Budyne, castillo de los alquimistas
¡ORO, ORO, FINALMENTE HE OBTENIDO EL ORO! Este jubiloso grito resonó hace siglos en el castillo de Budyne que hoy visitaremos. Así lo narra por lo menos una leyenda inspirada por la existencia de talleres de alquimia en el castillo. Confesamos que durante nuestra visita al laboratorio de alquimistas en el castillo de Budyne no encontramos el secreto de cómo transmutar el metal común en oro, pero rescatamos para Uds. del polvo y limpiamos de las telarañas una receta para la preparación del AQUA VITAE, el agua de la vida, capaz de resucitar a un muerto.
Por la cuenca del río Ohre pasaba una importantísima ruta comercial, denominada "Ruta de Oro", que posibilitaba el intercambio entre los mercaderes nórdicos y los árabes. Según el cronista Kosmas, en esa arteria comercial fue edificado un castillo de madera para proteger un vado en el río Ohre. Así surgió en el siglo 9 el primer asentamiento que se convertiría en la futura ciudad de Budyne.
De las fuentes se deduce que por el lugar pasó el mercader árabe de origen judío y embajador del califa de Córdoba, Ibrahim Ibn Yákúb, quien en el siglo X cruzó el río Ohre por un puente. El comerciante árabe-judío nos dejó un valioso testimonio sobre Praga.
El castillo de madera construido en Budyne fue propiedad de los monarcas checos. A principios del siglo 13, el rey Premysl Otakar I mandó edificar en su lugar un castillo de piedra, en estilo gótico, rodeado por un foso de agua. El soberno Juan de Luxemburgo vendió el castillo a la familia noble de los Zajíc.
Quien se acercase a mediados del siglo 16 al foso de agua que rodeaba el castillo de Budyne podía escuchar la voz del "dragón de Budyne": Era un cocodrilo que el hidalgo Jan Zajíc de Hazmburk había traído de su viaje a Egipto y a la Tierra Santa. Hoy en día, el dragón disecado cuelga en el interior del castillo de Budyne. Los historiadores sostienen que es la pieza disecada más antigua de Europa Central.El castillo de Budyne conoció el máximo esplendor durante el gobierno de Jan Zbynek Zajíc de Hazmburk, consejero imperial y un típico magnate renacentista. En el castillo, convertido en una lujosa sede, dotada de una riquísima biblioteca, hospedó a muchos sabios.
Entre los ilustres huéspedes encontramos al célebre astrónomo danés Tycho de Brahe que dedicó al señor Zajíc de Hazmburk su obra "Astronomia instauratae mechanica".
El magnate se interesaba apasionadamente por la alquimia y alardeaba de gastar en experimentos alquimistas más recursos que el emperador Rodolfo II. El señor Zajíc de Hazmburk instaló en el castillo de Budyne un labotaroio de alquimia en el que trabajó desde 1580 hasta su muerte en 1601 el alqumista de más méritos en la historia de la alquimia checa: Bavor Rodovský.
A la estancia del alqumista en Budyne se refiere la siguiente leyenda: ¡ORO, ORO, FINALMENTE HE OBTENIDO EL ORO! Este jubiloso grito resonó en el laboratorio de alquimia en el castillo de Budyne un domingo al filo del mediodía. El alquimista Bavor Rodovský echó a correr por el castillo, repitiendo, excitado: "¡He obtenido el oro!" Y poco tiempo después tuvo lugar en el castillo un opulento banquete para celebrar el trascendental descubrimiento.El banquete fue presidido por el propio señor Zajíc de Hazmburk que mandó fundir del oro obtenido por el alqumista varias estatuas. El magnate ordenó esconder el tesoro en los subterráneos difícilmente accesibles del castillo de Budyne. Y después el noble mandó esculpir una estatua de alquimista y colocarla en un lugar estratégico para que vigilara el tesoro escondido.
La estatua del alquimista está instalada hoy en día bajo un dosel de piedra en una esquina de la torre del castillo, pero guarda silencio sobre el tesoro escondido.
Durante los veinte años que gozó de la hospitalidad del señor Zajíc de Hazmburk, Bavor Rodovský escribió en el castillo de Budyne los tratados titulados "Sobre el Perfecto Arte Químico", "Discursos Filosóficos" y "Alquimia Checa", obras en las que resumió los conocimientos científicos de la época.
A pesar de lo que dice la leyenda, Bavor Rodovský fracasó en la alquimia práctica. No obtuvo el oro artificial y tampoco la piedra filosofal y el elixir de la juventud. Decepcionado, se enfrascó en la culinaria y escribió en Budyne una magnífica obra titulada "Culinaria, o libro sobre diversos manjares." Es prácticamente el primer libro de cocina checo y sigue siendo editado.Además de Bavor Rodovský trabajaron para el señor Zajíc de Hazmburk muchos otros alquimistas. Con su generoso mecenazgo y el espléndido estilo de vida el noble se endeudó de tal manera que tuvo que vender paulatinamente su patrimonio. El resto fue embargado en 1613 a instancias de coléricos acreedores judíos.
El admirado magnate Zajíc de Hazmburk tuvo que huir secretamente del castillo de Budyne y refugiarse en Praga donde murió indigente a la edad de 46 años.
Hoy en día el visitante puede bajar a los subterráneos del castillo de Budyne y recorrer los auténticos recintos donde realizaban sus experimentos los alquimistas al servicio del generoso señor Zajíc de Hazmburk.
Sumergidos en la penumbra, vemos un horno alquimista con su fuelle de cuero, una mesa con un tratado de alquimia y un siniestro cráneo, alambiques, potes, retortas y tenazas...
Para dar a los visitantes una impresión de autenticidad, los objetos del laboratorio de alquimia se mantienen en desorden y en el recinto no se limpian la telarañas. Cuando en los subterráneos del castillo de Budyne trabajaban los alquimistas, las mujeres tenían vedado el acceso al laboratorio. No se limpiaba.En el laboratorio subterráneo rescatamos del polvo y limpiamos de las telarañas una receta del alquimista y cocinero Bavor Rodovský para la preparación del AQUA VITAE, el agua de la vida:
"Si quieres preparar una buena aqua vitae, toma una buen aguardiente y asimismo los condimentos que a seguir enumeramos: salvia, nuez moscada, canela, pimienta negra, ajenjo, pasas, azúcar, anís, enebro y cáscara de naranja. Todos estos ingredientes se reducirán a polvo, mezclarán con miel y disolverán en aguardiente. Si no tienes aguardiente, basta un buen vino italiano. Déjalo reposar durante treinta días en un recipiente bien cerrado y después destila con cuidado."