Una poeta argentina con corazón praguense
Norma Etcheverry es una poeta y editora argentina fascinada con la ciudad de Praga y la poesía de Vladimír Holan, a quien leyó gracias a las traducciones de Clara Janés. En su tercer viaje a la capital checa, se dio el gusto de distribuir por sus propios medios Un corazón eslavo, un libro en checo y español que reúne una serie de poemas en los que trata de explicar su pasión por la Ciudad de las Cien Torres.
“A veces pienso que, tal vez en otra vida, viví aquí en Praga”.
En el año 2019 la autora argentina Norma Etcheverry publicó País niño, un libro de poemas en el que convertía en símbolos algunos aspectos tanto rurales como urbanos de su país de origen. Sin embargo, ese libro incluía también otros colores provenientes de motivos, en principio, más ajenos, como el río Moldava o la música de Bedřich Smetana, que le habían inspirado un viaje a Praga en 2017. Seis años después de esa visita, Norma Etcheverry regresó a la capital checa y esta vez se dio el gusto de hacerlo con un nuevo libro bajo el brazo que compila muchos de esos poemas praguenses en una edición bilingüe en checo y español.
“Se llama Un corazón eslavo, justamente, porque el tema que yo creo que me arraiga acá es que cuando yo era muy chica, por cuestiones familiares, nos mudamos a un barrio en el que había una vecina checoslovaca a la que no olvidé más. Se llamaba Hana y yo, que estaba aprendiendo a leer, me hacía leerle el diario”.
Norma Etcheverry recuerda que, por ese entonces, tenía apenas seis años y pasaba bastante tiempo con esa mujer de ojos celestes y cara muy sufrida que, a veces, le preparaba la tradicional bábovka con requesón. Lo cierto es que, apenas un año y medio después, Norma y su familia volvieron a mudarse y, desde entonces, no supo nunca más nada de esa enigmática vecina checoslovaca. Sin embargo, como toda ausencia que deja huella, su recuerdo se fue haciendo cada vez más grande y, en algún punto, empezó a sentir que recibía noticias de ella a medida que se iba enterando de las historias de tantos otros compatriotas checoslovacos que tuvieron que migrar y, muchas veces, no pudieron regresar a su tierra.
“A mí me quedó eso y siempre tuve curiosidad por los países detrás de la Cortina de Hierro, hasta que me encontré con Vladimír Holan y con Clara Janés, y ahí empieza mi historia literaria con Praga”.
Afirma Norma Etcheverry que lo primero que leyó de Holan fue el poema Resurrección, que, justamente, termina diciendo “estaremos de nuevo en casa”. Además de encantarle la calidad literaria de ese texto, no pudo evitar vincularlo con aquella experiencia del exilio de su vecina ni con el trabajo inagotable de su traductora española, Clara Janés, que había decidido aprender checo con el objetivo de poder comunicarse con Holan. Desde 2015, Janés forma parte de la Real Academia Española y justo el seis de noviembre cumplió 83 años de edad.
“Yo lo leo muchísimo a Vladimír Holan. Me parece un poeta profundo y hermético en algunas cosas, con una visión de la vida y la muerte, el ser y la nada. A mí me impactó, me gusta, me encanta. Tengo casi toda su obra, mucho en checo, ojalá algún día pueda leerlo en su idioma, cosas que me he llevado de acá, de los anticuarios, y espero poder tener tiempo para difundirlo”.
Lo que plantea Norma no es una mera expresión de deseo: hace varios años empezó a estudiar checo gracias al programa gratuito de aprendizaje de ese idioma que existe en Argentina y muchos otros países del mundo. Más allá de la dificultad de la lengua, le está muy agradecida a las profesoras que tuvo hasta el momento: Pavlína Řeháčková y su amiga Hana Dauria, quien además es la traductora al checo de estos poemas que trajo a Praga diez años después de su primera y ansiada visita a la mítica capital checa.
“En 2013, vinimos en un viaje familiar a Italia y en un momento les dije: ‘Si no vamos a Sicilia, podemos esos cuatro días ir a Praga’. Todos estuvieron de acuerdo y vinimos cinco días a Praga y... ahí sentí que era mi casa: me siento cómoda, relajada, y eso no me pasa en otras ciudades grandes. A veces pienso que tal vez en otra vida viví aquí”.
El amor de Norma Etcheverry por Praga se advierte en el hecho de que, en la que es su tercera visita a la ciudad, en el marco de un viaje de veinte días por varios países de Europa, ella y su marido decidieron dedicarle a la capital checa nada menos que una semana. Pero más sorprendente aún es que, en su segunda visita de 2017, tenían comprado un pasaje aéreo para ir a Toscana y, justo la noche anterior, mientras caminaban muy contentos y fascinados por las callejuelas de la ciudad, decidieron quedarse en Praga, aun cuando eso significaba, ni más ni menos, que perder los pasajes.
“En un momento recuerdo que yo era joven y acá era la Revolución de Terciopelo y estaba muy atenta a lo que pasaba, escuchaba las noticias que hablaban de Havel. Después, con los años, lo leí un poco y la primera vez que vine al bar Slavia pensé mucho que él se sentaba aquí, todas esas cosas… A veces me pregunto por qué me interesa tanto la historia de este país y cuál es la conexión con Argentina. En algún momento hasta lo sentí parecido a la primavera de Alfonsín, en la época de la vuelta de la democracia”.
Sin un circuito oficial de distribución en la ciudad, Norma Etcheverry decidió hacer honor a la tan mentada magia praguense para ir ofreciendo su libro a partir de los encuentros azarosos que fueran surgiendo. Y el plan, al parecer, resultó bastante acertado porque los libros también encuentran su camino y, de hecho, cuenta que, en medio de un paseo por Žižkov, terminaron en un bar literario en el que un fotógrafo checo se entusiasmó mucho con sus poemas. Entre otras cosas, por tener una gran amiga argentina. Uno de esos poemas, en efecto, está inspirado en algo que percibió la autora durante una visita a la emblemática cafetería Slavia, durante la cual vio una mesa repleta de turistas a los que solo parecía importarles probar la absenta, sin prestar demasiada atención al lugar en el que se encontraban.
“El turismo suele ser muy invasivo y saca fotos a mansalva”.
“A veces el turismo es muy invasivo y saca fotos a mansalva, y me pasó que yo había venido con toda esta carga emotiva, del Slavia, de Havel, y vi a un grupo de norteamericanos que estaban probando la absenta, y yo que estaba fascinada con el cuadro del pintor checo Viktor Oliva, pensaba ‘qué bárbaro, cómo uno no se detiene a mirar alrededor cuando está en otro lugar’”.
Norma Etcheverry aprovechó al máximo su tercera visita a Praga para conocer lugares importantes de la ciudad a los que no había podido ingresar antes, como el Rudolfinum y el Teatro Nacional, donde se dio el lujo de asistir a una inolvidable función de la famosa ópera Libuše. Recién llegada a la Argentina, asegura que ya mismo extraña esta ciudad mágica que, sin lugar a dudas, conquistó su corazón y a la que, por supuesto, promete regresar muy pronto.