La música de Cuba y Venezuela inunda Karlovy Vary de la mano de Simón Zerpa Carballo
Simón Zerpa Carballo, director de orquesta venezolano, inundó Karlovy Vary de música latinoamericana, forjando un puente entre dos patrimonios culturales que confluyeron, durante una noche, en la sala Atrium de los Baños Imperiales.
A raíz de una iniciativa de la dirección de la Orquesta Sinfónica de Karlovy Vary, el director venezolano Simón Zerpa Carballo fue invitado a representar en la ciudad balneario música latinoamericana para el público checo. Con gran ilusión, el director presentó dos sinfonías: La Palma Real de Yalil Guerra y La Suite Llanera de Claudia Calderón. Las describe en detalle para Radio Praga Internacional.
“Las dos obras son muy diferentes una de la otra. La primera, de Yalil Guerra, es una obra programática que narra la historia del héroe cubano José Martí, y también narra la revolución cubana para quitarse el yugo de la corona española, y un poco también el legado que dejó este personaje cubano. El lenguaje tiende a ser un poco como música de cine, porque a través de la música, de los sonidos, de los timbres, de la instrumentación, te va poniendo en contexto de las escenas, de la batalla, la muerte, y esa soledad que queda después de la guerra. Entonces, bueno, esa obra hay que entenderla desde ese punto de vista de su narrativa. Ahora, la música de Claudia es folclor venezolano, con el que estoy muy familiarizado, porque crecí con eso en mi casa, eso está en mis venas, pero llevado a la orquesta sinfónica. Es una obra muy particular, muy especial, y yo diría que no hay obras sinfónicas que tengan este tinte tan folclórico, con tanto arraigo en el folclor”.
En el caso de la Palma Real de Yalil Guerra, el concierto en Karlovy Vary supuso el estreno europeo de la pieza, y en el caso de La Suite Llanera de Claudia Calderón el estreno mundial. Además, se trata de la primera vez que el director interpreta música de estos dos compositores.
“Es la primera vez que hago una obra tanto de Yalil Guerra como de Claudia Calderón, aunque siento como si hubiera hecho ya cosas anteriormente, porque sí que tenemos tiempo trabajando en contacto, tratando de encontrar el momento de hacer algo juntos, y obviamente eso me ha permitido conocer su música, estudiarla un poco, entonces sí que me siento muy familiarizado, no siento que es algo nuevo, pero sí es la primera vez”.
A su vez, el director comentó algunos de los retos más grandes que tuvo al abordar las piezas y destacó la dificultad del aspecto rítmico de la Suite Llanera.
“Primero, la instrumentación es bastante amplia. Entonces está el reto del balance, encontrar ese balance en los timbres de cada sección de la orquesta, para que unos no se tapen con los otros, para que salgan las voces que tienen que salir en cada momento, a pesar de que haya muchas voces tocando al mismo tiempo. Y lo más difícil esta semana, ciertamente, ha sido la estructura rítmica de la obra, de la Suite Llanera. Creo que es la riqueza más grande que tiene la música llanera, todos esos motivos rítmicos que son muy parecidos unos de otros, pero siempre están variando. Entonces, eso se lo hace súper difícil, porque los músicos de orquesta estamos acostumbrados a patrones. Entonces, una vez que los músicos... se familiarizan con un patrón, la siguiente sección es parecida, pero no igual. Entonces, requiere un enfoque tremendo. Es música realmente difícil, si uno no se está habituado, y ese ha sido un reto muy grande”.
Por otro lado, la compositora de la pieza, la pianista experta en joropo llanero, Claudia Calderón, nos acerca cómo llegó a crear esta pieza tan única que tiene sus raíces en el folklore venezolano, adaptado al formato de una orquesta sinfónica.
“Todo empieza desde un apasionamiento que yo sentí por esta música desde muy temprana edad, cuando yo pertenecía realmente a una tradición musical más andina, pero la música del Joropo, que es la base principal de estas piezas que componen la Suite Llanera, es una especie de música andina llevada a una velocidad y a un galope, y a unas formas que se salen de las estructuras melódicas y se convierten en unos ciclos armónicos, que permiten variaciones, improvisaciones… Todo esto a mí me apasionó mucho y cuando yo terminé mis estudios en Alemania entré más en profundidad a investigar la música de esos instrumentos como el arpa, la bandola, el cuatro, que es un instrumento acompañante, las maracas, el bajo, etcétera, y a mí me apasionó y me avasalló esta música”.
