Praga, ante el reto de diversificar su oferta turística

Puente de Carlos, foto: Ondřej Tomšů

Praga es una de las diez ciudades del mundo afectadas por la masificación turística. Hablamos con la especialista Alžběta Kiráľová sobre el problema, sus consecuencias y soluciones.

Puente de Carlos,  foto: Ondřej Tomšů
La ciudad de Praga es el vigésimo destino turístico del mundo por número de visitantes, según el Global Destination City Index, con 6,1 millones en 2016, lo que conlleva toda una serie de problemas. Precisamente el reciente informe del World Travel and Tourism Council la sitúa entre las 10 ciudades del mundo en mayor riesgo de masificación turística.

El estudio analiza la situación de las ciudades más afectadas por el turismo de acuerdo a cinco variables: alienación de los residentes locales, degradación de la experiencia turística, sobrecarga de las infraestructuras, daño medioambiental y amenazas al patrimonio.

En el análisis Praga sale peor parada en cuanto a infraestructuras y alienación de la población local, debido sobre todo a la alta densidad de turistas. Alžběta Kiráľová, vicerrectora de la Universidad Comercial de Praga (VŠO), que se dedica a esta problemática, constata los resultados del informe.

Alžběta Kiráľová,  foto: VŠO
“Cada vez hay más turistas que vienen a Praga a darse un respiro y vivir algo distinto a lo de sus vidas cotidianas. Esto significa que vienen a divertirse de otra manera. Esto se manifiesta en el hecho de que las salidas de la gente a bares y clubes hace ya que la gente no pueda dormir. Otra cosa es que Praga está inundada de suvenires de otras partes del mundo. Cuando uno va por el Camino Real solo ve tiendas donde venden muñecas rusas, gorros militares rusos y cosas parecidas. Las muñecas rusas son fabricadas en China, por lo que he comprobado”.

El turismo ha convertido la Ciudad Vieja de Praga prácticamente ya en un lugar desprovisto de sus vecinos y comercios originales. Un fenómeno nuevo, la posibilidad de alojarse alquilando apartamentos a través de la plataforma Airbnb, ha cambiado además el alcance de los efectos negativos del turismo.

“El boom del alojamiento a través de Airbnb trae otro fenómeno. Antes los visitantes iban a los hoteles, y estos se encuentran en ciertas zonas de Praga. Ahora los turistas están en cualquier parte. Esto significa que el barullo del turismo se expande a otras partes de la ciudad, tiene el impacto negativo de llevar a los turistas a las zonas residenciales. Esto hace que los habitantes de Praga tengan una menor calidad de vida debido a estos nuevos turistas”.

Aun así la consecuencia más nefasta para el praguense de a pie es sin duda económica, apunta Kiráľová.

“Cambia la red de comercios, su estructura. Las tiendas se transforman en tiendas para turistas, con suvenires y similar. Esto causa que la calidad de vida baje, los residentes tienen que gastar más dinero que antes. En diciembre leí un artículo sobre el precio de los pisos en Praga, el analista indicaba que había crecido en un 8% el número de nuevos inmuebles pero que los precios habían crecido en un 21%. Esto es una gran diferencia”.

Poniendo límites al turismo

Podemos hablar de 2017 como del año del Tourist Go Home, las pintadas en las calles de Barcelona que invitaban a los turistas a marcharse. No solo esta ciudad española, sino otros destinos turísticos saturados, como Venecia o Lisboa, han visto cómo sus habitantes empezaban a movilizarse contra una industria, la turística, que hasta el momento se percibía oficialmente como milagrosa.

Foto: Open Grid Scheduler / Grid Engine,  CC0 1.0
De hecho, también en la República Checa es ya necesaria una intervención estatal para regular el sector a favor de los residentes locales, afirma Alžběta Kiráľová.

“Por supuesto entendemos que el turismo es muy rentable desde el punto de vista económico, especialmente para la República Checa y Praga. La ciudad se ha centrado por eso en su comercialización: queremos cada vez más visitantes. Se han creado para eso diversas campañas de marketing, pero nadie ha previsto con antelación donde debe estar el límite”.

