“Yo le dije en la cara a mi torturador: Te he perdonado”
Gonzalo Vargas es un chileno que durante la dictadura militar en su país, fue detenido, torturado y enviado a un campo de concentración, a la infame isla Dawson. Después salió al exilio, a Dinamarca, y ya lleva más de 35 años radicado en ese país, donde no sin esfuerzo y dolor, pudo rehacer su vida. Sostiene que es un fiel oyente de Radio Praga desde hace años y que en parte, escuchar esta radioemisora le ayudó a él y a sus compañeros en Dawson a sobrellevar un poco todo el peso de la tragedia que se les vino encima. Esta es su historia.
Este filósofo y profesor, que lleva radicado más de 35 años en Europa, vive en un pequeño pueblo 60 kilómetros al sur de Copenhague y nunca había visitado Praga. Por eso apenas pisó suelo checo, vino a golpear nuestra puerta y a compartir su historia.
“Cuando yo estuve en el campo de concentración de la isla Dawson allí un compañero de la prisión tenía una radio pequeñita, clandestina. Y en esa radio escuchábamos a Radio Praga y yo sentía mucha simpatía por Praga, porque durante la dictadura no sabíamos lo que ocurría afuera, porque el régimen fascista tenía un control total de los medios de comunicación y prácticamente no se conocía la verdad. Y gracias a Radio Praga podíamos ya tener antecedentes de qué estaba ocurriendo en el país. Así que cada vez que prendíamos Radio Praga todos los prisioneros estábamos al lado de esa radio pequeñita escuchando al locutor”.
Se refiere al famoso campo de prisioneros que después se convirtió en película, en ‘Dawson Isla 10’, de Miguel Littín. Incluso, en los créditos finales del filme, aparecen archivos gráficos con su rostro.Gonzalo Vargas salió exiliado de Chile en 1974, después de pasar una temporada en el infierno: tras el golpe militar estuvo detenido en Punta Arenas, fue trasladado al campo de concentración de la isla Dawson, después estuvo relegado en el sur de su país, hasta que pudo viajar fuera de Chile, pues su vida estaba en peligro.
Antes del golpe militar, Vargas trabajaba en Punta Arenas. Era encargado de desarrollo social, un proyecto educativo del gobierno de la Unidad Popular, y usaba la pedagogía de la liberación como método, basado en la teología de la liberación. Tenía a su cargo a un individuo llamado Otto Trujillo, conocido posteriormente como Colmillo Blanco, al que consideraba su amigo. Después del golpe, ese amigo lo denunció. Lo detuvieron y el propio Colmillo Blanco, uno de los represores más feroces de los primeros años de la dictadura, se encargó de torturarlo.
“Después del golpe militar se vio que este amigo entre comillas que tenía, que era mi secretario, era un agente infiltrado y un torturador. Torturó a sus amigos, a sus compañeros, a sus colegas. Me torturó a mí”, sostiene Vargas. Y para sobreponerse a esta experiencia tan traumática, tuvo que hacerle frente, recuerda.
“He escrito libros y hago charlas sobre la problemática de los derechos humanos y la problemática del verdugo, del torturador. Hice un análisis sobre eso como producto de que mi amigo, mi secretario, fue uno de los torturadores más feroces y que yo estando allá en Chile comencé a tratar de entender el universo de los torturadores, el porqué mi amigo me torturó. Y llegué a la conclusión, mientras estaba en la prisión en Chile, de que el torturador también es una víctima, es una víctima que fue adiestrada, formada con el solo objetivo de torturar a otra persona”.El caso de su amigo torturador lo marcó tanto, que hasta que no se enfrentó cara a cara con él, no pudo superar lo sucedido.
“Entonces por eso lo considero una víctima a mi amigo y una vez estando en Chile, lo vi en la calle y le dije oye, yo te he perdonado”.
-¿Y él qué le dijo?
“Él tenía miedo, creía que había venido para matarlo, para vengarme. Pero le dije no, olvídate, yo no he venido para eso, he venido para decirte que estás perdonado, te he perdonado, porque yo comprendo lo que tú comprendes. En verdad te puedo decir que tú has sido una víctima como yo lo he sido. Por eso te perdono, vamos, te invito una cerveza. Y tenía miedo”.
