Becherovka, el divino elixir de Karlovy Vary

Con un curioso origen ligado al suministro médico para combatir los dolores estomacales, el licor de hierbas Becherovka tiene una vigencia de más de doscientos años. Nacida en la hermosa ciudad de Karlovy Vary, su fórmula aun secreta logró convertirse en una de las marcas identitarias de la sociedad checa.

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Josef Becher | Foto: Wikimedia Commons,  public domain

No hay muchos casos en el mundo de una marca de bebida alcohólica que, como Becherovka, haya alcanzado semejante lugar de relevancia en determinada sociedad. Una de las tantas pruebas es su perfil oficial de Facebook, que cuenta con miles de seguidores de varios países y ofrece una curiosa respuesta automática que simboliza muy bien el clasicismo de la marca: “Buen día, gracias por tu mensaje, ahora estoy haciendo un licor, pero tan pronto como termine, te responderé”. El mensaje lo firma, por supuesto, Jan Becher, célebre farmacéutico de Karlovy Vary que logró inmortalizar su nombre gracias a un invento que ya tiene más de doscientos años y se fue transmitiendo entre distintas generaciones, tal como explica Markéta Lehečková, directora de la Oficina Nacional Checa de Turismo en España.

Markéta Lehečková | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

“Ya estaba presente en los mercados extranjeros antes de la Primera Guerra Mundial, es decir, al final del siglo XIX y a principios del siglo XX ya había llegado a países como España, por ejemplo. Entonces, yo creo que Becherovka es para los checos una verdadera insignia”.

Así como la ciudad balnearia de Karlovy Vary está muy asociada al ámbito del cuidado de la salud gracias al efecto curativo de sus aguas termales, también esta emblemática bebida alcohólica tiene un origen vinculado con los usos medicinales.

“En sus principios, el bíter inglés como se lo llamaba, se suministraba como gotas para problemas estomacales y luego se empezó a extender su consumo, pero al principio era un medicamento. De hecho, se dice que Jan Becher lo inventó para un conde que no quería tomar medicina y, entonces, le añadió un poco de alcohol y ahí consiguió que esta persona se la tomara".

Becherovka,  Karlovy Vary | Foto: Zdeněk Trnka,  Český rozhlas

Lo cierto es que, con los años, el licor de hierbas Becherovka logró trascender su condición de bebida alcohólica para convertirse en parte identitaria de la República Checa, acompañando prácticamente cada etapa en la vida de los checos, incluso la infancia.

“Ya sabes, como con la cerveza: según mi opinión, está muy arraigada a nuestra cultura y no se mira como alcohol. De hecho, yo recuerdo cuando íbamos por la típica comida de domingo a la casa de mi abuelo que nos servían esas tacitas de porcelana blancas como un chupito. Después de comer pato asado venía el abuelo y ponía en la mesa los chupitos y nos echaba a todos, incluido a los niños, porque se consideraba digestivo y eso no podía ser malo”.

Así pasa el tiempo con Becherovka | Foto: Naďa Krásná,  Český rozhlas

Cuenta Markéta Lehečková que, años después, cuando empezaba a juntarse con sus amigas en las tabernas, solían tomar beton, es decir, Becherovka con agua tónica, palabra que en checo significa “hormigón”. Aclara que, durante el comunismo la oferta de bebidas alcohólicas no era tan amplia como en la actualidad y se limitaba al Becherovka, Fernet, ron, slivovice y poco más. Asegura que, en ese entonces, tomar Becherovka con tónica era algo realmente muy típico, a la altura de lo que hoy sería el gin tonic.

Becherovka,  la publicidad de época

“No es ninguna cosa moderna porque además este cóctel se presentó en 1967 en la expo de Montreal, era un cóctel inventado para que pudiera exponer Checoslovaquia en Montreal y desde entonces se volvió súper popular y, durante el comunismo, los precios eran completamente diferentes. Aun cuando estaba en la universidad, más o menos en 1995, íbamos a tomar Becherovka con tónica por ochenta coronas en České Budějovice pero, antes, durante el comunismo, era bastante más barato”.

Es decir, que el cóctel clásico era el beton y recién a partir de la década del noventa, cuando se abrió el mercado, empezaron a aparecer cócteles muy diversos siempre a base de Becherovka. Uno de los motivos, tal como explica Lehečková es que su sabor tan especial admite muchas frutas distintas: cítricos, fresas y hasta pepinos, a tal punto que, en la actualidad, existe otro cóctel que se llama luna roja y se prepara a base de Becherovka, tónica y grosella roja.

Becherovka | Foto: Jiří Matoušek,  Flickr,  CC BY 2.0

“Y es verdad que esta Becherovka verde es la original. Luego, con el paso del tiempo, cuando los checos empezaron también a jugar con los sabores, apareció la Becherovka limón, que a mí me gusta más que la clásica, y también sacaron otra con un ligero sabor a miel. Es decir, que no fabrican solo una Becherovka sino que también hay de varios tipos”.

Precisamente existe una manera de degustar todas las variedades de Becherovka y es visitando el museo que la bebida tiene en la hermosa ciudad de Karlovy Vary, un sitio que Lehečková recomienda especialmente porque, además de disfrutarse mucho, también permite aprender.

Becherovka,  Karlovy Vary | Foto: Naďa Krásná,  Český rozhlas

“La verdad que es el típico museo en el que no te aburres. A mí me gusta ir ahí con los periodistas porque los guías son muy buenos, la visita va a ser muy amena y es verdad que cuando estuve por primera vez me di cuenta de que muchas veces incluso los checos desconocemos la historia de esta bebida”.

Markéta Lehečková explica que, en ese museo, suelen revelar el nombre de alguna hierba, pero corrobora que la fórmula de la Becherovka se guarda bajo estricto secreto en una caja fuerte y solo la conocen dos personas que nunca pueden viajar juntas. Interesada en el diseño gráfico, Lehečková aprecia además el poder de identificación que logró la marca: desde la forma aplanada de su singular botella que se mantiene así casi desde los comienzos hasta la sutil evolución de su etiqueta. Rasgos que hacen inmediatamente reconocible este emblemático licor de hierbas aun con un simple golpe de vista.

Museo de Becherovka,  Karlovy Vary | Foto: Naďa Krásná,  Český rozhlas
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