Testimonios de misioneros checos en México y Filipinas

Hoy les invitamos a realizar con Radio Praga una excursión a las tierras latinoamericanas en compañía de los misioneros checos de los siglos XVII y XVIII.



Al hablar del legado de los misioneros checos, hay que empezar por decir que la actividad de los mismos en América Latina se desarrolló mucho más tarde que en los países de Europa occidental, hacia fines del siglo XVII y principios del XVIII.

?Cómo explicar este movimiento de hombres e ideas de un continente, de un país tan distante geográficamente, hacia territorios del otro lado del océano?

Dibujo: La ciudad de México a fines del siglo XVII, es decir, en los tiempos en que el arquitecto checo Simón de Castro /Simon Boruhradský/, también contribuyó en la creación de su carácter. Aún puede apreciarse un cierto aspecto de ciudad veneciana.

El historiador checo del siglo XX, Zdenek Kalista, lo explica en su mongrafía "Viajes bajo el signo de la cruz" de la siguiente manera:

"La enorme distancia que mediaba entre el continente europeo y el americano se aproximaba al infinito, a Dios, al cielo. Por eso, ultramar constituía una fuente de nueva riqueza: la espiritual."

"Partiendo para las Indias Occidentales, al reino de la Nueva Granada, a las riberas del místico imperio azteca o a las montañas de los misteriosos incas, el hombre barroco parte como un soldado del gran imperio cristiano, bajo el siglo de la cruz, con una misión espiritual por excelencia."

También la nación checa participó en misiones cristianas en países de ultramar. Fueron sobre todo los jesuitas los que tomaron parte en aquellas actividades.

Las labores misioneras de los jesuitas checos comenzaron a desarrollarse después de 1664, cuando el Reino de España permitió que en los territorios de la América española también entraran otras nacionalidades procedentes de los territorios hereditarios de los Habsburgo austríacos, entre los que se encontraba el Reino de Bohemia.

El primer grupo de jesuitas partió de Bohemia en 1678. Pero ya estos primeros misioneros llegaron a ser un verdadero aporte, siendo estimados en Hispanoamérica por su ahínco y diligencia ejemplares.

Por aquella época viajaron hacia América varias decenas de misioneros de los países de la Corona Checa, es decir, Bohemia, Moravia y Silesia, de los que un tercio hablaba checo y los demás eran de habla alemana.

Entre ellos había no sólo misioneros dedicados exclusivamente a la labor religiosa, sino también hermanos legos o sacerdotes que simultaneaban su misión religiosa con el ejercicio de profesiones u oficios en las esferas de la enseñanza, la construcción y las ciencias naturales.

Uno de los misioneros checos en México fue Václav Eymer. Diez veces pidió que se le mandara a Las Indias, lo cual se le concedió en 1692. En noviembre del mismo año ya le vemos en la Ciudad de México.

Desde la capital mexicana se le envía al territorio de los tarahumaras en el norte, donde siguió activo hasta su muerte en 1727. El Padre Eymer escribió a Bohemia varias cartas en latín, alemán y checo. Estas cartas constituyen unos de los ejemplares más hermosos del nuevo género literario que debe su origen a las misiones religiosas en Iberoamérica. En su carta acerca de la llegada a México, Václav Eymer describe la capital mexicana con las siguientes palabras:

"México es una ciudad grande, pero no tiene ni puertas urbanas ni murallas. Hay una gran cantidad de basura por aquí, riqueza y pobreza en este país de la plata. Su extensión es incomparablemente menor que la de la Ciudad Nueva y de la Ciudad Vieja de Praga."

Una nueva oleada de misioneros jesuitas de Bohemia casi inundó México durante el siglo XVIII. Además de los centros de trabajo tradicionales en el norte y el noroeste del país también cobró importancia entonces la Baja California.

En esta zona encontramos, por ejemplo, a Václav Link, quien después de ingresar en la Compañía de Jesús en 1754, había continuado sus estudios de teología en la Ciudad de México y Puebla.

En el verano de 1761, Link abandonó el colegio y se encaminó por Sonora y Sinaloa hacia la localidad de Loreto, en la Baja California. De ese centro administrativo y militar fue enviado a las misiones de Santa Gertrudis para que aprendiera las lenguas aborígenes.

En su libro de viaje, Link relata que en un poblado de la región mexicana de Nueva Galicia fue acogido por más de 170 indígenas encabezados por su cacique, a quien puso el nombre del santo checo Juan Nepomuceno.

Link resultó ser un inteligente observador de la naturaleza californiana, y un gran conocedor de las lenguas y de los elementos etnográficos regionales. Fue uno de esos misioneros que consideramos hoy como precursores de la etnografía, ciencia de la que dejó testimonios de gran valor.

En sus escritos, Link plasmó cómo se vestían los indígenas, el tipo y la forma de los adornos que solían usar, y cómo eran los "fetiches" paganos. Link supo apreciar también el valor artístico y estético de los símbolos que nada tenían que ver con el cristianismo, con lo que dió muestras de buen corazón y tolerancia.

Otro autor de testimonios escritos desde ultramar es Antonín Xaver Malínský. En 1729 partió hacia México vía España, y en 1731 se trasladó a Filipinas, donde permaneció hasta su muerte, acaecida en 1746 en Manila.

En la quinta carta que dirigió a Bohemia y que escribió en 1737 en la isla de Leyte-Palampong, el padre Malínský nos entregó la siguiente descripción:

"En una hermosa iglesia, de excelente construcción, veneran una imagen de San Francisco Javier que tiene dos palmos de altura y que goza de fama en toda la región por los admirables milagros que hace. A rezarle acuden muchos peregrinos.

El gran Javier no cesa de hacer milagros por aquí, y tal como alguien, escribiera a Macao, los indígenas de aquí tomarían por milagro el que Javier dejara de hacer milagros por un tiempo.

En la mencionada iglesia vale la pena ver además cuatro altares tallados a la manera europea por los artistas de aquí. Uno de estos altares está consagrado al gran mártir de Praga, San Juan Nepomuceno."

Entonces, según demuestran los testimonios de los tres misioneros checos mencionados, sus actividades en México y Filipinas tuvieron más bien el carácter de encuentros espirituales y culturales con el mundo de ultramar - un valioso legado que no deberíamos olvidar.

Autor: Vít Urban
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