Caos, tiroteos y nervios de acero; la evacuación de Kabul contada por el embajador checo
El embajador checo en Afganistán, Jiří Baloun, relató la odisea por la que tuvieron que pasar él y todos los evacuados a la República Checa para abandonar el país tomado por los talibanes. Destrucción de documentos, caos, tiroteos, móviles que no funcionaban y, ante todo, minutos que valían oro para salvar la vida a familias enteras.
Cuatro días pasaron sin dormir tanto el embajador checo en Afganistán como los miembros del equipo de seguridad o los del propio gabinete de crisis que desde Praga también coordinaba la operación de evacuación que finalmente hubo que realizar en cuestión de horas.
El embajador Jiří Baloun, general de división en la reserva de las Fuerzas Armadas checas, explicó en rueda de prensa este jueves junto al primer ministro, Andrej Babiš, y el ministro de Relaciones Exteriores, Jakub Kulhánek, cómo vivió en primera persona las horas críticas de la retirada de Kabul. La embajada contaba con un plan de evacuación desde antes, dijo, pero las previsiones de la comunidad internacional con respecto al avance talibán, era que Kabul caería en meses, que rápidamente fueron convirtiéndose en semanas, días y horas, relató.
“Tuvimos una reunión de la OTAN en la que parecía que podría darse una situación así dentro de meses. La semana pasada hubo otra reunión en la que los estadounidenses dijeron que reduciría los efectivos, y con ello el nivel de seguridad, en la conocida como Zona Verde, donde se encontraba la mayor parte de la comunidad internacional. Empezamos a trazar nuestros planes, porque sabíamos que contábamos solo con algunos días. Al día siguiente hubo una reunión extraordinaria en la que se dijo que tendríamos hasta el 31 de agosto para irnos o incluso antes. Al otro día, el pasado sábado, llegó un oficial de la embajada de Estados Unidos y dijo que, por desgracia, sería el 20 de agosto. Se marchó y a los 30 minutos recibimos una comunicación urgente de que esa noche se cerraría la barrera de seguridad que hay a unos veinte metros de nuestra puerta. Pero vimos que nuestro vecino Ahmad Masud ya se había ido de casa, que estaba llena de personas armadas. Nos habíamos quedado sin protección y tuvimos que rehacer todos nuestros planes sabiendo que teníamos apenas unas pocas horas”.
De esta forma comenzó la evacuación en dos fases. En la primera volarían a Praga los empleados del Ministerio de Relaciones Exteriores. En la segunda, los colaboradores afganos con sus familias. En la noche del sábado el equipo de seguridad llevó a los dos diplomáticos checos al aeropuerto y volvieron a la embajada para destruir la documentación que no querían que llegara a manos de los talibanes.
Esa misma noche, recibieron la información de que el primer vuelo checo ya estaba esperando en Bakú el permiso para poder aterrizar en Kabul. Los aviones tenían que hacer escala en cualquier caso antes de llegar a Afganistán, ya que en el aeropuerto de la capital escaseaba el combustible y había que repostar antes de llegar. La República Checa eligió para sus escalas el aeropuerto de Bakú, en Azerbaiyán, tanto a la ida como a la vuelta.
Los trabajadores de la embajada fueron de los primeros en poder acceder al aeropuerto. Después la situación comenzó a complicarse extraordinariamente, pero todas estas personas ya estaban en la terminal. El primer vuelo de evacuación checo, a pesar de varias horas de retraso, también fue de los primeros que pudieron salir de Kabul.
El lunes, mientras se preparaba el segundo vuelo con los colaboradores afganos y sus familias, la situación se volvió de absoluto caos en el aeropuerto, explicó Baloun.
“Imagínense la situación de caos en la terminal con miles de personas corriendo de un lado para otro, entremedias pasaban cientos de marines estadounidenses fuertemente armados y que, de alguna forma, conseguían organizar un poco todo. Eso fue al final, al principio eran los militares turcos quienes lo hacían. Además, estaban nuestros soldados, que llevaban a la gente desde la barrera hasta la terminal, que estaba a kilómetro y medio o dos kilómetros de distancia. Todo esto, por supuesto, en el caos, con tiroteos, helicópteros volando y las operaciones habituales del aeropuerto”.
A todo ello había que sumar las dificultades para comunicarse, prosiguió Jiří Baloun.
“La red de telecomunicaciones era muy débil. Esto quiere decir que una de cada dos llamadas no se producía y la que sí se producía, se cortaba, así que la información era muy incompleta. Sucedió varias veces que la gente, sin ser llamada, se dirigía al aeropuerto y luego intentaba comunicarse con los órganos correspondientes o con nuestros números. Algunos lo consiguieron y en otros no”.
En esas horas de caos, varios afganos murieron y cuatro trabajadores de otros países o de la OTAN fueron heridos de bala, recordó Baloun. Las operaciones del aeropuerto se detuvieron y se cerró por completo el acceso a la terminal. El segundo avión checo, ya en vuelo a Afganistán, tuvo que dar media vuelta y esperar en Bakú a que las tropas estadounidenses controlaran la situación. Por la noche, el aeropuerto reanudó su actividad.
Seguramente, la sólida carrera militar de Baloun resultó de gran ayuda en los días que duró la operación, tanto en la planificación, como en la realización del plan, las negociaciones con tropas de otros países, o en la propia actitud a la hora de afrontar una situación de semejante peligro. Pero Baloun también destacó la sangre fría y la aportación serena de la otra diplomática de la misión checa, la administradora de la embajada, a lo largo de toda la operación.
El embajador agradeció repetidamente el trabajo del equipo de seguridad checo, que consiguió que todos los afganos que estaban en la lista de evacuados llegarán finalmente al aeropuerto, a pesar de que tras las barreras del aeropuerto se agolpaban miles de personas desesperadas. Y entre estas personas y las barreras, cientos de talibanes que controlaban a todo el que llegaba.
Baloun destacó también la gran colaboración por parte de las tropas estadounidenses y turcas, encargadas del tránsito al aeropuerto y de quién pasaba la barrera y podía llegar finalmente a la terminal. Una colaboración basada en la confianza mutua, dijo. Finalmente, a diferencia de lo que está sucediendo a otros países, asegura el embajador, todas las personas que la misión diplomática checa llevó al aeropuerto, pudieron volar, e incluso alguno que no estaba en la lista, después de pasar con éxito todas las verificaciones de identidad y seguridad. Para todo ello, en la última fase de la evacuación, las negociaciones del equipo checo tuvieron que hacerse, por desgracia, dijo Baloun, hasta con los propios talibanes.
El embajador volvió a Praga en el segundo vuelo, con los colaboradores afganos y sus familias y con todos los miembros de los cuerpos de seguridad checos que habían actuado en esas horas críticas. Estas fueron remplazadas por otras frescas llegadas en el mismo avión desde Praga. Ese era el plan original, ya que sabían desde el principio que para entonces ya llevarían seguramente varias noches sin dormir y estarían al límite de sus fuerzas, como, efectivamente, así fue. Esta unidad de remplazo continuó con la operación para preparar el tercer y último vuelo de evacuación checo.
El embajador califica de gran éxito todo el proceso, tanto por la rapidez en la que se llevó a cabo, como por la eficacia.
Como buen militar, Baloun no olvidó retirar de la embajada tanto la bandera checa como las de la OTAN y la Unión Europea, así como el escudo checo y el letrero “Embajada de la República Checa” que hasta el pasado sábado podía leerse en inglés y pastún al acceder al edificio. Con orgullo, mostró Baloun esa bandera checa en la rueda de prensa este jueves.