Pavel Šembera, un artesano checo del comercio exterior
Vivió parte de su infancia en México donde aprendió a hablar español y esa experiencia lo llevó a estudiar comercio exterior. Hoy se dedica a exportar productos médicos a casi toda Latinoamérica y también trae a Chequia café brasilero. Pavel Šembera, un checo apasionado por la cultura hispana, es autor además de dos libros en los que relata sus experiencias del otro lado del mundo.
“Yo viví cinco años en México con mis padres que son checos pero mi papá también trabajó en el comercio internacional y nos fuimos la familia entera para vivir cinco años allá. Entonces aprendí español solo por el ambiente, mirando la televisión y tal: siempre recuerdo que mis primeras palabras en español fueron socorro, auxilio, ayúdenme, que estaban siempre en los dibujos animados”.
Šembera afirma que esa estadía en México, entre los cuatro y nueve años de edad, lo marcó tanto que, después de un tiempo, siempre que tenía vacaciones y conseguía ahorrar algún dinero, intentaba viajar a Latinoamérica o, por lo menos, a algún sitio donde se hablara español. Luego estudió comercio internacional en Praga y trabajó varios años como empleado en una empresa checa dedicada a producir y exportar implantes y otros instrumentos médicos de alta precisión.En la actualidad continúa ejerciendo esa labor, aunque de manera externa, lo cual le permitió ofrecer el mismo servicio a otras empresas que ahora pueden dividirse los costos de los cinco viajes anuales que suele realizar a Latinoamérica. Pero aclara que siempre trabajó para empresas medianas o pequeñas, familiares casi.
Šembera asegura que Chequia es un país tradicionalmente industrial y con un mercado interno relativamente pequeño, por lo que muchas empresas dependen de la exportación que, en general, está orientada a los países europeos.
“Yo creo que las exportaciones para América Latina continúan siendo chiquitas pero con un gran potencial”.
“Yo creo que las exportaciones para América Latina continúan siendo chiquitas y con un gran potencial porque, si bien se producen en República Checa productos de muy buena calidad, las empresas no tienen siempre la fuerza de venta y de marketing para conquistar los mercados que están más lejos”.
Además de la distancia, explica Šembera, el mercado latinoamericano requiere viajar, mantener un contacto directo, lo cual también es una inversión importante que no todas las empresas están dispuestas a tomar. Por eso mismo, cuenta que muchas veces llegan a Latinoamérica productos cuyas marcas parecen alemanas pero, en realidad, son checas. Es decir, algunas empresas alemanas subcontratan fabricación nacional porque saben que, en general, los productos checos son de buena calidad y más económicos.
A la hora de referirse a los países latinoamericanos, Šembera trata de evitar las generalizaciones porque cada uno tiene su cultura e idiosincrasia y también, por supuesto, un distinto nivel de apertura en lo que respecta a las importaciones.“Porque hay países en América Latina muy abiertos al comercio internacional, como por ejemplo Chile. Pero también depende del área: Chile defiende mucho todo lo que es alimentos porque tienen miedo de contagiar las uvas y manzanas que ellos cultivan allá, pero de productos médicos es un mercado muy abierto para la importación comparando con el otro extremo donde estarían Brasil, Argentina o Perú que tienen su propio sistema de registro sanitario y para poder importar un producto de salud hay que esperar a veces años”.
“Hay países en América Latina muy abiertos al comercio internacional, como por ejemplo Chile, comparando con el otro extremo donde estarían Brasil, Argentina o Perú”.
Esa demora que puede alcanzar, a veces, tres años hace que sean muy pocas las empresas checas que llegan a participar del mercado latinoamericano a pesar de su potencial interés. La tradición de exportación que sí se mantiene tiene que ver con cervezas, cristales, joyería, maquinaria y turbinas. Y, si bien la especialidad de Šembera está vinculada al área de exportación de productos de salud, quiso hacer lo mismo en la dirección contraria y por eso decidió importar café brasilero a Praga. En consecuencia, hoy puede está al tanto de las nuevas tendencias en lo que respecta a ese producto tan instalado a nivel mundial.
