Darina Martykánová, la checa que logró hacer carrera en Madrid enseñando historia española
La historiadora checa Darina Martykánová vive hace veinte años en Madrid donde ha desarrollado una notable carrera académica. En diálogo con RPI, esta especialista en el Imperio otomano y la historia de las profesiones, nos habla de las masculinidades de España en el siglo XIX y establece una interesante comparación entre su país natal y el de adopción.
Aunque vino a dar una serie de clases a la Universidad de Pardubice, hace más de veinte años que está instalada en España. La historiadora checa Darina Martykánová afirma que no siente que haya tenido que adaptarse demasiado a la sociedad española porque considera que tiene un carácter bastante mediterráneo. En todo caso, no niega que haber conseguido un puesto en la Universidad Autónoma de Madrid, donde logró la difícil misión de hacer carrera enseñando historia, incluida la de España, le allanó mucho el camino.
“Entonces no es que cubrí un hueco, sino que les gustaba que hacía historia comparada, historia transnacional, pero, en realidad, la mayoría de mis publicaciones en esa época eran sobre historia de España, aunque de formación soy otomanista, soy experta en el Imperio otomano y sigo trabajando en eso, aunque a veces se solapan esas dos líneas y a veces las cuido por separado”.
Aunque la idea de dedicarse a ese campo de estudio es incluso anterior, Martykánová vivió en la ciudad turca de Ankara, entre 1990 y 1994, desde los doce a los dieciséis años. Luego, durante sus estudios doctorales, viajó varios veranos a Estambul, ciudad en la que hoy mantiene muchos amigos y lazos profesionales. Por su parte, define Turquía como un país muy vivo y en constante batalla cultural. Sin embargo, cuando su destino parecía totalmente sellado en ese aspecto, España se cruzó en su camino.
“En España les vendría bien organizarse alrededor de causas pequeñas, pero sí se sienten más partícipes de los grandes debates”.
Darina Martykánová
“Yo había vivido de adolescente con mis padres en Turquía y nos encantó, y entonces todos nos imaginábamos que lo más probable sería que acabara en Turquía o en Estados Unidos, en los departamentos de historia otomana donde tenía contactos, y lo de España fue al final una casualidad total porque yo no tenía ningún vínculo con España”.
De hecho, recuerda Martykánová que el único contacto que tenía con ese país era haber elegido el español como segunda lengua durante sus años en el instituto. Sin embargo, mientras iniciaba su doctorado, recibió la noticia de que había una plaza Erasmus en la Universidad Autónoma de Madrid y, aunque la idea inicial era ir solo por nueve meses, terminó haciendo allí su tesis doctoral: una comparación acerca de cómo se consolida la ingeniería en tanto profesión moderna en España y en el Imperio otomano. Luego, obtuvo la prestigiosa beca posdoctoral Marie Curie en Alemania y, más adelante, trabajó también en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París.
El juego de las diferencias
Con semejante recorrido, resultan muy interesantes las comparaciones que puede establecer una persona como ella entre su país natal y su país de adopción. En ese sentido, opina que, en Chequia, la política suele ser vista como algo sucio y las únicas esferas de las que vale la pena ocuparse pareciera que son la familia y la actividad económica. En España, por el contrario, entiende que la política suele ser vista como una herramienta de cambio y la gente no duda en salir a la calle para protestar. Sin embargo, sí reconoce que los checos son muy activos a nivel municipal y con frecuencia se organizan, por ejemplo, para salvar un castillo en ruinas.
“Entonces yo creo que, por ejemplo, en España les vendría muy bien organizarse alrededor de causas pequeñas, que esto lo hacen poco, pero luego sí son mucho más activos y los ciudadanos se sienten más partícipes de los grandes debates”.
Darina Martykánová habla seis idiomas: checo, turco, ruso, francés, español e inglés. En la Universidad Autónoma da clases en la carrera de grado de Historia y en la de Estudios Internacionales. En el máster de Historia contemporánea tiene una asignatura sobre las sociedades islámicas y otra sobre imperios extraeuropeos para un público de alrededor de setenta años. Como si todo eso fuera poco, continúa investigando. De hecho, acaba de publicar con su colega francesa Marie Walin un libro sobre las masculinidades en la España del siglo XIX que les llevó cinco años de trabajo y reúne ensayos de varios autores. Una de las primeras conclusiones que arrojó esa investigación conjunta es un claro contraste con respecto a la Europa Central decimonónica.
“Aquí en Europa Central la profesión o el oficio es fundamental para la concepción masculina desde hace bastante, pero en España no era tan esencial y, en efecto, los terratenientes o rentistas, que hoy en día se llamarían a sí mismo ‘emprendedores’, en esa época no necesitaban llamarse de ninguna otra forma: eran terratenientes sin complejos; es decir, no tenían que crearse una identidad en torno a una actividad productiva o laboral”.
