Violeta Uribe, la hija exiliada de un ministro republicano: “Vi mi país por primera vez en 1972”
De entre los miembros de lo que fue la comunidad española en el exilio en Praga se encuentra la hija de Vicente Uribe, ministro de Agricultura de la Segunda República e histórico dirigente del PCE. Cristina Gironès nos cuenta su historia.
Violeta Uribe, que así se llama, es hoy en día una mujer mayor con mucha energía que decidió comprarse un piso con vistas al río Moldava. Llegó a la entonces Checoslovaquia socialista en diciembre de 1950, cuando la policía francesa llegó a un acuerdo con el régimen franquista para detener a todos los republicanos y comunistas que se habían exiliado en el país para mandarlos a campos de concentración.
Su familia consiguió escapar gracias a los contactos de su padre, que fue el ministro de Agricultura durante la Segunda República e histórico dirigente del Partido Comunista Español (PCE) Vicente Uribe. Por intervención de Dolores Ibárruri, popularmente conocida como La Pasionaria, muchos consiguieron llegar a Praga o Moscú huyendo del franquismo y el nazismo.
Sobre este momento, Uribe explica que fue un inicio complicado, ya que su padre se marchó primero, y luego ella con su madre embarazada y sus dos hermanos y una hermana tuvieron que coger un avión e irse de Francia a la carrera.
“Y al final nos expulsaron, nos dieron 48 horas para salir de Francia. Tuvimos que salir, cogimos el avión y llegamos a Praga. Y el telegrama que había mandado mi madre llegó dos días después que nosotros. Nos encontramos en un aeropuerto donde no nos esperaba nadie, no conocíamos a nadie. Fuimos con el autobús de la compañía aérea al centro de Praga y yo, por suerte, tenía el teléfono de la hija de Antonio Cordón, que era un intelectual español que estaba también ya aquí en Praga, con su mujer y su hija”.
Según cuenta a Radio Praga Internacional, los comienzos fueron muy duros, ya que ninguno hablaba ni una palabra de checo. Además, empezó la escuela sin que nadie le ayudara y le costó años poder integrarse en la sociedad. Cuando llegaron a la Checoslovaquia socialista aún existía el sistema de racionamiento, donde repartían la carne, leche e incluso calzado. Esta escasez no terminó hasta 1953.
Poco después, los padres de Violeta decidieron mandar a sus hermanos a la Unión Soviética a formarse, a 800 km de Moscú, algo que ella vivió con angustia. Esto, y el hecho de que Vicente Uribe se iba largas temporadas a Francia, ilegalmente y bajo un pasaporte falso, dejaba a la madre, Teresa García, desamparada y con tres hijas. “Y yo tuve que cuidar de mis hermanas desde bien temprana edad”, recuerda Violeta.
Una vida irreal
La comunidad histórica de españoles en el exilio vivía en una situación especial, recuerda Violeta. Había intelectuales y dirigentes del partido, como Antonio Cordón, Josep Bonifaci o Francisco Ayala. Además, también había gente trabajadora y el conocido José Luis Citores, que fue locutor de Radio Praga en español. Este último es recordado por Uribe de forma cariñosa, ya que ambos eran del País Vasco. Fue un niño emigrado de la República a Inglaterra, y terminó, como ella, en Praga.
“La comunidad española aquí llevaba una vida un poco rara porque ellos siempre estaban pensando en volver a España, volver a España. Lógico, yo lo comprendo, pero se reunían todas las semanas en un local que nos habían puesto a disposición de los españoles en el barrio de Praga 2, cerca de Flora. Ahí se reunían todos, leían Mundo Obrero, discutían los comentarios de la revista… O sea que vivían una vida muy artificial, no se juntaban mucho con los checos”.
Según recuerda, de vez en cuando también organizaban fiestas, donde los niños y niñas aprendían poemas y canciones populares. Aunque valora el hecho de haber estado siempre en contacto con la cultura española, Uribe critica que la gran mayoría de los adultos no se interesaron nunca por Checoslovaquia.
A pesar de que su padre, Vicente Uribe, nunca les habló de su vida política, sí que siempre recordaba su vida en España, y les explicaba como había trabajado de obrero metalúrgico en los Altos Hornos de Vizcaya. Desde que se fue al exilio, nunca más pudo volver, y los franquistas no le permitieron ni siquiera verse con su madre en la frontera, en Hendaya. Violeta destaca que su abuela se enteró de la muerte de Uribe por la radio.
Cuando todo cambió
Precisamente fue con la muerte del dirigente comunista en Praga, a raíz de un derrame cerebral, que todo cambió para su familia. Antes de que esto pasara, Vicente Uribe ya fue apartado del buró político del PCE y marginado por los integrantes. Esto afectó a la madre de Violeta, que no tenía con quien apoyarse y que terminó viuda e ingresada en un hospital psiquiátrico. A la vez, sus cuatro hermanos y hermanas se fueron a vivir a otros países.