“La tendencia es que te abres una cafetería y tienes tu propio torrado, o en cada ciudad hay. Entonces creció mucho esa demanda de café verde, o sea sin torrar, para que el torrado se realice en el lugar donde se bebe el café”.A propósito de tendencias, Šembera nota que la mayoría de las personas empiezan por importar productos alimenticios, un negocio tan difícil como sacrificado. El mismo intentó traer tapiocas, una comida de la región nordeste de Brasil, pero fue una tarea ardua por tratarse de un producto desconocido que proviene de una planta que ni siquiera crece en el país. Aunque lo intentó un tiempo, Šembera se dio cuenta de que la gente se atreve a experimentar de vez en cuando en los mercados pero luego no incorporan esos gustos a su rutina.
El otro gran problema que ve en ese rubro es la necesidad de traer grandes cantidades para amortizar el costo de transporte, con lo cual la fecha de vencimiento de los alimentos se convierte en un problema. Šembera no se arrepiente de esos intentos fallidos porque lo ayudaron a encontrar su especialidad: el cuidado de las relaciones y los vínculos personales, un verdadero puente que implica entender al máximo ambas culturas y explicarle a una de las partes lo que la otra quiere decir.
Asegura que una de las diferencias más notorias que existe entre la cultura checa y la de algunos países latinoamericanos es la concepción del tiempo: mientras en la cultura latinoamericana la gente suele concentrarse más en el presente, el checo, en general, es mucho más estructurado en lo que concierne a plazos y reglas.“Las fábricas checas, por ejemplo, siempre piden planificación: cuánto vas a vender el próximo año, cuánto vas a tardar en recibir los registros. Yo sé que la información de Latinoamérica dice un poco lo que es su deseo: en tres meses lo vamos a tener. Pero yo sé que si paso esa información es muy probable que se extienda y ellos van a estar encima de mí diciéndome nos prometiste tres meses y ya pasaron tres meses y un día. Entonces, si me dicen tres meses, yo prefiero decir cuatro”.
Šembera reconoce que el checo suele ser un poco más distante y cada vez que llega a Latinoamérica se siente abrazado por la gente. Tanto en lo que hace al contacto físico como a lo que él llama la energía latinoamericana, que tiene ver con disfrutar cada momento y que intenta llevársela consigo luego de cada viaje.
En definitiva, según su opinión, las empresas checas suelen ver los negocios en términos de números y estrategias. Y él siempre trata de advertirles que, en el mercado latinoamericano, primero hay que saber cuidar la relación, una amistad casi, y crear confianza mutua para luego trabajar la parte comercial que siempre se termina resolviendo. Y una de las herramientas para hacerlo, asegura, es aprovechar algunas características que ambas culturas tienen en común: sobre todo, el humor.
“Humor y chistes: puede ser un poquito distinto pero a las dos culturas les gusta. Si yo voy allá y consigo decir algún chiste en español, no se toma tan en serio. Y los checos también lo tienen, como se ve ahora con el virus que salieron montones de chistes aquí y allí. Yo creo que es algo que se comparte bastante y es bueno aprovecharlo en la relación y en el comercio”.Gracias a su amistad con Yvonna Fričová, directora de la editorial Titanic, Šembera pudo cumplir su sueño de publicar no uno sino dos libros: “Brasil, manual de instrucciones” y “Comercio por Latinoamérica”, donde cuenta toda la experiencia de negocios pero, sobre todo, de vida que fue acumulando a lo largo de tantos viajes por los distintos países del nuevo mundo.
Asegura Šembera que uno de los aspectos que le encanta de su trabajo es que la salud es un área llena de cambios y desafíos que obligan a seguir preparándose siempre, a diferencia de otros rubros como el de la cerveza donde el valor depende, justamente, de que no cambie nada. Sin embargo, a Šembera le queda otro sueño por cumplir.
“Si me vuelvo rico con el trabajo, lo que va a costar, tal vez pueda dedicarme más al trabajo social porque en la realidad latinoamericana las diferencias sociales también están en el acceso a la salud y entonces sería como un sueño poder contribuir en el futuro con una donación o proyecto en ese campo”.
Ese sería, sin dudas, el broche de oro de una actividad cuyo máximo objetivo es tender un puente y profundizar en aquellos aspectos que dos mundos aparentemente tan distintos tienen en común.