Bohuslav Martinů, exiliado vitalicio que añoraba las fuentes de la Meseta Checomorava
Federico Smetana, Antonín Dvořák, Leoš Janáček, Bohuslav Martinů…Éstos son los nombres de los compositores checos más destacados. De este cuarteto, el más acosado por los azares de la historia fue Bohuslav Martinů que vivió entre 1890 y 1959. Los totalitarismos del siglo XX hicieron de él un exiliado vitalicio. Su añoranza de la tierra natal encontró su expresión más entrañable en la cantata “Apertura de las fuentes”. Martinů la compuso durante su estancia en la ciudad francesa de Niza, en el verano de 1955. Musicó los versos de Miloslav Bureš, inspirados por ancestrales rituales mágicos,realizados en la primavera en torno a las fuentes de la Meseta Checomorava, tierra natal de ambos artistas, oriundos de la ciudad de Polička.
Cuando Bohuslav Martinů regresaba en 1938 desde Praga a París, poco tiempo después del estreno de su ópera Julietta, en el Teatro Nacional, seguramente no se le pasó por la cabeza que en vida ya no volvería a estar en su patria.
Desde 1923 vivía y componía en la capital francesa, pero siempre que tenía tiempo regresaba a su ciudad natal de Polička, en la Meseta Checomorava.
La ocupación nazi del territorio checo, en marzo de 1939, cerró a Martinů el camino a su tierra. En 1940 la Alemania hitleriana invadió Francia y el compositor y su esposa Charlotte se convirtieron en fugitivos. Después de inmensas dificultades, vía Madrid y Lisboa lograron emigrar a Estados Unidos donde pasaron los años de la Segunda Guerra Mundial.
La contienda terminó en 1945 pero Martinů no regresó a Checoslovaquia. ¿Por qué?
El compositor estaba perfectamente informado de lo que pasaba en su país. Le consternó el proceso contra el renombrado director de la Filarmónica Checa, Václav Talich, acusado de presunta colaboración con los nazis.
Muchas personas testimoniaron a favor de Talich de manera que acabó por ser absuelto. Sin embargo, a Martinů le quedaron dudas de si en Checoslovaquia no se atropellaba la justicia y si el país mantendría el rumbo democrático.
Además, un accidente que sufrió en julio de 1946 en su residencia en EE.UU. le postró durante varios meses, impidiendo su regreso a Europa y a su añorada tierra natal.
Autor consagrado internacionalmente, Martinů tenía en su patria a varios detractores, agrupados en torno al ministro de Cultura, el viejo intelectual comunista Zdeněk Nejedlý. Así, Antonín Sychra, decano de la Facultad Musical de Praga, arremete en 1950 contra Martinů:
”?Es posible considerar como un compositor nacional, por ejemplo, a Bohuslav Martinů, cuando éste crea sus obras para la burguesía occidental enemiga mientras el pueblo espera ansiosamente cada obra de sus artistas, luchando por una vida mejor y edificando una nueva y alegre patria?”
El compositor estaba informado de la hostilidad de las autoridades comunistas. En una carta, fechada en Nueva York en abril de 1951, escribía a sus parientes en Checoslovaquia:
”Echo de menos muchísimo mi tierra, nuestros cerros, pero no me parece que pueda verlos pronto. No recibo de allá buenas noticias: me relegan a un segundo plano como si nunca hubiera escrito música checa, aunque aquí me siguen considerando compositor checo”.
El intento de los mandamases de excluir a Bohuslav Martinů de la cultura checa no prosperó. Lo puso de manifiesto el recibimiento espontáneo de la cantata “Apertura de las fuentes” por el amplio público. Pocas composiciones en la historia de la música checa fueron acogidas con entusiasmo tan desbordante.
Bohuslav Martinů recibió los versos sobre la apertura de las fuentes de su amigo Miloslav Bureš cuando residía en 1955 en la ciudad francesa de Niza.El compositor tenía en aquellas alturas sesenta y cinco años. Hacía diecisiete que no había pisado el suelo de su patria. Emocionado, en diez días compuso la obra, inspirada por la limpieza de las fuentes en la primavera.
Las muchachas que ejecutaban el ritual en el pasado, sacaban con vasijas el lodo acumulado en la fuente.
En la obra de Bohuslav Martinů, la limpieza de las fuentes era una metáfora.El público podía interpretarla como una alusión a la limpieza de la bochornosa atmósfera del país, inmerso en los años 50 del siglo pasado en una dictadura totalitaria.
Miloslav Bureš añadió al ritual de la limpieza de las fuentes la figura del peregrino, encarnación de la sabiduría. El peregrino retorna a su tierra. Bohuslav Martinů en vida no pudo regresar.
En 1979, veinte años después de su muerte en Suiza, sus restos mortales reposaron finalmente en la tierra que le vio nacer.