Antonín Petrof - el maestro de los pianos
¿Qué tienen en común los pianistas Duke Ellington, Oscar Peterson y el famoso "Beatle" Paul McCartney? Los tres son aficionados a los pianos Petrof. El inconfundible sonido de ese piano checo tiene miles de fans por todo el mundo.
Durante los 140 años de su existencia, la empresa checa Petrof ha exportado más de 600 mil. Los pianos Petrof se tocan en 60 países de los cinco continentes. Sus clásicos materiales naturales y su sonido inconfundible siguen fascinando a los músicos.
"Paso más rato con el Petrof que con mi mujer", dice el compositor checo Petr Malásek. Y no es el único aficionado a esa marca de pianos. A las estrellas como José Carreras y Charles Aznavour les encanta dejarse acompañar con esos instrumentos, igual que al recién fallecido Luciano Pavarotti.
La historia de los pianos Petrof empieza en el año 1864, cuando Antonín Petrof, fundador de la marca, fabricó su primer piano de conciertos. Este instrumento fue adquirido por el carnicero y miembro de la alcaldía, Josef Petrícek.
Como joven, Antonín aprendió el oficio de carpintero, igual que su abuelo. Fue su tío Jan Heitzmann quien después le persuadió de que la fabricación de pianos era un negocio con mucho futuro. Petrof se fue a vivir con su tío a Viena y durante siete años estudió allí el oficio de fabricación de pianos.
Después de regresar de Austria en 1874, abrió su primera fábrica en la ciudad de Hradec Králové, al noreste de Praga, y empezó a fabricar pianos y armonios. En el país checo de aquel entonces Petrof no tenía competidores en el oficio. Previamente, los instrumentos se importaban de Viena y resultaban demasiado caros.
La empresa inició labores apenas con seis empleados, y así permaneció durante los primeros años. Antonín Petrof fue uno de los empresarios más progresistas de aquellos tiempos. Estuvo entre los primeros que introdujeron en su empresa la iluminación eléctrica y utilizaban máquinas a vapor. Petrof también inscribió su compañía en el registro mercantil bajo el nombre de Fortepiano-Fabrikation.
Antonín Petrof fue el principal proveedor de pianos de la Casa Real Austríaca. Incluso le fue otorgado el título de "fabricante de la Corte" por haber contribuido al desarrollo de las técnicas de fabricación de esos instrumentos.
La empresa de Antonín Petrof llegó a ser a principios del siglo XX el mayor productor de pianos en el Imperio austro-húngaro. En 1914 celebró el 50 aniversario de su existencia y fabricó su instrumento número 30.000, dedicado a Francisco Ferdinando d´Este, sucesor del trono austro-húngaro.
Antonín Petrof falleció en 1915 y la empresa pasó a manos de sus tres hijos. Fue la época de oro de la producción de pianos Petrof. La fábrica tenía más de 400 empleados y producía unos 2.300 instrumentos al año, que se exportaban a Europa, América del Sur, África del Sur, China y Australia.
Un dramático cambio llegó con la Segunda Guerra Mundial. Bajo el estricto control alemán, la fábrica fue obligada a producir cajas de madera para cartuchos de artillería. Después de la Guerra, la empresa fue intervenida por el Estado y la familia Petrof se vio obligada a entregarla.
El Ministerio de Industria checoslovaco decidió cambiarle el nombre por el de Fábrica de pianos y órganos de Hradec Králové. Sin embargo, la marca Petrof no desapareció y en la era del comunismo seguía garantizando un sonido de calidad.
La familia Petrof quiso mantener de algún modo la cercanía con su empresa, así que durante el régimen comunista ocupó una casa situada sólo a unos cuantos metros de la fábrica. Así podían observar desde cerca la vida en la empresa en la cual les fue prohibido entrar.
Tras la Revolución de Terciopelo, en 1989, la familia volvió poco a poco a conectarse con la empresa. En 1991, Jan Petrof, bisnieto del fundador, fue nombrado gerente comercial de la compañía y empezó a buscar la manera de devolverla a la familia. Siguió una larga época de transición durante la cual la fábrica cambió cinco veces de propietario y afrontó una crisis económica.
En el año 2001, Zuzana Ceralová-Petrofová, hija de Jan Petrof, abandonó su profesión de química y se convirtió en presidente y propietaria mayoritaria de la compañía Petrof. "Pensaba que dedicaría mi vida a la química, pero uno debe ser flexible", dice Ceralová.
La representante de la quinta generación de la familia logró sacar la compañía de la crisis. Cerró las filiales de la empresa, vendió los muebles inútiles y redujo el número de empleados en un 50 por ciento. "Al despedir a la gente, muchas veces a amigos míos, pasé los peores momentos", comenta Ceralová.
No obstante, esos pasos radicales empiezan a reportar frutos. Hace poco, la compañía abrió una filial en Estados Unidos, y ahora es allí donde más pianos vende. Entre otros clientes importantes están Canadá, Francia, Alemania e Italia. La fábrica produce otras tres marcas - Weinbach, Rosler y Scholze -, destinadas cada una a una clientela diferente.
"Lo que más me alegra es cuando tras un gran concierto viene el pianista y me dice: Gracias, el piano ha sido estupendo", concluye Zuzana Ceralová-Petrofová, presidente de la compañía Petrof.