Las medidas al alcance de la mano pasan por hacer la estancia más cara, reducir así el número de visitantes y compensar esta caída con un aumento de ingresos.

“Por ejemplo elevando los precios de las entradas, del acceso. No hablo de imponer precios duales. Elevar los precios de las entradas podría perjudicar a los visitantes checos. Serían medidas para que los turistas extranjeros tengan otras condiciones. Un buen ejemplo es la Alhambra, en España, donde quien quiera entrar tiene que reservar entradas con antelación”.

Otra opción es limitar la cantidad de turistas, como se ha hecho en Dubrovník, donde se cobra por pasear por las murallas y se controla en todo momento el número de personas que hay en ellas.

Praga no es una ciudad para dos días

Pero además de estas medidas, en las que haría falta una intervención pública, bien de tipo estatal o municipal, si se desea aliviar la alta densidad turística del centro de Praga es necesario que las agencias turísticas diversifiquen su oferta, opina Kiráľová.

Castillo de Praga | Foto: Kristýna Maková,  Radio Prague International
“Esto ayudaría a Praga, ya que el espacio protegido es muy pequeño, tiene una extensión de dos kilómetros cuadrados. A Praga le ayudaría diversificar su oferta y que los turistas pudieran ir a otras partes. No van porque la mayoría de las agencias de turismo hablan todo el tiempo del Puente de Carlos, del Castillo, del Reloj Astronómico y cosas parecidas. No hacen el menor esfuerzo por desviar a los turistas hacia otras partes de Praga”.

Opciones no faltan, según Kiráľová. Precisamente uno de sus trabajos de investigación fue estudiar el potencial del río Moldava a su paso por Praga como destino turístico alternativo.

“Hace falta una oferta interesante para los turistas fuera del centro histórico, que está tan lleno de gente. Y Praga tiene opciones para eso. El río Moldava ofrece diferentes alternativas, desde kayak a esquí acuático, y otros deportes de este tipo, sobre todo en la zona de Troya, donde tienen posibilidades de alojamiento en forma de campings. Es posible pensar formas de diversificar”.

Praga se perfila como una ciudad de turismo masivo y concentrado. Los visitantes recorren las calles abarrotadas de la Ciudad Vieja, admiran el Reloj Astronómico, cruzan el Puente de Carlos y suben por el barrio de Malá Strana hacia el Castillo. Y poco más. En dos días están ya de camino a casa o hacia Viena o Budapest.

Reloj Astronómico de Praga,  foto: Eva Turečková
Este estereotipo es cada vez más acusado y va en contra de los mismos intereses de la industria turística nacional, subraya Kiráľová.

“La duración de las estancias se va reduciendo, la estancia promedio es cada vez más corta y el número de visitantes va aumentando. Esto no es nada positivo desde el punto de vista económico, ya que el turismo vale la pena cuando la gente se queda un tiempo. Cuando el turista está solo un día la ciudad no se queda casi nada. Y ahora con 2,5 días de media no estamos en la mejor situación”.

La cuestión es por qué los operadores y agencias turísticas siguen apostando incansablemente por este modelo. En su opinión el país ha entrado en una dinámica cortoplacista.

“De momento la cosa funciona. Las empresas privadas quieren seguir aumentando el número de visitantes, pero no piensan con antelación ni de forma sostenible. Este destino turístico, cuando se agote, estará tan lleno de turistas que los demás dirán: no vamos porque hay tanta gente que no vale la pena. Estamos tirando piedras a nuestro propio tejado, nos hemos metido en una trampa turística. El sector turístico tiene la desgraciada característica de ser capaz de arruinarse a sí mismo”.

Según datos de 2015 el indicador de densidad turística en el área protegida de Praga es de 5.015 por kilómetro cuadrado, mientras que en el resto de la ciudad era de 87 turistas por kilómetro cuadrado.

Autor: Carlos Ferrer
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