En sintonía con esa idea, explica que, en España, era más fuerte la figura del padre de familia que la del hombre proveedor. Luego fueron confirmando, por ejemplo, que la masculinidad no se asociaba con la frialdad, sino con pasiones orientadas a causas colectivas como la patria o el avance de la ciencia. En cuanto al imaginario físico, precisa que, en ese entonces, lo que imperaba era una silueta elegante y bien proporcionada, no el modelo del hombre musculoso que llegaría a España recién en el siglo XX. Otro análisis muy interesante del libro es el que desarrolla Marie Walin sobre el tema de la impotencia sexual.
“Incluso algunos hombres, por mucho estigma que eso conllevara, podían mentir o fingir impotencia porque se querían librar de la mujer con la que no se llevaban bien. Y ese era un tema más jugoso de lo que podía parecer porque, en realidad, era una de las pocas formas que tenía la gente de librarse de un matrimonio no deseado o con el que no se llevaran bien”.
Agrega que había casos en que las dos partes podían ponerse de acuerdo para lograr la tan ansiada nulidad del matrimonio, en un contexto en que las fuertes restricciones católicas la hacían casi imposible. Otro aspecto muy interesante de la investigación es que, si bien suele imperar la idea de que, en el siglo XIX, a nadie le importaba la satisfacción sexual de la mujer, en su opinión, la impotencia del marido sí se consideraba un verdadero problema. No porque importase el placer de las mujeres en sí, sino el desorden social que podía implicar la búsqueda de terceros por parte de mujeres insatisfechas.
“Ahí había esta noción de que si el marido es incapaz de establecer su dominio en ese campo, todo sería un desorden y esa jerarquía tradicional no podrá tener lugar, lo cual generará problemas. Entonces, sin que se tratase de una preocupación por la felicidad de la mujer, sí se preocupaban por ese tema, esas han sido algunas de las cosas que han ido saliendo a la luz”.
Feminismo y trabajo
“Algunos hombres podían fingir impotencia porque se querían librar de su mujer”.
Darina Martykánová
Considera Darina Martykánová que, en España, hubo una coyuntura muy favorable para el desarrollo del feminismo porque muchos sectores políticos y sociales lo utilizaron para desvincularse de la intromisión de la vida privada tan propia del franquismo. En la actualidad, considera que hay en España una ola antifeminista, aun cuando el movimiento sigue muy vigente. En Chequia, por el contrario, nota que ese tipo de conquistas se han visto, muchas veces, como imposiciones del comunismo. No obstante, destaca que las mujeres checas suelen tener una actitud muy independiente frente a su marido y su familia de origen. Otro tema que investiga Darina Martykánová es el modo en que se construye la idea de autoridad de los expertos. En ese sentido, entiende que, en la sociedad checa, los argumentos de los médicos siempre han tenido mucho peso. De hecho, nota cierta continuidad en períodos históricos tan distintos como los de la monarquía de los Habsburgo, la Primera República y hasta el comunismo. Su idea es que como el régimen comunista pretendía tener bases científicas, ofreció mucho poder sectorial a los expertos, incluso a nivel presupuestario.
“Y no es casualidad que Suecia y Checoslovaquia fueron los primeros países que erradicaron la tuberculosis porque, luego de décadas de ‘blablablá’, de repente pusieron dinero, hicieron una campaña con radiografías obligatorias y lo erradicaron rapidito”.
Amor a distancia
Más allá de algunas circunstancias puntuales, Darina Martykánová no siente que existan en este campo tantas diferencias entre España y Chequia. De hecho, opina que, a veces, ciertas apreciaciones en lo que respecta ya a las relaciones de afecto se exageran un poco. Por ejemplo, sostiene que en España se suele creer que las familias centroeuropeas son muy distantes y ella no piensa que sea así. En todo caso, entiende que la diferencia puede radicar más bien en que a las familias españolas quizás les cueste más que sus hijos se vayan a vivir a una ciudad extranjera. Por otro lado, tiene la impresión de que, en su país de origen, es muy frecuente encontrarse con algo que ella misma llama una “creatividad no comercial”.
“La gente aquí es muy activa al organizar el tiempo libre para que sea una actividad lúdica organizada y, sin buscarlo, acabas cayendo en un montón de actividades muy variadas y es verdad que, para alabar también a la sociedad checa, aquí hay una creatividad no comercial: no tienes que pagar a un monitor para que te organice actividades, sino que se organiza todo para que los niños tengan una actividad y se disfracen de dioses griegos o de Pat y Mat, o lo que sea. Eso me parece muy bien, eso ahora lo admiro y me parece muy bien”.
Totalmente instalada en Madrid, a pesar de viajar a Praga con bastante frecuencia, reconoce Darina Martykánová que todavía hay algunas cosas que sigue extrañando de Chequia: las semillas de amapola, por ejemplo, y el hecho de que la vida siempre le ponga adelante, sin tener que hacer nada para buscarla, la posibilidad de echarse una partidita de tenis, vóley o cualquier otro deporte colectivo.
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