Antonín Panenka cumple 75 años: “Siempre quise ser recordado”

Antonín Panenka

Antonín Panenka, el creador del famoso lanzamiento de penalti que todas las estrellas quieren emular, cumple 75 años. El autor del gol que dio la victoria en la Eurocopa de 1976 a Checoslovaquia, habló para Radio Praga Internacional de cómo surgió ese disparo en su cabeza, del enfado de Sepp Maier o de sus ocupaciones y preocupaciones a día de hoy.

El único toque o jugada del fútbol mundial que lleva el nombre de su creador es un famoso penalti de apellido checo. Antonín Panenka paró los corazones de un país entero cuando en el quinto y último lanzamiento de la tanda de penaltis de la final de la Eurocopa de 1976 contra Alemania, en Belgrado, detuvo el tiempo con un balón que salió despacio de su bota para trazar una pequeña parábola y entrar como si nada en la portería con el portero Sepp Maier por los suelos. Checoslovaquia era campeona de Europa, pero además había dejado para la historia algo nunca visto. Una mezcla de picardía, genialidad, precisión, inteligencia, nervios de acero, seguridad y carácter. Marcar un penalti a lo Panenka no está al alcance de tantos jugadores. Muchos ni se atreven… Ay de aquel que lo falle. Pero inventarlo y ponerlo en práctica en el momento de mayor responsabilidad y tensión imaginable, es de otro nivel. Hacía más de cien años que se jugaba al fútbol cuando llegó Antonín Panenka a patentar su lanzamiento. A nadie se le había ocurrido nunca algo así. Y creó escuela. Todos los grandes nombres del fútbol desde entonces en algún momento han evocado a Panenka.

El creador de ese penalti “de autor”, casi artístico, de culto, cumple ahora 75 años, y en Radio Praga Internacional hemos aprovechado para felicitarlo en persona. ¿Cómo se siente Antonín Panenka a los 75?

“¿Cómo estoy? Bueno, siempre digo que son tiempos extraños. Todo está tan agitado. Al final, cómo le va a cada uno depende de cómo esté de salud. Yo, por supuesto, teniendo en cuenta mi edad y posición, intento estar activo, no quedarme en casa mirando la pared, me gusta salir y estar entre la gente. Y mientras esté sano y el cuerpo aguante, intento hacer mucho deporte, porque es algo que realmente me produce un gran placer, una gran alegría”.

Desde luego, no es la primera vez que lo explica, pero es siempre fascinante escuchar cómo se le ocurrió ese golpeo.

“Básicamente, el principio del lanzamiento es casi el mismo o muy parecido. Yo tenía un sistema para tirar penaltis para el que daba una gran carrera, porque así tenía la oportunidad de reaccionar a cómo se comportaba el portero, si saltaba, etc. Eso por un lado. Pero lo segundo sigue también el mismo principio, porque al tirar un penalti así, con mi comportamiento, los gestos, la carrera, la mirada, guiaba al portero hacia donde yo quería. O sea, se trata de convencer al portero de que voy a tirar hacia la derecha o la izquierda. Así que, si al final golpeo al centro, es igual que si lo hiciera a cualquier lado”.

Pero hubo quien se lo tomó particularmente mal, en concreto, su víctima aquella noche, el portero de la selección alemana, confiesa Panenka.

“Por supuesto que no puedo meterme en su cabeza. Yo supongo que fue por los medios occidentales, que escribieron que me había burlado de él. Lo cual no era para nada cierto. Es un disparate. Creo que no hay nadie que quiera burlarse de alguien en el último lanzamiento de la tanda de penaltis de la final de una Eurocopa. Yo golpeé así, en primer lugar, porque lo tenía bien entrenado, sabía cómo hacerlo y, segundo, porque lo veía simplemente como la forma más fácil de marcar gol. Y eso es así. Pero los periodistas occidentales escribieron que lo hice parecer un payaso. No es verdad. Aunque lo cierto es que estuvo enfadado conmigo durante al menos 30 o 35 años".

