Vino la noche, el lado más humano de soldados de élite del Perú, protagonistas en Karlovy Vary
El joven director peruano Paolo Tizón fue seleccionado para la sección competitiva Proxima del Festival Internacional de Karlovy Vary con su primer largometraje, Vino la noche, una película entre el documental y el cine arte que se adentra en el día a día y lo cotidiano de un grupo especial de las Fuerzas Aéreas del Perú durante su dura formación. Una visión personal, hasta íntima, alejada de clichés sobre el ejército y los reclutas, como contó en conversación para Radio Praga Internacional junto a la productora del filme, Diana Castro, ante su estreno mundial en la ciudad termal.
Con tu opera prima ya estás en Karlovy Vary, ¿qué se siente?
Sí, para mí, estrenar en este festival excede todas mis expectativas que tenía para la película. O sea, yo tenía un par de cortometrajes, luego he estudiado en una escuela de cine también muy atípica en España, la Elías Querejeta Zine Eskola, en San Sebastián, así que ha sido un camino un poco inverso: primero hice el largometraje, luego estudié y luego he hecho el corto de escuela. La película se ha producido así también, con formas inusuales muy precarias, sobre todo al inicio. Hay escenas que filmé solo yo haciendo la cámara y que han quedado en el corte final. En total éramos dos personas, o tres. Pero eso tiene una gran ventaja porque se logra una intimidad con las personas, que es una de las virtudes, yo creo, de esta película.
Vamos a ir desde el principio, ¿qué has querido contar con esta película, que es un retrato de un comando de las Fuerzas Especiales del Ejército Peruano?
Son operadores especiales de la Fuerza Aérea del Perú, un grupo de élite que tiene un entrenamiento especialmente riguroso. Lo que hemos querido es mostrar la humanidad de estas personas, de estos cuerpos, que a veces con el uniforme, con los números, con toda esa visualidad que tiene el ejército, con que todos estén iguales, con el mismo corte de pelo, sin aretes, sin tatuajes o distintivos, se vuelven anónimos, se pierde esa singularización. Lo que hemos hecho ha sido jugar un poco entre los dos lados: el colectivo, donde se disuelve la identidad y las historias personales, y hemos intentado evitar los lugares comunes, como Rambo, la persona que puede contra todo, o el otro cliché también, el de la monstruosidad, el de gente enajenada de sus sentimientos. Hemos intentado acercarnos a los matices que están en el medio.
"Hemos intentado evitar los lugares comunes, como Rambo, la persona que puede contra todo, o el otro cliché también: el de la monstruosidad, el de gente enajenada de sus sentimientos. Hemos intentado acercarnos a los matices que están en el medio".
¿Así que no hay actores profesionales?
No, no, son comandos reales, es un documental, ellos no tenían ninguna preparación en la performance, excepto en la performance militar. Lo que hicimos con ellos fue un pequeño taller de cine durante su entrenamiento donde les mostramos películas peruanas documentales. Por ejemplo, hay una película que se llama Metal y melancolía, muy importante en Perú, y ellos la vieron y les encantó. Eso era para mostrarles que el cine es múltiple en realidad, no es Rambo y Hollywood, sino que hay otros matices, que su voz es importante también, porque se preguntaban «¿por qué rayos quieren hacer una película conmigo? ¿Quién soy yo?». Así que eso era para decir que sus experiencias son importantes.
Así que estaban encantados de participar.
Sí, sí. Les gustó por varias razones. Primero porque es un escape de la dureza del entrenamiento. Y, por otro lado, tengo una sospecha muy fuerte de que tal vez cuando las cámaras estaban presentes, la presión del entrenamiento era reducida. Así que para ellos era una forma de relajarse, jugar a hacer una película en medio de un entrenamiento militar muy duro.
Y también creo que tuvo que suponer algo para ellos. Tenían, por ejemplo, como una competencia de quién salía más tiempo en pantalla y se molestaban unos a otros con eso. Pensaban cómo hacer algo extravagante para salir más… Pero ahí estaba el reconocimiento de su subjetividad, de su sensibilidad.
Entonces, las historias de las novias o el padre y la madre de uno de los soldados, ¿todo eso es real?
Sí, sí, esas conversaciones son reales. El chico se llama Jhordy Febre, es el que más conversa sobre sus padres y nos deja filmar las llamadas. Fue uno de los que más se abrió, con mucha generosidad, es una persona muy espontánea, también con mucho humor y apertura. Así que fue una bendición que él esté justo para cuando filmamos la película.
