Se estrenó Viva Česko, el cortometraje sobre la comunidad checa en Argentina
En plena celebración de la noche de quema de brujas, se estrenó Viva Česko, un cortometraje del joven realizador Wenchi Hayzus sobre un grupo de danzas folklóricas de la comunidad checa en Buenos Aires. En esta entrevista, tanto su director como una de sus actrices nos cuentan cómo viven las generaciones más jóvenes ese peculiar sentido de pertenencia.
El cortometraje Viva Česko tuvo su presentación oficial, como suele decirse, en el momento justo y en el lugar indicado: se estrenó nada menos que en Český Dům, el club de la comunidad checa en Buenos Aires, en el marco de la celebración de la quema de brujas (pálení čarodějnic). Justamente, eso era lo que deseaba el joven realizador Wenchi Hayzus porque, en efecto, su corto se centra en los distintos preparativos que organiza la comunidad para esa tradicional celebración que tiene lugar la noche del 30 de abril.
“Fue una proyección lindísima, con personas vestidas de brujas, había sombreros grandes, fueron casi cien personas, casi todos de la comunidad y un par también del equipo técnico que quisieron ir a ver y con los niños corriendo, como que se armó un ambiente muy lindo y muy propio al corto también. Incluso cuando en los créditos suena Písnička česká algunos se pusieron a cantar, la verdad que se armó un clima muy bueno y era lo que estaba pensado para el corto también, porque me parecía súper importante compartirlo con la comunidad”.
“Me parecía súper importante compartir el corto con la comunidad”.
Wenchi Hayzus
Si bien dice que la realización mantuvo casi todas las ideas que habían sido planeadas durante el guion, algo no tan habitual en el circuito independiente, afirma Hayzus que la gran sorpresa fue el momento en que se superponen varios planos detalle de los trajes folklóricos. De hecho, explica que esa escena la agregaron con el director de fotografía apenas una semana antes de finalizar el corto. Y, al parecer, fue un acierto porque asegura que muchos espectadores le dijeron que esa había sido su parte favorita.
“Como que ahora parece muy obvio que estaba buenísimo mostrar los trajes y ese momento de preparación con tanto detallismo, pero en el momento, incluso, lo íbamos a filmar en otro lugar y dijimos que hacerlo detrás del escenario quedaba buenísimo y lo filmamos en ese sector que casi funciona como un backstage y le da una impronta muy particular y muy linda”.
El propio realizador aparece en el film como uno de los bailarines al igual que Julieta Quiroga, quien también estudió cine y baila hace ya varios años en el conjunto de danzas folklóricas Sokol. Habituada a trabajar, sobre todo, detrás de cámara, cuenta que, en un principio, se iba a encargar de asesorar al equipo en la pronunciación y algunas palabras puntuales en checo. Sin embargo, también terminó integrando el elenco.
“Yo me uní al proyecto Viva Česko cuando una vez me habló Wenchi a quien yo aún no conocía porque había cursado con una profesora mía que sabía que yo tenía conexión con las raíces checas porque había escrito también un guion muy parecido al que filmó después Wenchi, pero yo no lo llegué a filmar. Él me contactó para poder comunicarse con la comunidad checa, se enteró de que yo bailaba y estaba metida en la colectividad y me preguntó si había manera de ir al club, si podía participar y, más o menos, me contó sobre su proyecto y, obviamente, yo le dije que quería ser parte”.
En un evento realizado en Český Dům en el mes de noviembre, Wenchi Hayzus se puso a filmar con el único objetivo de capturar el momento, sin la certeza de que ese material formaría parte del corto. De ahí surgieron algunos planos que luego mezclaron en busca de más dinamismo, por lo que la proyección tuvo la particularidad de que se llevó a cabo en el mismo lugar donde se filmó la película. Tal como cuenta Hayzus eso mismo generó reacciones muy interesantes como la de un señor mayor que, en la película, aparece cantándole a la cámara.
“Yo creo que mi reacción favorita es justamente la de ese señor grande que aparece cantando y un poco fue una sorpresa que apareciera porque él no sabía que iba a estar en el corte final, no sabía si había quedado esa partecita o no, y fue algo tan espontáneo que fácilmente podría haber quedado afuera y, al final, vino muy emocionado y me dijo que haber aparecido era como esos gustos que se dan en la vida, poder tener su momentito en el corto”
Agrega Hayzus que el montaje lo hicieron en su propia casa y el color y el sonido en la universidad de cine en la que está terminando sus estudios y donde volverá a presentar el corto en el contexto de una muestra que se hará en el mes de junio. Cuenta que ya mandó el corto a varios festivales luego de analizar cuáles podían encajar más con la temática, aunque asegura que lo que más le interesa ahora es presentarlo en las otras comunidades checas distribuidas a lo largo de todo el país y que cuentan con gente de casi todas las edades: desde personas muy mayores hasta chicos muy jóvenes como es el caso de Julieta Quiroga, cuya relación con Chequia no surgió por parentescos, sino a partir de un intercambio que realizó a los 17 años.
“República Checa me llamó un montón porque está en el corazón de Europa y tiene muchísimo arte y muchísima cultura y a mí eso fue lo que más me enamoró del país. Pero yo fui sin saber nada, sin saber a dónde me estaba metiendo ni qué idioma hablaban, absolutamente nada. Fue un año entero viviendo ahí, yendo al colegio sin entender quizás las clases, pero terminé aprendiendo el idioma a la fuerza para sobrevivir. Yo vivía en Ruda, un pueblito de 360 habitantes así que casi nadie de ellos hablaba inglés y fue muy difícil al principio, pero muy divertido y la verdad que fue el mejor año de mi vida”.
“Viví en un pueblito en el que casi nadie hablaba inglés y fue muy difícil al principio, pero muy divertido y la verdad que fue el mejor año de mi vida”.
Julieta Quiroga
Después de aquel intercambio, su objetivo fue que esa experiencia no quedara en el olvido y así fue como buscó la manera de seguir conectada: comenzó a bailar con el conjunto de danzas checas Sokol, se hizo amiga de la comunidad, siguió practicando el idioma gracias a los distintos profesores que enseñaron checo en Argentina y, al año siguiente, la embajada checa le otorgó una beca para ir a Dobruška para estudiar un mes de checo. Cuenta Julieta Quiroga que siempre está volviendo y, de hecho, estuvo hace apenas dos meses para visitar a las personas que la habían hospedado, una segunda familia con la que no pierde ni perderá el contacto. Wenchi Hayzus, por su parte, tiene en claro que su generación vive de un modo muy especial ese sentido de pertenencia.
“Para los jóvenes son más generaciones de distancia con el país original, porque en mi caso el checo era mi bisabuelo, entonces como que permanece esa identidad y esa cultura, pero es diferente seguramente para alguien que vino de ahí o que los padres eran de ahí y hablaban checo en la casa, y ver cómo se va transformando esa idea es muy interesante, uno se siente muy identificado con un pasado, pero, al mismo tiempo, yo no llegué a conocer a mi bisabuelo, así que me parece que hay una perspectiva diferente o una manera diferente de verlo”.
Agrega Wenchi Hayzus que, si bien ese vínculo puede ser un poco más abstracto y menos directo, eso no significa que no puede llegar a repercutir en los más jóvenes de la misma manera. De hecho, asegura que a sus padres les interesan sus raíces quizá en un sentido más genealógico, mientras que él, por el contrario, se siente muy atraído por la cultura checa y el corto que acaba de presentar es una excelente prueba de eso.