Al llevar la música del Joropo a una orquesta sinfónica Claudia Calderón compuso una pieza con una musicalidad única, en la que destacan además el cuatro venezolano y las maracas venezolanas, de las manos de Ramón Fumero y Manuel Rangel. De los inicios y la inspiración para llevar a cabo esa combinación inusual, Claudia recuerda también al referente Paul Desenne.
“Realmente la música tradicional es de pocos instrumentos y es de una rítmica muy precisa, se logra un ensamble muy exacto. Son pocos intérpretes, es una música de solistas prácticamente y donde también el canto tiene un papel esencial. A mí me cautivó mucho también cuando descubrí la música de Paul Desenne y de cómo él empezó a llevar esta música al lenguaje camerístico, o sea a la polifonía de varias voces que se pueden interconectar, que se contestan, que hacen canto contra canto, y que se va creando un tejido armónico y contrapuntístico de mayor complejidad y de mayor riqueza que me abrió el horizonte para ver cómo esta música se podía llevar al plano sinfónico”.
Según afirmó el director Simón Zerpa Carballo, es posible que las maracas y el cuatro hayan sonado por primera vez en República Checa acompañados de una orquesta. Ramón Fumero, cuatrista venezolano que interpretó la Suite Llanera, nos describió cómo es ese instrumento de cuerda.
“Para mí el cuatro es como un bisturí. Es un arma de doble filo. Por un lado es un instrumento que es muy versátil, se puede adaptar a cualquier tipo de música, por lo que hemos visto con un montón de cuatristas que hay actualmente en Venezuela y fuera de Venezuela, puedo nombrar a Rafael Pollo Brito, a Jorge Glem, José Hurtado, Leo Rondón, a toda esa gente que tienen una capacidad exacta. Todos los músicos que tú los ves tocando y cada uno le da un toque diferente, es como que el instrumento se personaliza contigo, y cada cuatrista tiene un estilo diferente. Es un poco como con el piano, pero el cuatro es muy especial, porque es rítmico y armónico, y melódico, o sea, está súper mezclado y es un instrumento muy difícil, para mí ha sido una experiencia enorme trabajar y vivir la oportunidad de trabajar con estos maestros. Además con una sinfónica, es complicadísimo, no es fácil. Pero sí que se puede adaptar. Para mí la maraca es uno de los instrumentos más difíciles que he visto en mi vida, porque es el que lleva como quien dice el metrónomo de todo lo que estamos tocando. Si la maraca se va para atrás o se va hacia adelante, nos vamos por un barranco todos, es dificilísimo. Pero el cuatro de verdad que es un instrumento maravilloso, con el cual tú puedes tocar cualquier tipo de música, y adaptarlo a cualquier estilo de música también”.
Manuel Rangel, quien tocó esas temidas maracas venezolanas, nos da su descripción de este instrumento y comparte cómo, para él, tiene un trasfondo espiritual.
“En el caso de la maraca, es un instrumento muy chamánico que viene de nuestros indígenas y tiene un poder de sanación, de invocación, que solamente el chamán de una tribu tiene el poder de agitarla. Es un instrumento que no se utiliza como diversión para entretener musicalmente, sino que es un instrumento específico. Si nos vamos más atrás del cómo llega a conformarse un instrumento, en este caso las maracas, son distintos elementos de la naturaleza. Por ende, eso tiene vida”.
“Hay en ella una energía natural no solo por los elementos que construyen el instrumento, pero también la energía de quien lo construye, que no somos nosotros, sino personas que se han adentrado a la conexión con la naturaleza para entender estos materiales que provienen de la naturaleza y poder generar un instrumento que conecte con el artista, en este caso con el músico. Digamos que hay como una serie de conexiones energéticas que provienen de la naturaleza, que hacen que el instrumento también tenga un perfil, tenga una personalidad. Así como alguien lo puede ver como un objeto, para muchos de nosotros, en este caso para mí, el instrumento se convierte en una extensión de tu cuerpo, para poder expresar a través de él algo que está ocurriendo musicalmente o artísticamente”.
En el caso de la sinfonía de la Palma Real, es su propio compositor, el cubano Yalil Guerra, quien nos explica en detalle de qué se trata y nos revela la inspiración que lo ha llevado a crear esta obra.
