Botones a presión, el broche dorado
El empresario Jindřich Waldes y el mecánico Hynek Puc lanzaron una de las marcas más legendarias del país: Koh-i-noor, que se hizo famosa en varios países del mundo gracias a sus prácticos y distinguidos botones a presión que aún se siguen usando.
Aunque ya existían productos similares en otros países del mundo, no es exagerado decir que Jindřich Waldes y Hynek Puc fueron los primeros en profesionalizar la producción en serie de los famosos botones a presión que, en la actualidad, utilizamos a diario para abrochar abrigos y camisas. Ambos venían de trabajar juntos en una empresa anterior y el primero de julio de 1902 fundaron la empresa Waldes & Co., que empezó como un pequeño taller ubicado en el barrio de Karlín que, en ese entonces, no pertenecía a Praga. La modesta compañía de Jindřich Waldes, un ex vendedor ambulante, y el mecánico Hynek Puc fabricaba en forma manual pequeños objetos metálicos como botones y cierres a presión. Sin embargo, según explica Hanna Králová, investigadora del departamento de Ciencia y Tecnología del Museo Técnico Nacional, hubo un aporte de Puc que marcó un antes y un después en la historia de esta empresa.
“Hynek Puc fue el inventor que creó una nueva máquina que empezó a producir los botones ya no en forma manual sino mecánica, era mucho más rápida y eso permitió a la compañía instalarse en el mercado porque la producción creció de manera absoluta”.
Hynek Puc tenía formación de ingeniero, aunque no llegó a recibirse, y tuvo varias ideas más que resultaron, en su momento, muy útiles. Según Králová lo interesante es que formó una excelente dupla con el empresario Waldes que, si bien no tenía educación formal, era muy talentoso y había ganado mucha experiencia viajando por el mundo como agente de negocios, además de manejar perfectamente los idiomas checo, alemán, inglés y francés.
“Jindřich Waldes era un hombre de negocios, era el hombre que tomaba las grandes decisiones que hicieron crecer cada vez más a la compañía, es decir que se trataba de una muy buena sociedad entre el empresario y el trabajador”.
El fenomenal éxito a partir de ese cambio paradigmático de producción trajo, como consecuencia, algo imprevisto: el espacio de la fábrica se vio a tal punto desbordado que, en 1907, los socios tuvieron que mudarse a Vršovice, que, en ese momento, tampoco era parte de Praga. Así nació la famosa marca Koh-i-noor con esos emblemáticos botones a presión que pronto fueron patentados y potenciados con distintas estrategias de venta. Koh-i-noor quiere decir en persa “Montaña de luz” y es uno de los diamantes incluidos en la corona británica que aparece, por ejemplo, en una novela de Agatha Christie. Lo interesante es que el uso de ese nombre originó una disputa legal que se extendió entre 1936 y 1941, con resultado favorable para el empresario Jindřich Waldes que pudo seguir usando el nombre. A su vez, la palabra Waldes desapareció definitivamente del nombre de la compañía en 1946.
“Hay dos compañías con el nombre Koh-i-noor, una de las cuales se fundó en Viena y luego se estableció en České Budějovice en el sur de Bohemia, se trata de la compañía de los famosos lápices amarillos que luego pasó a llamarse Koh-i-noor Hardtmuth. Por otro lado, Waldes usó ese mismo nombre como marca de sus botones a presión y otros tipos de broches; es decir que cada uno tenía la marca registrada”.
Ese fue precisamente el veredicto de aquella extensa disputa legal: Waldes podía seguir usando el nombre porque se trataba, en efecto, de dos negocios y mercados muy distintos, representados por dos compañías distintas que, curiosamente, siguen existiendo en la actualidad. El de los botones a presión no es, por supuesto, el único producto de la empresa, pero sí el más emblemático.
“Fue un producto muy significativo gracias al cual la empresa se dio a conocer en el extranjero, incluso gracias al famoso logro de la mujer con un botón en su ojo que realmente llegó a ser muy importante”.
El autor de aquel logo que menciona Králová fue el pintor František Kupka, de quien Waldes era nada menos que mecenas. Králová cuenta que la creación en sí de ese innovador y muy conocido diseño, cuyas pinturas al igual que otras obras de Kupka pueden verse en la Galería Nacional de Praga, tiene cierto halo mítico. Por otro lado, en el museo de bijouterie de Jablonec nad Nisou es posible encontrar antiguos ejemplares de botones a presión.
“Algunas leyendas hablan de eso, aparentemente la idea surgió durante un viaje de Jindřich Waldes a Estados Unidos, en el barco había miembros de la empresa y un grupo de actores estadounidenses y esta mujer de repente puso ese botón sobre su ojo y Waldes justo la vio, le gustó y mandó a hacer ese logo, pero no existen documentos que prueben esa historia así que es solo una leyenda más”.
Es decir que puede que sea cierta tanto como que no, concluye Hanna Králová, que se especializa en un campo fascinante: la historia de los negocios, marcas y empresas y sus efectos en la sociedad. De hecho, lleva escritos varios libros sobre distintas empresas y, en estos días, está terminando precisamente una biografía sobre Jindřich Waldes en colaboración con Martin Sovák, un historiador que trabaja en el Archivo Regional de Praga.
“Conocí a Martin Sovák, que había escrito algo sobre Jindřich Waldes, hablamos y nos pusimos de acuerdo en hacer esta biografía porque prácticamente no existe nada acerca de esta compañía que, aún hoy, continúa trabajando en Praga, y creo que es muy interesante por lo que, al menos, decidimos hacer algún aporte”.
El libro va a aparecer este año en checo y ya están preparando una edición en inglés. Králová explica que uno de los aspectos que más la sorprendieron durante la investigación fue la escasez de documentos oficiales sobre la vida de Waldes y, quizás por eso mismo, la enorme cantidad de leyendas que rodean su figura, a tal punto que muchos datos sobre la empresa o sus estudios que, en general, se daban por ciertos ellos no pudieron confirmarlos. Asegura Králová que, en su momento, su nombre fue muy conocido entre los checos. Jindřich Waldes se negó a abandonar el país e incluso participó en la resistencia contra los nazis. En 1939 fue arrestado por la Gestapo pero su familia logró negociar un rescate que le permitiría desarrollar negocios únicamente en Estados Unidos. Sin embargo, en pleno viaje, y en circunstancias sospechosas que nunca fueron del todo aclaradas, el empresario que armó un verdadero emporio con los botones murió en Cuba.
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