Soñando con un cacique indio
El libro "Estampas peruanas" es uno de esos que se leen de un tirón. Su autora, la arqueóloga Eva Farfánová Barriosová, cuenta aquí a los lectores checos, con un profundo conocer, sobre el país que se convirtió por muchos años en su segundo hogar. Un poco de su vida en Perú nos revelerá también en esta A toda marcha.
Eva Farfánová se trasladó a Perú hace unos treinta años. ¿Cómo fue para una mujer checa, una centroeuropea, adaptarse a la vida en aquel país, a la sociedad y la cultura peruana?
"Al comienzo era muy difícil porque allí las diferencias de vida en los diferentes niveles sociales son enormes. En los niveles altos la vida es igual como en cualquier familia europea o norteamericana, pero cuando se tiene contacto con mujeres de estratos más bajos se ven allí muchísimas diferencias. La mujer allí siempre está muy, muy postergada. En la mayoría de los casos tiene muy poca educación, apenas sabe leer y escribir, no tiene ninguna profesión, entonces está completamente a la merced del hombre. Las mujeres trabajan y se ocupan de los hijos. Muchas veces el hombre las abandona y tienen que ocuparse de cinco, seis o más hijos. Esas mujeres realmente son admirables cómo luchan por su familia, hacen cualquier cosa para salir a flote".
¿Cuál es la posición de las mujeres con educación universitaria? ¿Cómo las aceptan los hombres?
"Eso es muy interesante. Allí los hombres dividen a las mujeres en dos grupos: las mujeres con las que se divierten y las mujeres con las que se casan. Pero existe todavía el tercer grupo, de ese no les gusta hablar. Son las mujeres con educación alta que han logrado algo en su profesión y los hombres les tienen miedo. Con estas mujeres realmente no se casan, el 99 por ciento de estas mujeres son solteras, porque el hombre peruano no podría vivir con la conciencia de que su esposa tiene una posición profesional más alta que él o que, dios no lo quiera, gana más que él. Con eso un hombre allí no sobreviviría".
Ud. conoció a su esposo peruano en Alemania y luego decidieron mudarse a su tierra. ¿Fue difícil para Ud. esta decisión o fue así, que se dijo simplemente nos vamos, será algo interesante?
"Fue difícil, pero como yo soy arqueóloga ..., ya aquí estudié arqueología, y siempre me gustó la del continente americano. Entonces eso era para mí un jale tremendo. Y ese trabajo me facilitó esa adaptación allí".
Ud. aprendió también un poco de quechua, ¿verdad?
"Sí. En Cuzco cuando yo iba al mercado las mujeres indígenas veían que era una extranjera, se burlaban de mí y siempre me enseñaban algunas frases en quechua. Entonces, aprendí, llegué a casa y le dije a mi esposo, mira me han enseñado esto. Y él me dice: no, no, eso no lo debes decir en ningún lugar, ¡son unas groserías horribles! Pero una vez, muchos años después, llegué a la sierra y tuvimos un problema con un indio. Entonces, le dije una frase de esas que me habían enseñado las indígenas en Cuzco y él abrió los ojos, no dijo nada, se volvió y salió corriendo. Entonces, funcionó. No sé qué significaba".
En Perú dirigió varias investigaciones arqueológicas. ¿Dónde fue?
"Sí, eran investigaciones directamente en Lima o en sus cercanías".
¿En qué época de la Historia se especializó?
"Realmente no me especialicé en ninguna época, allí un arqueólogo debe tomar lo que haya, porque hay muchísimo trabajo, pero muy poco dinero para excavaciones. Trabajé en la excavación de una necrópolis del período intermedio tardío, eso significa más o menos desde el año 1100 hasta 1350-1400, hasta la llegada de los incas a la costa. En el resto de las investigaciones trabajé en lugares que pertenecían al período formativo, eso significa más o menos 1200 hasta 200 antes de Cristo, o a la transición de este período al siguiente período intermedio temprano".
He leído en una entrevista que el único hombre por el cual no pudo dormir durante toda la noche fue un cacique indígena que encontró durante unas excavaciones.
"Sí, eso fue en una investigación en el desierto, a más o menos 30 kilómetros al sur de Lima. Allí estuve a cargo de la excavación de un templo pequeño del período formativo, que después perdió importancia convirtiéndose en un lugar de entierros. Encontramos la tumba a altas horas de la tarde, ya tenían que venir a recogernos. Él era hermoso. Era un hombre bastante alto para su época, casi 1,70 metros, fuerte, más o menos 35 o 40 años de edad. En la cabeza tenía una herida muy grande, pero no murió de ella porque esa herida estaba totalmente curada. Eso quiere decir que era un guerrero muy bueno. Estaba allí sentado en la arena anaranjada, sus huesos eran de color medio marrón, en el cuello tenía un collar grande de oro. En la boca tenía un pedazo de oro y en la cabeza también. Alrededor del cuerpo tenía unas piezas de cerámica preciosa. Era realmente maravilloso, esos colores y el cielo azul peruano. Pero como ya les he dicho, tuvieron que venir a recogernos. La documentación de una tumba así requiere unas cuantas horas, entonces a nuestro pesar lo tapamos otra vez con la arena. Cerca de la excavación, a un kilómetro de distancia, había un pueblo joven, eso significa uno de esos barrios de gente muy pobre. Esa gente varias veces venía por la noche a la excavación y trataba de robar algo. Entonces, yo no pude dormir en toda la noche, pensaba en mi hombre allí en esa trinchera, tapado, para que no me lo robaran. Tuve miedo toda la noche. Pero al día siguiente sí que estaba allí".