-¿Y se fueron a tomar una cerveza?“Sí, sí, sí, nos fuimos a tomar una cerveza. Y el hombre se puso a llorar”.
¿Estaba arrepentido?
“Sí, sí, estaba arrepentido, se puso a llorar. Y yo lo abracé”.
Como en sus inicios profesionales Gonzalo Vargas estuvo muy ligado a la teología de la liberación, el tema del perdón siempre le ha rondado en la cabeza.
“El perdón es algo muy importante en relación a las relaciones humanas, porque a través del perdón uno puede hacer cambios. Cuando yo digo esto, sobre todo a los jóvenes daneses, cuando dicto charlas y presento mi experiencia personal, mi vida, y todo lo que he sufrido en las mazmorras de las prisiones de Pinochet y concluyo con esto: ‘He perdonado a mis torturadores. Los he perdonado’. Los jóvenes no pueden comprender que una persona que ha sufrido tanto y que ha sido torturada puede perdonar a sus torturadores”.
Gonzalo Vargas pone como ejemplo el caso de su suegro danés, ya fallecido, que estuvo detenido en un campo de concentración nazi.“Y para mí es muy importante eso porque me ha ayudado mucho, porque los torturadores siguieron torturándome en el exilio. Siguieron torturándome en la mente, porque cuando yo dormía, por ejemplo, soñaba con la tortura, y mi señora danesa me decía ‘cálmate, cálmate’. Mi señora fue muy comprensiva, me ayudó mucho, y me dijo: ‘Gonzalo, no cometas el mismo error que mi padre cometió’. Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes tomaron a los oficiales daneses y los llevaron a campos de concentración. Mi suegro danés estuvo un año perdido, la familia no sabía dónde estaba. Y cuando volvió, el hombre no era lo mismo, había cambiado”.
Gonzalo Vargas comenta que aprendió mucho de la experiencia de su suegro.
“Pero él no dijo nunca cómo los alemanes lo habían tratado, totalmente cerrado. Pero se podía notar que el hombre no funcionaba normal, no estaba bien. Entonces mi señora me dijo: ‘Trata de hablar sobre esa experiencia, trata de comunicarla’. Y como ella era profesora, me llevó a su colegio para que hablara sobre lo que había vivido durante la dictadura de Pinochet”.
Así fue como descubrió el efecto terapéutico de compartir su experiencia y así fue como dejó de tener pesadillas. Por eso cree en el perdón, porque al perdonar, se libera a sí mismo.
“Y en el fondo, pienso yo, que me ayudó mucho a terminar con la tortura mental de mis torturadores en el exilio, porque yo estaba en condiciones de transmitir, de comunicar esto para hacer que la gente comprendiera que existe un mundo lleno de maldad, lleno de odio, de violencia, y que ese mundo hay que erradicarlo no con maldad, no con odio, no con violencia, sino con el amor y con el perdón”.Después del regreso a la democracia en Chile, Gonzalo Vargas ha viajado bastante seguido, pero aún así prefiere seguir radicado en Dinamarca.
“Mira, después de la caída de Pinochet he estado yendo a Chile casi todos los años. Tengo mi familia allá. Puedo confesar que más de la mitad de mi vida llevo viviendo en Dinamarca y cuando voy a Chile evidentemente recobro mi lenguaje, mi cultura y todo eso que me da una identidad, pero no me siento 100 por ciento chileno”.
Afirma que cuando está en Chile, echa de menos Dinamarca, y que no puede estar más de un mes sin volver, ya que en su país natal no se encuentra a sí mismo.
“Para mí es un poco difícil, en relación a las comunicaciones sociales, el poder entender a estas nuevas generaciones, el lenguaje que usan, expresiones que yo me las he olvidado o no conozco porque aparecen nuevas expresiones y el lenguaje cambia y se desarrollan nuevas expresiones con el tiempo. Y es prácticamente a consecuencia del exilio, de no vivir en el país original. Así que yo me siento danés”.
Gonzalo Vargas imparte charlas en un centro para la tercera edad en Dinamarca, en el que organizan viajes a distintos lugares. Así es como pudo venir por primera vez a Praga, una ciudad tan importante para él. Y así fue como nos visitó y nos contó su historia.