Rainer Maria Rilke, ese poeta checoslovaco
Al revés de lo que ocurre con Kafka, muy pocos asocian Praga con el nombre de otro de los grandes maestros de la literatura alemana, Rainer Maria Rilke, que también era nativo de la capital checa. ¿Pero qué tenía de checo aquel gran poeta alemán?
El profesor de la Universidad Palacký de Olomouc Enrique Gutiérrez Rubio, autor de la monografía ‘R. M. Rilke’ publicada en España por la editorial Laberinto, ha estudiado la relación del poeta alemán con Chequia y con lo checo.
Según cuenta, Rilke pasó una niñez complicada en Praga, pero tras vivir un traumático periodo fuera de la ciudad, al volver a ella como adolescente, la sintió como su casa.
“Cuando él era pequeño, a los 10 años, sus padres se separaron y decidieron mandarlo a una escuela militar a Moravia. No era algo para un alma especialmente sensible como la de Rilke, que había sido sobreprotegido por la madre. Es parte de la leyenda pero parece que es verdad: su madre lo vestía de niña hasta que fue al colegio, porque Rilke tuvo una hermana pequeña que murió al nacer, y la madre quería una niña. Así que el ambiente de las escuelas militares austriacas fue muy duro para él. Vivió una época terrible en su primera adolescencia, y cuando volvió a Praga, encontró un hogar por primera vez”.
El joven Rilke consiguió ser un literato reconocido en la Praga de finales del siglo XIX. En su segunda colección de poemas, ‘Ofrenda a los Lares’, publicada cuando él contaba 20 años, la ciudad y sus edificios eran los grandes protagonistas.
Enrique Gutiérrez Rubio destaca la manera que tiene Rilke de referirse a Praga como su hogar.
“En ‘Ofrenda a los Lares’, habla constantemente del concepto de hogar o se nota esa tendencia a hablar de los rincones de su infancia como un hogar, algo que no volverá a encontrar en el resto de su vida. Aunque luego nunca volvió a ella, Praga, en mi opinión, fue ese hogar que siempre estuvo buscando de ciudad en ciudad, de país en país, de casa en casa, sin llegar a encontrarlo hasta el final de su vida en Suiza, que es el hogar de los que no encuentran el hogar, porque es un país para apátridas, más bien. Fue un lugar donde morir, más que uno donde vivir”.
Aunque ese amor por Praga le duró poco, Rilke sintió entonces una gran identificación con la ciudad, explica Gutiérrez Rubio, llegando a experimentar con la lengua checa en su obra.“En esa época él sí se sintió checo, o desde luego praguense. Pero también checo, porque sus problemas van más allá de la Praga alemana. Habla del pueblo checo. Hace una cosa muy interesante que es utilizar palabras checas en sus poemas en alemán. Tenemos por ejemplo el título del himno checo, ‘Kde domov můj‘ (‘Dónde está mi patria‘), que él rima con palabras alemanas. Así que en esa juventud, con 18 o 20 años, sí que se sintió, checo no, porque no era parte de la cultura checa, pero sí de ese universo praguense que unía lo checo con lo alemán”.
Sin embargo, después nunca más volvió a hacer referencia a Praga ni a lo checo. Se convirtió en un ser errante por Europa en busca de un hogar. No volvió a Praga. Vivió en varias ciudades alemanas, pero donde se sintió bien fue en París. Él hablaba en francés desde pequeño, porque se lo enseñó su madre, y llegó a escribir también en esa lengua. En París vivía cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, continúa contando el profesor Gutiérrez Rubio, pero cuando ésta estalló Rilke estaba de viaje.“Cuando empezó la Primera Guerra Mundial, él era ciudadano austriaco, y le sorprendió en Leipzig, donde había ido a ver a su editor, y no pudo volver a París porque era territorio enemigo. Le impidieron incluso ir a recoger sus cosas. Así que sobrevivió en casas de amigos, o incluso con su ex mujer. Cuando acabó la guerra no quiso quedarse en Alemania, la situación era muy inestable”.
Algo sorprendente es que Rilke obtuvo la ciudadanía checoslovaca en los últimos años de su vida. Pero según concluye Enrique Gutiérrez Rubio, no lo hizo por sentimiento de pertenencia a la recién creada república, sino más bien por rechazo a los países germánicos tras la Gran Guerra.
“Nunca volvió a Austria o Alemania. Solo dejó Suiza cuando consiguió el pasaporte checoslovaco. Después de la guerra se convirtió en una especie de apátrida. El pasaporte probablemente fue solo por una cuestión práctica. Lo necesitaba para volver a viajar y sentirse dentro de Europa otra vez. Pero es verdad que no pidió ni el austriaco ni el alemán. Pidió el checoslovaco. Posiblemente veía que la sociedad alemana no era lo que él quería. Empezó a escribir en francés, y tuvo bastantes críticas por francófilo y germanófobo. Probablemente por eso, prefirió recurrir a Checoslovaquia. Pero es verdad que nunca vino a Checoslovaquia con el pasaporte checoslovaco”. El ciudadano checoslovaco Rilke murió de leucemia en diciembre de 1926 en su último país de adopción, Suiza, en el balneario de Val-Mont. Tenía solo 51 años. Hoy es considerado uno de los más importantes poetas en lengua alemana del siglo XX.