Se me ocurre que las escenas de noche del entrenamiento tuvieron que ser complicadas de rodar, ¿no?
Sí, sí. Complicadas en muchos sentidos, porque, o sea, para mí estar frente a esas escenas tan violentas ha sido muy, muy difícil. Yo recuerdo que hubo un momento mientras las filmaba que yo casi renunció al proyecto, porque para mí era muy difícil acercarme a eso, ver personas siendo tratadas así fue muy difícil y me empecé a hacer muchas preguntas de por qué estaba en este proyecto, qué significa para mí, para el equipo de rodaje también. Teníamos muchos cuestionamientos, pero el debate, la conversación con los personajes de esas escenas difíciles nos reafirmó en el deseo de hacer la película.
¿De dónde surge tu interés por el ejército y por esta historia?
"Recuerdo que hubo un momento mientras filmaba que casi renunció al proyecto, porque para mí era muy difícil acercarme a eso, ver personas siendo tratadas así fue muy difícil y me empecé a hacer muchas preguntas".
Bueno, no es exactamente por el ejército, es por las Fuerzas Armadas el campo de interés, y el cuerpo en específico es el de la Fuerza Aérea. Mi interés viene por mi historia personal y familiar porque tengo familia vinculada a estas instituciones. Desde pequeño, mi casa ha estado con uniformes militares, con pistolas, con parafernalia militar… Entonces es algo que es muy íntimo, muy personal. Siempre he tenido como una duda o una curiosidad muy intensa de saber de qué se trata ese mundo, de conocerlo con mis propios ojos.
Además, en casa no hablaban mucho de ese tema, un poco por protegerme a mí, que era un niño pequeño, y es una profesión que a quien participa en ella lo acerca a la muerte, y a una muerte violenta. Pero mientras fui creciendo, quise conocerlo a fondo.
Pero no haciendo la carrera militar…
No, no, no… Después de lo que vi, no (risas). Está bien desde el cine, es difícil también, pero es difícil de otra forma y, por suerte, en casa nunca hubo una presión de seguir, era más bien como que no me lo recomendaban.
¿Los soldados no te miraban raro como el intelectual que llega allí de fuera o algo así?
"Me parece un festival muy variado, que tiene estrellas, pero también está nuestra película, que es un documental sin ninguna estrella, sino con todo lo contrario, con gente tal vez olvidada por la sociedad".
Bueno, de hecho, sí, y por eso trabajar a lo largo de tanto tiempo es importante, porque lo primero que ocurría es que me tomaban por un comercial de la Fuerza Aérea, o sea, lo que decían era «qué lindo es estar en este lugar, me encanta» y como frases impostadas, no naturales. Pero después de que me daban este registro, yo seguía filmando. Y cuando se les acababan las ideas de cosas que decir, empezaban a surgir conversaciones espontáneas más banales, cotidianas, sensibilidades, y entonces entendieron un poco que lo mío no iba de publicitario, sino más de documental.
¿Y cómo ha sido trabajar con una institución como el Ministerio de Defensa o el ejército, que son instituciones que protegen mucho su imagen y los secretos?
Tuvimos que seguir un protocolo establecido para poder hacer este tipo de trabajos. Nos pusieron bastantes parámetros. Ha habido muchas cosas que no hemos podido filmar, por ejemplo, hemos estado en bases militares donde se entrenan operativos específicos, pues no podemos filmar nada de eso, también las aeronaves, que son un tema sensible, hay tipos de aeronave o dónde están ubicadas, que es como información sensible, y tampoco pudimos sacar nada de eso. Parte del entrenamiento militar tampoco nos dejaron filmar…
Y, aunque llevas poco tiempo, ¿qué te parece el festival de Karlovy Vary?
Mi primera impresión ha sido muy positiva. Me parece un festival muy variado, que tiene estrellas, pero también está nuestra película, que es un documental sin ninguna estrella, sino con todo lo contrario, con gente tal vez olvidada por la sociedad, donde no se les mira. Entonces es una mezcla un poco loca, pero muy interesante, muy estimulante, con películas de mucho presupuesto y otras con poco presupuesto para que sea el finalmente el arte cinematográfico lo que nos convoque.