucho más en el centro de la capital checa. Zulay Fonseca, su creadora, nos cuenta su vida de película y cómo se las ha ingeniado para continuar haciendo lo que más feliz la hace: compartir sus conocimientos y ayudar a otros inmigrantes a integrarse.
Hace casi 13 años, una jovencísima Zulay Fonseca brindó su primera entrevista a Radio Praga Internacional. En aquella conversación confesaba que su sueño era convertirse en ingeniera, aunque las clases no le resultaban nada fáciles. También contaba que el baile era su pasión y que no estaba segura de quedarse a vivir en Chequia.
Todo y nada ha cambiado para la Zulay adulta que nos recibe, esta vez, en su local propio, Mi tierra, ubicado en el centro de Praga. Ya es ingeniera, todavía ama el baile y no ha sumado una sola arruga a su rostro, pero sí mucho conocimiento y experiencias. Como sería una lástima que su historia de superación quedara solo en su recuerdo, ha creado este espacio, que funciona como tienda de productos latinos, centro cultural, estudio de baile y mucho más. Un local casi tan multifacético como su creadora.
“Este es un centro cultural latinoamericano, donde tratamos de promover un poco la cultura latinoamericana e hispanohablante. También incluimos el portugués, gracias a Brasil. El objetivo de este sitio es atraer a los checos de una forma distinta, entonces se me ocurrió la idea de explotar la parte gastronómica. Yo pienso que es lo más amigable; como se dice por ahí: les entras por el estómago. Y, a la vez, yo siempre he dado clases de baile. Me he caracterizado, durante estos años viviendo en República Checa, porque doy clases y me encanta bailar. Lo llevo haciendo ya más de 20 años ya. Así que la idea fue poner un lugar dentro de otro, ya que aquí enseñamos español, enseñamos a la gente a cocinar, hacemos diferentes tipos de workshops. También, ahorita vamos a abrir un curso de checo para hispanohablantes, sobre todo es como una labor social que quiero hacer para ayudar a los que realmente lo necesitan, porque yo, cuando llegué aquí, no tenía las herramientas como para aprender checo, sobre todo por la parte económica. Entonces, quiero dar mi parte para ayudar un poco. Tengo un par de personas a las que les estoy dando el curso de checo totalmente gratuito”.
Apoyar a otros inmigrantes para que puedan integrarse al país es una de las funciones principales de este centro cultural. Consejos, asesoramiento, formación, baile y muchas cosas ricas son solo algunos de los beneficios de acercarse hasta el local, ubicado en el 2º piso del centro comercial Černa Růže de la Ciudad Vieja.
“Hemos apoyado a muchísima gente aquí. Al estar recién llegados, no están orientados, se sienten abrumados por todo el cambio, especialmente los que llegan en invierno. O quizás tienen una relación en la que se dan cuenta de que no están cómodos, entonces este espacio me da muchísimo eso de poder ayudar a otras personas”.
Wonder woman
Zulay asegura que, cuando uno es migrante, tiene que aprender a hacer de todo. En su caso, la frase es bien literal, ya que, además de ingeniera, es: bailarina de salsa y samba, organizadora de eventos, profesora de idiomas, emprendedora, chef (aunque dice que no de forma profesional), asesora gastronómica y experta en café.
“Yo soy una amante del café, llevo cinco años estudiando todo sobre el café. He viajado a Colombia, he viajado a México, y a otros países y me he metido de lleno para saber cómo es el proceso de elaboración, sobre todo en Colombia. También hice un curso y soy barista. Hice cursos de procesos de tostado del café, sobre la producción y todo eso. Me encanta. Abrimos nuestra propia marca de café, que lleva también un año más o menos ya. Ya lo tenemos en paquetes y a la venta”.
Además de café de especialidad, Mi Tierra ofrece productos latinos que en un supermercado checo no se encuentran ni por milagro. Tapioca, ají amarillo, mandioca, harina de maíz para las arepas, yerba, alfajores; todos provenientes de su país de origen. Además, venden empanadas y tequeños de elaboración propia. Según Zulay, la pasión por la comida viene de parte de madre.
“Cuando vivía en Venezuela, con ella yo nunca hice nada, ni un huevo. Me malacostumbró muchísimo. Aunque no hubiese nada en la nevera, ella la abría y hacía un menú que tú decías: ‘Pero ¿cómo lo hiciste?’. Y al llegar aquí y no tener los productos, pasé una depresión, totalmente. Los primeros dos años, cuando llegué aquí, no comí una arepa en todo ese tiempo. Y nosotros comemos arepa en el desayuno, el almuerzo, todo el tiempo. De repente, el cuerpo tenía esa ansiedad de comer arepa. Tuve que aprender a cocinar, a rebuscármelas para comer, porque la comida checa es muy pesada. Bajé 5 kilos en un mes, me veía demacrada, porque es que no comía, no podía comer knedlík todos los días. Así que poco a poco fui aprendiendo y logré hacer mi propia improvisación. Yo no soy chef. Me encanta la gastronomía, nada más. Veo todos los capítulos de Netflix acerca de la gastronomía, me compro libros, intento hacer las ecetas, las leo, las estudio, y luego la hago a mi manera”.
Un baile complicado
Antes de terminar la universidad, montar su local propio y hacerse con un nombre digno de confianza, hubo un momento en la vida de Zulay en el que no sonaron ritmos alegres. Era el comienzo de su nueva vida en Chequia y se había dado cuenta de que České Budějovice no era su lugar en el mundo ni su pareja un compañero que la entendiera. Con solo 18 años, no tuvo más opción que tomar a la vida por las manos, hacerle una enchufla doble y comenzar a bailar al son de las complicaciones.
“Tuve que tomar la decisión de separarme, me vine con la maleta, una maleta chiquitita, y 200 coronas sola, sola. No tenía trabajo, no tenía dinero, no tenían qué comer, dónde vivir, nada... Ahora, en comparación, después de 17 años, hay muchísimas ayudas para los latinoamericanos, para los inmigrantes, hay para que aprendas español totalmente gratuito. Hay maneras, hay muchísimo más gracias a toda esa comunidad que llegó hace años. Cuando yo llegué no había nada y, te digo, el baile literalmente me salvó”.
A la difícil decisión de arriesgarlo todo, le siguieron años de sacrificios. Al verla sentada en el cómodo sofá de su local, cuesta imaginar ese largo recorrido. Al final, no hay arrepentimientos.
“No cambiaría nada de nada por todo lo que he vivido, he conocido muchísimas cosas y hoy me siento checa. Yo siempre le digo a la gente: mi cabeza es checa, pero mi corazón y mis emociones son latinas”.
“Mi Tierra se trata de enseñar lo bueno que tenemos en Latinoamérica”, sintetiza su dueña. Que los checos, hoy el 20% de su clientela, descubran los frijoles negros y olviden por un momento los knedlík y los rohlík.
Su sueño es dejar una huella, sea en Praga, Brno, Jihlava o donde la lleve el destino. Quién sabe, en los próximos 13 años, cuando se repita esta nota, si quien la entreviste la escuchará sonreír y hablar de nuevos planes, con una salsa de fondo, o si la charla se pondrá un poco nostálgica, como un tango, revolviendo el pasado y pensando en todos los inmigrantes que habrán recibido su ayuda, que habrán aprendido un baile o un idioma, habiendo hecho de Chequia su propia tierra.