“Efectivamente la música que creé para esta sinfonía, mi primera sinfonía, titulada La Palma Real, es una obra que está inspirada y dedicada al poeta y héroe nacional de Cuba José Martí. Es una obra que no solamente es una sinfonía, sino que sigue un programa, sigue una historia. Tiene momentos clímax bastante fuertes, momentos muy tiernos, momentos adagios, lentos… hay una batalla que es la batalla de dos ríos donde muere José Martí. Y bueno, es una obra que estoy muy contento y orgulloso de que una orquesta checa haya hecho este estreno de la mano del maestro Simón Serpa Carvallo. Visto en lo que escuché en el ensayo, si sale como quedó en el ensayo, va a ser un éxito porque la verdad que esos músicos lo han dado todo, han puesto alma, han puesto corazón y han puesto vida”.
Si bien Guerra no ha sido el único en sentirse inspirado por la potente figura de Martí, tal vez sea el primero en haber creado una sinfonía en su honor y presentarla en República Checa.
“Martí fue un personaje importantísimo para la cultura de la nación cubana y como creador yo necesitaba buscar una conexión con el pasado, y eso no es algo que yo haya inventado. Es decir, todos los compositores a través de la historia hemos buscado fuentes de inspiración, sea una mujer hermosa, sea Dios, sea cualquier cosa… la naturaleza, la nación… En el periodo romántico, por ejemplo, hay todos estos compositores que hicieron muchísima música conectada a las raíces de sus países y entonces yo busqué esta conexión con José Martí y aproveché que no tenía este formato en mi catálogo.
Curiosamente, la complejidad de la orquesta sinfónica no intimida al compositor cubano, quien afirma que existen formatos mucho más difíciles, al menos para él. Guerra nos explica esta particularidad con la metáfora de preparar una paella.
“Difícil es hacer un cuarteto de cuerdas, eso es lo más difícil que hay. Cuarteto de cuerdas, un trío, peor todavía, un dúo, horror y misterio. Un dúo, para hacer un dúo bueno, eso es tremendo. Pero un cuarteto de cuerdas es muy difícil. La orquesta sinfónica tiene muchos colores, tiene muchos recursos… Es como si fueras a hacer una paella. O sea, el que ha ido a España sabe lo que es una paella. Tienes pollo, tienes habas, tienes el arroz, tienes una serie de cosas. Y tú con tantos ingredientes te tiene que salir bien, ¿no? Pero imagínate hacer una paella que nada más tengas arroz y pimiento, ese es el cuarteto de cuerdas y tienes que hacer el arroz con pimiento que sepa bien. Entonces cuando tienes limitación de recursos tienes que ser más creativo, tienes que buscar más. No quiere decir que con la orquesta sinfónica no tengas que hacer lo mismo, pero tienes más recursos, es diferente”.
Para terminar, Simón Zerpa Carballo, nos compartió algunos puntos del proceso de traer esa música tan cercana para él hasta el corazón de Europa.
“Ha sido muy interesante para mí observar cómo ha venido reaccionando, evolucionando, y todas las ondas en este proceso, los altos y bajos. Primero, bueno, la orquesta sinfónica de Karlovy Vary me contrata para hacer música latinoamericana. Eso es lo que ellos querían que yo trajera. Entonces, claro, al principio hay como expectativas, ¿no?, de que es algo nuevo, diferente. Luego, cuando vieron la música y comenzaron a tocarla, hubo dos sentimientos. Por un lado, como de alegría, de que era algo muy rítmico, bonito, una música muy linda y, por el otro lado, la preocupación, incluso en algunos momentos la frustración, porque es música compleja y muy difícil, no sólo para ellos. Es una música que incluso para hacerla con una orquesta venezolana hay que trabajarla muchísimo. Pero para ellos tiene esa dificultad añadida de que no les pertenece esta música. Y fue la primera pregunta que yo hice cuando llegué al ensayo el lunes. ¿Cuántos músicos había de Latinoamérica? No había ninguno”.
A pesar de ello, el director afirmó que no dejó que tal hecho le desalentara.
“Lo que pasa es que yo soy demasiado optimista. Entonces, yo lo vi por el otro lado y dije, bueno, qué bonito, qué emocionante, entonces, traerles esta música a ustedes. Y, bueno, que algo que es tan ajeno a República Checa lo podamos hacer parte un momento con esta orquesta, de la escena musical de Karlovy Vary, aunque sea por una noche”.
El concierto en Karlovy Vary fue una celebración de la música latinoamericana, uniendo dos mundos a través de la orquesta sinfónica local. La vibrante fusión de sonoridades venezolanas y cubanas no solo conquistó al público checo, sino que generó un aplauso en pie, dejando en claro el poder de la música para traspasar fronteras y crear un puente de intercambio cultural.
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