“La situación política en el Partido Comunista había cambiado. Mi padre… Hubo problemas internos en el partido, a mi padre lo retiraron del buró político. O sea, que después la situación también para sus hijos fue más difícil. Y yo dije que no quería nada de protección de parte de nadie. Me busqué yo la vida, empecé a trabajar en cuanto terminé el bachillerato. Tenía casi 18 años. Empecé a trabajar primero de guía turística”.
Poco después, Violeta se casó con un hombre checo y tuvo dos hijos. El matrimonio se rompió al cabo de unos años y Violeta crió a los niños como madre soltera. Por ello, volvió a buscar empleo, y se orientó como traductora, primero, de una empresa de comercio exterior, y después, para la Academia Checa de Ciencias. Finalmente, en el año 1967 empezó a trabajar como intérprete simultánea autónoma.
La entrada del Ejército Rojo en el 68
Según recuerda Violeta, la sociedad checoslovaca en 1968 estaba entusiasmada, vivía una situación alentadora porque el gobierno se estaba abriendo y fue un periodo agradable. Esto cambió en agosto de ese año. Ella se encontraba en aquel entonces viviendo en Eslovaquia, porque una empresa la había contratado como técnica de traducción. Sus hijos pequeños estaban allí con ella, e iban a la escuela maternal. No obstante, venía a Praga todos los meses por temas burocráticos, y vivió la invasión de primera mano.
“Yo tuve la suerte o la desgracia de que vine a Praga a hacer algunos temas administrativos relacionados con mi estancia, el pago del sueldo y todo esto, el día 20 de agosto [de 1968]. Y por la noche del 20 al 21 entraron las tropas [del Ejército Rojo] y yo me encontraba en Praga, en plena confusión, con tanques por todas partes. Y fuimos con unos amigos míos a todos los lugares donde había soldados y como aquí el ruso era obligatorio en la escuela y lo hablábamos, los soldados nos miraban como tontos. Ni sabían los pobres donde estaban, ni sabían por qué habían venido”.
Inmediatamente después intentó encontrar una manera de volver a la ciudad eslovaca donde vivía, Košice, y donde estaban sus hijos. Como el aeropuerto estaba ocupado por las fuerzas soviéticas, tuvo que coger un tren que no llegó a Eslovaquia hasta las tres de la madrugada. Según Violeta, toda la gente estaba refugiada en la estación, y no la dejaban salir por el toque de queda. Pero ella no quiso quedarse allí, ya que los niños estaban solos, y decidió irse andando hacia su casa. En medio de la calle, por donde caminaba para no ser confundida con un enemigo, la pararon dos soldados. Finalmente, y después de hablar con ellos, la dejaron marcharse.
Ver España por primera vez
Su primer recuerdo de España fue en el año 1972, cuando por fin pudo visitar el país. De hecho, fue la primera persona de la familia de Vicente Uribe en regresar, aunque fue por una circunstancia muy especial. Por aquel entonces, Violeta tenía la ciudadanía checoslovaca por razones laborales, a diferencia de la mayoría de españoles, que vivían indocumentados. Junto a la Compañía de Teatro La Linterna Mágica tuvo la posibilidad de ir a Barcelona y Madrid por dos meses.
Estando en la capital española, dos periodistas de Televisión Española quisieron entrevistarlos. Como iban siempre vigilados con agentes de la policía, ningún artista o técnico quiso concederles unas declaraciones. Además, tenían órdenes de la Embajada checoslovaca y del partido de no hablar con nadie. No obstante, Violeta, que era profesional autónoma, sí que quiso ser entrevistada, y fue gracias a eso que retomó el contacto con su familia.
“Al final yo, que no tenía nada que ver con la compañía, di una entrevista a Televisión Española y lo pasaron en algún programa. Ese mismo día que lo pasaron por la televisión, llamó un tío mío de Bilbao al hotel donde estábamos alojados. No sé cómo consiguió saber donde estábamos, pero llamó a la una de la madrugada. Y entonces así fue como establecí contacto con la familia. Yo solo tenía la dirección de la abuela, no tenía contactos de teléfono ni nada”.
Viajó unos días a Bilbao, donde, según recuerda, llovía a cántaros. Era a finales de enero, pero lo recuerda con mucho cariño. Después de esto, viajó con frecuencia a España, sobre todo después de la muerte de Franco, pero quiso quedarse en Praga porque es donde tenía su vida, su trabajo y sus hijos.
En 1989, empezó a trabajar como traductora en la Embajada española hasta su jubilación. Violeta Uribe es uno de los últimos testimonios de esa comunidad española en el exilio en la entonces Checoslovaquia.