Club de la Antigua Praga: “proteger no significa petrificar”
El Club de la Antigua Praga surgió en el año 1900 en respuesta a la famosa demolición que afectó no solo al gueto sino también a otros sitios de la Ciudad Vieja. En esta entrevista, su actual presidente Richard Biegel nos cuenta algunos hitos y decisiones de esta institución que intenta defender la rica historia de la capital checa sin por eso postergar su futuro.
Al igual que la célebre sinagoga del barrio judío, el Club de la Antigua Praga (Klub Za Starou Prahu) es tan antiguo como nuevo. Es que, según nos cuenta su actual presidente Richard Biegel, la organización experimentó un verdadero cambio generacional en el año 2000, cuando la historiadora Kateřina Bečková se convirtió en su presidenta. Y fue, justamente, profundizando en su historia que tuvo lugar la renovación de este club nacido en el año 1900, luego de que la municipalidad de Praga decidiera demoler no solo el gueto judío sino también otros puntos de la ciudad histórica, en especial la parte norte de la Plaza de la Ciudad Vieja. Entre esos acérrimos defensores de la arquitectura de Praga se encontraba el famoso escritor Vilém Mrštík, el autor de ‘Santa Lucia’, una novela citada varias veces por Ripellino en ‘Praga Mágica’, que contaba la trágica historia de un joven de Brno deslumbrado con la capital checa.
“Ellos intentaron detener esas máquinas demoledoras pero no lo lograron porque ya era demasiado tarde y Josefov y parte de la Ciudad Vieja fueron, en efecto, demolidas: alrededor de seiscientos edificios en veinte años. Justamente, Vilém Mrštík fue uno de los más apasionados opositores y escribió una especie de panfleto o ensayo titulado ‘Bestia triumphans’ (1897) donde trata de explicar no solo que los que demuelen son bárbaros, sino que, además, lo hacen en beneficio de algunas pocas personas cercanas al ayuntamiento que pasarían a disponer de esas parcelas”.
“Vilém Mrštík fue uno de los más apasionados opositores de la demolición y escribió el ensayo ‘Bestia triumphans’, donde trata de explicar no solo que los que demuelen son bárbaros, sino que, además, lo hacen en beneficio de algunas pocas personas”.
A Mrštík poco después lo nombrarían miembro honorario y hoy la oficina del club le rinde homenaje con una placa. El motivo es que aquel manifiesto que menciona Biegel inspiró a una serie de artistas, historiadores y arquitectos a crear el Club de la Antigua Praga, que, a grandes rasgos, marcó una verdadera línea divisoria entre quienes querían defender el rico pasado de la ciudad y los que solo veían la posibilidad de obtener dinero con nuevas obras. Biegel acaba de sacar un voluminoso libro sobre aquella demolición (Město v Bouří) y se anima a decir que dicha interna terminó siendo, en algún punto, más dañina para la arquitectura de la ciudad que las numerosas guerras que tuvieron lugar en Praga a lo largo de la historia.
“El club se fundó como reacción al proceso de demolición de la ciudad y hacia el año 1900 no existía una legislación patrimonial, entonces podías comprar lo que quisieras pero no existían leyes escritas que te permitieran poseer algo en modo absoluto, hasta 1958 no hubo una legislación patrimonial real y ante esa situación el Club de la Antigua Praga se convirtió en un centro independiente e importante para la formación de algunas reglas que se oponían a las decisiones de la ciudad”.
Si bien en la actualidad ya existen, por supuesto, legislaciones patrimoniales, áreas reservadas y hasta las protecciones de Unesco, Biegel asegura que todavía hay casos en que esas normas se trasgreden. Pone como ejemplo los trabajos que se están realizando en la biblioteca Clementinum y en la estación de trenes Masarykovo y afirma, por lo tanto, que, aun hoy, la existencia del Club de la Antigua Praga sigue siendo necesaria.
El Club de la pelea
La institución cuenta hoy con ochocientos miembros que tienen a su disposición una publicación cuatrimestral repleta de artículos, investigaciones y análisis históricos. Y si bien asegura que en sus reuniones y charlas no hay nada secreto ni misterioso Biegel cuenta que, a veces, tiene la sensación de que algunos los ven como una especie de grupo masónico, algo que él mismo atribuye al aura de lo antiguo. Sin embargo, asegura que el Club de la Antigua Praga también se interesa mucho en la arquitectura del futuro.
“Ya en sus primeros años, el club estuvo conectado con arquitectos jóvenes que luego se harían famosos por sus obras cubistas y modernas, y cuando nosotros relanzamos el club en el 2000 quisimos mostrar que la arquitectura contemporánea es parte de esta ciudad histórica, aunque siempre desde el diálogo y no desde la controversia. Por eso, quince años atrás decidimos crear un premio para nuevos arquitectos: todos los años hay entre seis y diez candidatos, lo curioso es que la mayoría de ellos no son de Praga porque la ciudad y, sobre todo, el centro suele restringirse a una cierta cantidad de arquitectos internacionales. Brno, por ejemplo, tiene muchos más edificios nuevos, hemos tenido algún ganador de Praga pero si comparas la importancia de la ciudad con la cantidad de arquitectos el balance es triste”.
