Zanfona, un instrumento asombroso que pocos conocen
Además de uno de los músicos callejeros más talentosos de Praga, Jiří Wehle es uno de los pocos que sabe tocar la zanfona, un instrumento antiguo tan desconocido como encantador.
Tiene cuerdas pero también una manivela y parece acumular tantos años como nombres. En español se lo conoce como “zanfona”, “zanfoña”, “zanfonía”, “viola de amor” o “vihuela de ciego”, mientras que en checo se llama “niněra” y en inglés “hurdy-gurdy”. Jiří Wehle calcula que hoy pueden encontrarse en la capital checa alrededor de cinco personas que saben ejecutar este extraño instrumento musical. Él es uno de ellos y empezó a hacerlo gracias a un encuentro mágico.
“Tengo un muy buen amigo de Alemania que vino en 1993 con este instrumento que yo desconocía absolutamente y empezó a tocar en el Puente de Carlos”.Con el tiempo se enteraría de que ese extraño instrumento que empezaba a fascinarlo llegó a Europa en el siglo X, proveniente quizás de Marruecos y fue muy popular durante el Renacimiento. Y supo también que el alemán que tocaba la zanfona en un grupo se llamaba Michael. Él los iba a escuchar muy seguido al Puente de Carlos y, entre canciones y aplausos, se fueron conociendo hasta el punto de que hoy son mejores amigos.
Wehle cuenta que, al principio, además de la zanfona, le llamó la atención otro instrumento que tocaba ese grupo: el oboe. Michael no solo le regaló para su cumpleaños uno, el primer instrumento que tuvo en su vida, sino que también le recomendó viajar a Hungría para comprar ahí la zanfona, que le iba a salir mucho más barata que en Alemania o Austria.
Jiří Wehle, para muchos uno de los mejores músicos callejeros de Praga, hoy tiene cuatro zanfonas, alguna de las cuales está cotizada en más de 7000 euros. Sin dejar de reírse, asegura que tal vez esté un poco loco pero solo le interesa gastar dinero en ese instrumento que, según explica, casi nadie conoce y, a la vez, atrae mucho a la gente.
Aunque hace un cuarto de siglo que empezó, siente que recién logró tocarlo más o menos bien hace muy pocos años cuando pudo ir a un workshop de cuatro días en Frankfurt coordinado por Efrén López, uno de los mejores zanfonistas del mundo.“Cuando toco siento que tengo que llegar adentro de la canción y concentrarme en ese movimiento, si logro hacerlo la canción va a salir muy bien. A veces sacan fotos desde muy cerca y no me puedo concentrar, entonces les pido un poco más de distancia y, a veces, comprenden y, a veces, no. Cuando estoy en el escenario me gusta cerrar los ojos”.
Jiří Wehle tocó durante quince años en ese mismo puente de piedra donde comenzó todo. Hoy lo hace con una frecuencia de tres veces por semana (viernes, sábados y domingos) al pie de las escaleras que conducen al castillo de Praga. Una zona mucho más tranquila porque no pasa tanta gente como en el puente de Carlos y, por lo tanto, hay menos músicos. Sin embargo, vale la pena aclarar que lo que dice Jiří Wehle no tiene nada que ver con esa pose típica de algunas celebridades que evitan el contacto popular. Por el contrario, él es tan sociable que no quiere distraerse de su arte. En ese mismo sentido dice que no piensa ninguna estrategia para atraer a su público aunque sí tiene en claro cuáles son los mejores momentos para hacer su trabajo.
“El 24 de diciembre es uno de los mejores días para tocar: hay mucha gente, es fantástico. O también en la Fiesta de la Rosa de Cinco Pétalos de Česky Krumlov, que es una gran celebración en junio. Cada año voy para allá y tengo un gran lugar vip, podríamos decir, y también es fantástico”.
Jiří Wehle asegura que le gusta el folklore, en casi todas sus variantes: el francés, el sueco, el checo o el inglés. Y aunque en la entrevista se la pasa sonriendo explica que, tal vez, sea porque no es una música que se caracterice por ser alegre y a él le gusta estar triste. Es que, además de tocar, también compone y lo que más lo inspira a la hora de hacerlo es la poesía checa. Sobre todo la del poeta judío Jiří Orten, que sobresale por su tristeza romántica y su gran profundidad.Para Wehle, Praga es una de las ciudades más lindas del mundo pero, aunque ahora se lo impida su artrosis, también le encanta viajar con su música. Anduvo por varios países europeos, especialmente Alemania y Francia donde, según cuenta, estuvo a punto de casarse y establecerse en la década del noventa. Sin embargo, como en esa época Chequia no era parte de la Unión Europea, resultaba muy difícil quedarse en otro país. Una de sus cuentas pendientes es viajar a Latinoamérica porque le encanta la calidez de su gente y por eso disfruta mucho cuando lo escuchan turistas de países tan lejanos. Pero entre todas las anécdotas con su público hay una que Jiří Wehle recuerda especialmente porque involucra, nada menos, que a la exitosa banda británica Muse.
“Yo tocaba en la Plaza Pequeña (Malé náměstí) cerca de la Plaza de la Ciudad Vieja (Staroměstské náměstí) y ellos vinieron a escucharme varias veces. Y, cuando un periodista les preguntó qué era lo que más les había interesado de Praga, me nombraron a mí”.
Aunque al repasar la anécdota Jiří Wehle se ría con una mezcla de humildad y timidez, es muy probable que los integrantes de esa exitosa banda de rock no estén para nada equivocados.