Checos y el imperio de los Habsburgo:de la lealtad a la ruptura- I
Los checos se formaron como una nación moderna en el siglo XIX cuando su territorio era parte del imperio centroeuropeo de la dinastía de los Habsburgo. Ellos recorrieron el camino desde la lealtad a la Casa de Habsburgo hasta la definitiva ruptura con ella, que culminó con la proclamación de la Checoslovaquia independiente el 28 de octubre de 1918.
Existen curiosas pruebas del afecto popular al emperador Francisco I. Un patriota checo que recogía las tradiciones populares, registró una muestra de índole anecdótica:
De la ingenua creencia en la bondad del monarca surgió entre los campesinos el rumor de que el emperador había mandado pagar al pueblo indemnizaciones por los daños sufridos en la contienda con Napoleón.
La gente contaba que los funcionarios se habían quedado con el dinero y cuando los campesinos preguntaron por él, los rechazaron de mala manera.
En una aldea se aprovechó del rumor un estafador, prometiendo a los campesinos presentar su queja al monarca. Era un veterano militar y los vecinos le creyeron a pies juntillas que había conocido al emperador cuando estaba en la tropa.
Los lugareños reunieron el dinero para sufragar el viaje del falso mensajero a Viena, capital del imperio. Sin embargo, el pícaro lo derrochó en alegres juergas en Praga y después de su regreso al pueblo contó a los vecinos una serie de mentiras sobre la supuesta cariñosa acogida que le había dispensado el emperador.El monarca era retratado como un hombre campechano que se portaba en su palacio de la misma manera como lo hacían los lugareños en sus casas.
El pícaro veterano contó a los estupefactos campesinos cómo había sido amablemente atendido por la pareja imperial:Cuando entró en el aposento la emperatriz, el emperador corrió a su encuentro, diciéndole:Mira, vieja, es nuestro conocido de Bohemia. -¿Ud. tendrá hambre, no?- Dale algo de comer. La emperatriz sacó del horno una fuente con un trozo de ganso asado que les había quedado del almuerzo y después mandó a la criada ir con un jarro por la cerveza.
La historia pone en evidencia que a principios del siglo XIX el pueblo checo veía al monarca como una figura cercana y bondadosa. Se ha conservado también un testimonio de la escritora Karolina Světlá que recordaba que en su infancia los vecinos de la calle Poštovská, en Praga, hablaban sobre las supuestamente tranquilas veladas en la corte de Viena. Se imaginaban cómo el emperador leía el periódico y meditaba de cómo mejorar la vida de sus súbditos, mientras la emperatriz tejía medias para los nietos.
Esta imagen se debía probablemente al hecho de que la corte de Viena no llevaba una vida aparatosa. Era una corte de burócratas.El emperador era el primer burócrata del imperio. Trabajaba en su oficina como el vecino de al lado.
Así también era retratado. En el palacio de Ctěnice, en los alrededores de Praga, es posible ver una litofanía- imagen transparente en porcelana-, fabricada en 1834 en Bohemia Occidental, que representa al emperador Francisco I sentado en su austero despacho y estudiando unos documentos. Semejantes piezas decoraban los hogares de los súbditos.
En el siglo XIX incluso la clase culta checa no concebía la vida fuera del imperio de los Habsburgo. Los checos ilustres, como el historiador František Palacký, tenían poderosos motivos para respaldar la existencia del imperio centroeuropeo.
Cuando empezaron a reflexionar en los años cuarenta de ese siglo sobre el futuro de la nación checa, comprendieron que la monarquía de los Habsburgo representaba una garantía de supervivencia de las pequeñas naciones eslavas, como la checa, frente al expansionismo alemán, frente al proyecto de la Gran Alemania.
En el año revolucionario de 1848 se reunió en Francfort la Asamblea Nacional alemana que elaboró el proyecto de la unificación de Alemania, en aquella época dividida en una serie de pequeños Estados. El proyecto suponía la incorporación de Austria y del territorio checo a la Gran Alemania. Los checos desaparecerían en el mar germano.
František Palacký rechazó el proyecto y defendió la importancia de la monarquía de los Habsburgo no sólo para los checos, sino también para toda Europa.
Palacký fue clarividente. La monarquía se desmoronaría en 1918. Veinte años después, en 1938, Hitler empezaría a llevar a cabo el plan de la Gran Alemania, incorporando al Reich sucesivamente Austria y Checoslovaquia.
La mayor parte de la sociedad checa se identificaba en 1848 con la postura de Palacký de que el imperio austríaco protegía a los checos ante los peligros que pudieran sobrevenir tanto de Occidente como del Este.
El historiador escribió estas premonitorias palabras:
” ¡Imagínense el imperio austríaco dividido en una cantidad de repúblicas y republiquitas! ¡Qué buena plataforma para la monarquía rusa universal!”
También esta premonición de Palacký se cumpliría en Europa Central. Después de la derrota de Hitler, en 1945, las pequeñas repúblicas centroeuropeas, sucesoras del imperio austríaco, como Checoslovaquia, caerían todas en la órbita rusa.
En el año revolucionario de 1848 la monarquía de los Habsburgo estuvo a punto de desplomarse. Los checos la apoyaron, pero su fidelidad no fue recompensada,no fueron tomadas en consideración sus aspiraciones.
Los patriotas checos pedían la transformación del imperio austríaco en un Estado federalizado y constitucional que otorgase a las naciones que lo conformaban, el máximo grado posible de autonomía.
La élite intelectual checa pensaba sinceramente que el ordenamiento federal era ventajoso tanto para los checos y otros pueblos eslavos, como para la propia Casa de los Habsburgo.
Pero el joven monarca Francisco José I optó por el camino contrario. Empezó a recortar las libertades cívicas conquistadas en 1848 y a fomentar el centralismo.
Según el nuevo monarca, el futuro pertenecía a un imperio austríaco centralizado, regido por la mano firme del emperador, donde los pueblos manifestasen sus aspiraciones nacionales sólo en el campo cultural.El historiador František Palacký volvió a expresar en su tratado político “Idea del Estado austríaco”, publicado en 1865, que la federalización era el único camino para la supervivencia del imperio de los Habsburgo.
Al rechazar la transformación del Estado austríaco en una federación, el emperador y el gobierno de Viena tomaron el rumbo que conducía a su propia perdición, advertía Palacký.
A pesar de la indiferencia de Viena hacia sus aspiraciones autonómicas, los checos volvieron a manifestar su lealtad hacia la Casa de los Habsburgo durante la guerra contra Prusia, en 1866.
Una vez más no fueron recompensados y la ingratitud de Viena fue el detonante del gradual proceso de ruptura entre la monarquía austríaca y el pueblo checo. De eso les contaremos en la próxima edición del espacio de Radio Praga Legados del pasado- testimonios del presente.