Y fue justamente otro reconocimiento, en ese caso el Premio Europeo para la Protección de Monumentos Históricos lo que en junio de 1990 les permitió reconstruir el corazón del Club de la Antigua Praga: una hermosa librería que casi llega al Puente de Carlos y, de hecho, comunica a una de las torres del lado de Malá Strana. Allí la institución cuenta con oficinas y salas de reuniones que, además de su valor histórico, cuentan con impresionantes vistas de la ciudad.
“Nuestra sociedad no es dueña de la librería, que pertenece al distrito de Praga 1, pero estamos en la torre desde 1927, desde esa época tuvimos la oficina en el primer piso y en el hall principal del segundo, esos salones tienen mucha historia pero el negocio y el hall del primer piso en realidad estuvieron vacíos hasta el año 1989 porque ahí había una oficina de la policía secreta que controlaba el Puente de Carlos”.
Justamente para entender Malá Strana, Biegel recomienda el libro de Karel Pecka ‘Malostranské humoresky’ que también tiene una versión cinematográfica y muestra muy bien ese clima de aldea vigilada por la policía secreta. En cuanto a los suburbios de Praga, entiende que el libro que mejor los describe es ‘Tierno Bárbaro’ de Bohumil Hrabal con sus personajes y bares pintorescos y esa sensación tan fuerte de que el tiempo se detuvo. En cuanto al controvertido tema de la Columna Mariana que volvió a instalarse en 2020 aunque sin los ángeles, cuenta Biegel que ellos decidieron mantener una posición neutral porque tenían miembros que estaban muy en contra pero también muchos católicos ilusionados con esa posibilidad. Pero si bien en sus conferencias, reuniones y artículos se ocupan mucho del centro de Praga, asegura Biegel que una de las características que da identidad a la capital checa es la fuerte interacción del centro con otras zonas de la ciudad.
“Praga no es solo el centro, sino también sus zonas históricas e incluso los nuevos barrios construidos en los años 50, 60 o 70, ese es el poder de la ciudad: no se trata solo del centro o de preservar un lugar petrificado, sino que esas zonas alrededor le otorgan su energía y ofrecen, a la vez, un marco de belleza y vida. Praga es una ciudad muy concéntrica donde todo está muy bien conectado en el sentido urbano, histórico, arquitectónico y se puede sentir esa armonía gracias al modo en que algunos paisajes de Petřín o Žižkov impactan en la ciudad y, si bien es cierto que Praga no se limitó a su forma medieval o barroca y fue cambiando a lo largo del siglo XIX y XX, lo interesante es que esas intervenciones siempre respetaron el diálogo entre arquitectura, ciudad, paisaje y conjunto, eso es lo que debemos entender: que proteger no significa petrificar”.
En ese sentido, opina Biegel que uno de los sitios que mejor interactúa con el resto de la ciudad es Ďáblice y, por el contrario, no lo convencen algunas zonas en Karlin o Žižkov que, en su opinión, son tan disruptivas en sus proporciones y estéticas que no parecen tener en cuenta ese diálogo que cada generación debería seguir sin dejar de aportar lo suyo. Y en cuanto a los locales de McDonald’s o Starbucks asegura que le molestan tanto que hace como que nos los ve, mientras que su bar favorito ya no existe pero era Řetězová, un sitio muy emblemático con un amplio sótano en el que se organizaban todo tipo de encuentros culturales.
La broma
El Club de la Antigua Praga volvió a ser noticia hace apenas unos meses cuando su miembro Milan Patka descubrió que la restauración de calendario del reloj astronómico en 2018 se había tomado algunas libertades excesivas.
“Praga es una ciudad muy concéntrica donde todo está muy bien conectado en el sentido urbano, histórico y arquitectónico”.
Como consecuencia, se abrió un sumario contra Stanislav Jirčík, el artista a cargo y el reclamo es que se pague todos los costos. Para Biegel la anécdota surgió justo en un momento en que se advierte cierta pérdida del sentido de los símbolos y el desapego de gran parte de la gente hacia monumentos y estatuas de la ciudad que homenajean a grandes personalidades de la cultura y la política checas. Sin embargo, entiende que una excepción a esa tendencia es quizás la estatua de San Wenceslao y, justamente, el reloj astronómico. No solo porque se convirtió en un emblema de Praga sino también porque esas modificaciones fueron tomadas como una verdadera blasfemia despertando una reacción muy crítica y espontánea contra algo que, tal como se supo después, se trató en realidad de un chiste.
“Hubo una clara intención de intervenir y reemplazar esas figuras simbólicas por parte de gente de Brno lo cual es un buen chiste teniendo en cuenta cierta animosidad que existe entre las ciudades de Brno y Praga”.
Lo interesante es que el vínculo entre Praga y Brno atraviesa, entonces, la existencia de este histórico organismo fundado en el año 1900: desde aquella fascinación por la ciudad de las cien torres que sentía el joven protagonista de Brno en la novela de Vilém Mrštík hasta esa broma que, luego de varios años, descubrió, justamente, un miembro del Club de la Antigua Praga.