A través de la opereta iniciaron su camino junto a través del mundo
"No, yo nunca lo acompañaría en esos viajes aventureros, yo no estoy para ello", subraya la esposa del trotamundos y compositor checo, Eduard Ingris, Nina. Junto con su marido cruzó del norte al sur Canadá y EE. UU. presentando los documentales que Eduard Ingris rodó en la selva amazónica y en su travesía en la balsa Kantuta por el Pacífico. El tocaba el piano, ella cantaba y leía el comentario de las películas a caballo entre un documental tradicional y un filme actuado. "Ponía en ellas su vida", dice Nina Ingris.
"Mi marido me contó que habían invitado a todos los compositores a una reunión y un potentado comunista les dijo: ´Señores, hay que acabar con esos caprichos burgueses, dejen de escribir para la burguesía y toquen una chastushka soviética´. Ellos se miraron sabiendo que apenas serían capaces de cumplirlo".
Ingris planeaba viajar a Argentina, pero el destino barajó las cartas de otra manera.
"Pensaba instalarse en Buenos Aires, porque conocía al judío checo Kumok que ejercía allí de director de orquesta en la ópera. Sin embargo, poco después de desembarcar en Rio de Janeiro paseaba por Copacabana y escuchó: ´Edo, ¿eres tú? Fue su compañera de estudios del conservatorio, que se había casado con el embajador checoslovaco en Brasil. Era cantante y mi futuro marido la acompañaba tocando el piano", explica Nina Ingris.
En febrero de 1948 los comunistas en Checoslovaquia asumieron el poder y el pasaporte de Eduard Ingri" perdió la validez. El embajador abdicó no queriendo regresar a Checoslovaquia, con lo que se le cerraron las puertas a la sociedad también a Eduard Ingris.
"A mi esposo le dijeron: ´Estimado señor, Ud. no tiene documentos, no puede quedarse en una metrópoli, ni en Rio ni en Sao Paulo, tiene que buscar otro lugar´. El miró el mapa y clavó el dedo en el Amazonas. Le decían que no era necesario, pero él ya había tomado una decisión firme. El Amazonas. Y se fue, le esperaba una vida terrible".
Eduard Ingris se dirigió a Salvador de Bahía para visitar la tumba de la famosa cantante checa Klementina Kalasová que había fallecido en esa ciudad durante su gira por América a causa de la fiebre amarilla. El compositor subsistía a duras penas comiendo bananas y vistiendo el único traje de lino que tenía y que perdió su color original de blanco convirtiéndose en negro, cuenta Nina Ingris.
"Un día fue al puerto de Belén y vio como descargaban de un barco un piano. Como una rata lo siguió hasta un gran hotel. En el hall apareció un señor joven y elegante, miró a ese hombre sucio que era mi futuro esposo, y se puso a conversar con él. Se entendieron sin mayores dificultades, porque ese joven era serbio de origen, y al final acordaron que Eduard tocaría piano en el hotel a la hora de la cena".
Un noche visitó el hotel el cónsul peruano, prosigue su narración la señora Ingri", y se asombró muchísimo al escuchar la música interpretada en el piano.
¡Qué está haciendo Ud. en este villorrio!, exclamó. Mi esposo le explicó que no tenía papeles, y el cónsul le aconsejó a donde dirigirse para conseguir un pasaporte peruano. Eduardo lo hizo, subió a un barco del Amazonas y se fue a Perú".
En Lima vivía una fuerte comunidad checa, vidrieros y gente enviada al exterior por el comerciante y fabricante de calzado, Tomás Bata. Eduard Ingris enseñaba a sus hijos a tocar el piano. Posteriormente se entusiasmó por rodar documentales y hacer fotografías. Se relacionó con el legendario explorador y antropólogo noruego, Thor Heyerdahl, quien lo inspiró a repetir su viaje en una balsa a través del Pacífico para apoyar la teoría de que los incas navegaban hasta la Polinesia, narra Nina Ingris.
"Mi marido se interesaba siempre por la naturaleza, dos años estudió en la Facultad de Ciencias Naturales de Praga. Le gustaba pasar el tiempo en su casa de campo, que llamaban "Muzikantská chata" - "Chalet de músicos" y que se encontraba en la localidad de Svatojánské proudy, junto al río Vltava. En verano navegaba en su kayak, en invierno solía esquiar".
El primer intento de Eduard Ingris de cruzar el Pacífico en la balsa Kantuta fracasó, pero lo hizo famoso. Al regresar Ingris a Perú, después de los 47 días durante los cuales su expedición permaneció atrapada por una vorágine pacífica, la orquesta sinfónica de Lima se enteró de él y lo nombró director de dicha orquesta. El segundo viaje, Kantuta II, realizado en 1959, fue exitoso y pocos años después, en 1962, Eduard Ingris se trasladó a EE. UU.
En EE. UU. Eduard Ingris conoció a su esposa Nina. Un grupo de aficionados ensayaba una opereta de Josef Stelibský, pero el compositor falleció poco antes de terminarla.
"Le rogaban, señor Ingris, por favor, acábela con nosotros, ya tenemos preparado el espectáculo. El estaba dispuesto a ayudarlos, pero preguntaba por las notas. Stelibský, no obstante, no dejó ninguna porque solía acompañar en piano de memoria, y dudo de que siempre hubiera tocado lo mismo. Entonces, le propusieron a Eduard que interpretarían sus operetas. Me conocían como cantante, me invitaron a participar, Ingri" me examinó y estuvo satisfecho, yo cantaba antes ópera. Nuestra primera opereta común se llamaba "Allá en las montañas". El segundo año presentamos "Marysa" y el tercero "Alrededor del estanque". En aquel entonces ya estábamos enamorados y al presentar "Alrededor del estanque" éramos esposos", dice Nina Ingris.
En los años siguientes los esposos Eduard y Nina Ingris viajaron por América del Norte presentando los documentales Amazonas, Kantuta I y Kantuta II.
"En un camión que nos servía de casa atravesamos América, incluso estuvimos en Hawai. Llevábamos de todo, un proyector, magnetófonos, mesas, altavoces, reproductores ... Para mí fue una gran aventura. En invierno las nevadas, en otoño huíamos de los tornados. El público no nos faltaba. A una presentación en el teatro de Michigan llegaron 5 mil personas. En la pausa se acercaban a mí las damas preguntándome que había hecho cuando Eduard se había perdido por 47 días en el Pacífico. Y yo contestaba tranquilamente: Nada. Al ver su asombro desmesurado agregaba: Porque entonces aún no lo conocía", relata Nina Ingris.
La vida aventurera de Eduard Ingris se acabó en 1991 en Los Ángeles, California. Su esposa Nina regresó en los años 90 a su patria y vive hoy en día en la ciudad morava de Brno. El legado de su marido es guardado por el Museo de Moravia Sudoriental de Zlín.