Al bueno de Sepp Maier le costó lo suyo superarlo, dice el delantero.

El encuentro de leyendas del fútbol,  Antonín Panenka  (a la izquierda) y Sepp Maier  (1995) | Foto: Michal Krumphanzl,  ČTK

"Bueno, nos hemos visto varias veces en persona, y también hemos coincidido en programas de televisión, etcétera. Es alguien estupendo, alegre, un tipo muy sociable y amigable. Está siempre bromeando. Pero solo hasta que escucha el nombre de Panenka, entonces todo se tuerce por completo y se puede ver que se siente muy incómodo. Así que le tomó, diría yo, casi 35 años. Pero una vez nos vimos aquí en Praga, era un evento de la Embajada alemana, tomamos alguna cerveza y al día siguiente nos fuimos a jugar al golf. Ahí ya fue completamente normal y creo que desde entonces está todo bien”.

Porque aquel tiro que al mundo entero le pareció una genialidad, pero sobre todo, una osadía, él lo había pensado solamente como una forma de asegurarse de que el balón entrara. Aunque no solo, dice.

“Ese penalti pasó a la historia del fútbol. Pero eso yo no podía imaginarlo. Simplemente vi una oportunidad de marcar gol. Aunque para mí sí fue importante porque mi credo en la vida era el fútbol, y me hacía feliz jugar para la gente y que me recordasen, que hablaran de mí, que esperaran el siguiente partido para ver si hacía algo interesante. O sea, elevé el fútbol por encima de lo que es darle patadas a un balón. Y eso me ha hecho sentirme realizado toda la vida”.

Y, sin embargo, también hay algo que no le gusta de haber marcado aquel gol histórico para Checoslovaquia.

“Por supuesto, ese penalti fue lo más destacado de mi carrera, la cumbre, pero también tengo sentimientos encontrados. Por un lado, claro que es una alegría enorme, pero, por otro, lamento un poco que haya tapado todo lo demás que hice en mi carrera. Cuando se dice el nombre Panenka, es siempre por el penalti. Así que me da un poco de pena que por ese penalti no se tengan en cuenta los otros goles, pases o cómo defendía”.

A sus 75 años, Panenka sigue manteniendo una ocupación. Él pudo jugar varios años en la liga austriaca en los 80, y su fama por sí misma también le reporta beneficios, grabando de vez en cuando anuncios en distintos países, por ejemplo. Sin embargo, mientras la profesión de futbolista es en cualquier sitio tradicionalmente muy lucrativa, para todos aquellos que jugaron durante el comunismo, por muy buenos que fueran, tuvieron salarios como los de cualquier otro trabajador y, además, al retirarse, tuvieron que buscar otro trabajo para el que no se habían estado preparado. Panenka preside una fundación que se esfuerza por mejorar las condiciones de compañeros de su generación o mayores.

Antonín Panenka | Foto: Alexis Rosenzweig,  Radio Prague International

“Soy el presidente de la Fundación de Jugadores de la Selección, ​​que se dedica a los futbolistas que han jugado al menos una vez para la selección nacional. Ayudamos a los jugadores mayores, que fueron excelentes futbolistas, ​​pero desafortunadamente no ganaron suficiente dinero como para tener una vejez digna. Así que nos esforzamos en ayudarles”.

Eso y el futuro de su querido estadio de Ďolíček, el de su club de siempre, el Bohemians, del barrio praguense de Vršovice, son sus preocupaciones a los 75 años. El campo, inaugurado en 1932, y en un estado que deja mucho que desear, es ahora propiedad del Ayuntamiento de Praga, que prometió su remodelación, pero a veces Panenka es muy pesimista al respecto y teme incluso su desaparición. Fue precisamente en una de sus porterías que ensayó una y otra vez con el portero del Bohemians el penalti por el que es conocido en todo el mundo. Una razón más para proteger la casa de una de las aficiones más carismáticas del país.