Se despide la voz del tranvía
Luego de veintiséis años y tras recibir la ciudadanía de honor de Praga, la locutora Dagmar Hazdrová dejará de grabar los anuncios del tranvía. En esta entrevista, una de las voces más escuchadas del país nos habla de su vida, de su labor en los medios y de su fascinación por la numerología.
“Yo prefería ir siempre caminando porque la gente protestaba todo el tiempo en el tranvía”.
Incluso los extranjeros y turistas que no llegan a descifrar el significado de Příští zastávka (próxima estación), esa frase que en el tranvía se repite a manera de mantra, suelen dedicarle una atención casi reverencial. Es que la suya es una voz calma y profunda que no se estresa ni con los problemas del tránsito, la melodía adecuada de un transporte tan estético como noble. Sin embargo, la voz de Dagmar Hazdrová no es exclusiva del tranvía porque suena también en el bus y no se escucha solo en Praga sino en varias ciudades del país, tal como ella misma intenta recordar.
“Estoy en los autobuses de toda la República y, desde el año 1994, en los tranvías de Liberec y Jablonec. Y desde el año 1996, también en los de Praga, Hradec Kralové, Nymburk, Kolin, Chrudim... Son tantas ciudades que ya ni me acuerdo”.
A pesar de ser una de las voces más famosas de Praga, Dagmar Hazdrová no es una persona vanidosa. Por el contrario, asegura que no le gusta sacarse fotos ni escucharse y es extremadamente autocrítica con su trabajo. Por ejemplo, cuenta que tanto le desagrada cómo pronuncia la primera letra de la estación Šumavská que, para no escucharse, trata de no ir nunca a esa zona de la ciudad. Por otro lado, recuerda haberla pasado muy mal en un momento puntual de la historia reciente de Praga.
“En 2002 Praga quedó bajo el agua por las inundaciones, y los anuncios tuvieron que ajustarse porque las vías también se habían inundado. Entonces cambiaron los recorridos y en esa época grabábamos todas las estaciones con entonación de punto final, es decir que les decíamos a los pasajeros que solo pasaríamos, por ejemplo, por Čáslavská, Vinohradská, Jičínská pero cada una quedaba como final de frase. Fue terrible, recibí varias cartas diciendo que no sabía leer y luego empezamos a grabar los nombres de las estaciones con entonación de puntos suspensivos para esos casos, pero por ese entonces no, y era un lío. Yo prefería ir siempre caminando porque la gente protestaba todo el tiempo en el tranvía”.
Por suerte, aquella situación tan conflictiva no duró tanto y, de a poco, la voz del tranvía volvió a conquistar los oídos de los pasajeros y Dagmar Hazdrová empezó a utilizar nuevamente ese medio de transporte y a escuchar su propia voz. Hazdrová vive cerca de la torre de televisión de Žižkov y revela que sus líneas preferidas son las que la dejan cerca del Teatro Nacional, aunque en los últimos años, por obvias razones, viajó mucho menos.
“Con el Covid no use tanto el tranvía, pero antes siempre porque iba mucho al teatro, a conciertos, a conferencias, a todos lados con el tranvía pero luego me rompí la rodilla. Tengo una lesión, así que tuve que pasar mucho tiempo en casa y casi no lo usaba, recién ahora empiezo de nuevo a moverme un poco más”.
Una ciudadana ilustre
Sin ir más lejos, el lunes pasado Dagmar Hazdrová se trasladó hasta el antiguo ayuntamiento para recibir la ciudadanía de honor de Praga en un acto en el que se homenajeó también al violinista Václav Hudeček y a la cantante Marta Kubišová. Pero además de sus anuncios en el tranvía, se reconoció también la labor de Dagmar Hazdrová como periodista, sobre todo en agosto de 1968, cuando, durante la invasión soviética, informaba a través de la radio pública lo que ocurría en el país sin temer las consecuencias.
“Trabajé en la radio de Praga solo a tiempo parcial, porque vivíamos en Hradec Králové y allí gané la audición para el puesto de locutora. Por ese entonces era la ciudad de los comunistas, digamos que había un ejército de trabajadores sin educación, sin escuelas, y por eso los llamábamos ‘cerebros caqui’”.
Como podía esperarse, la actual invasión rusa en Ucrania le hizo revivir un poco ese pasado aunque, en su opinión, es aún más cruel e inhumana. Revela que lo más sorprendente para ella es cómo los rusos se dejan convencer por Putin sin oponerse demasiado ni hacer valer su opinión. En ese sentido, considera que el mundo está cada vez más enfermo y ella encuentra una especie de refugio en la meditación, una técnica que practica hace mucho tiempo y en la que la voz es también una herramienta fundamental.
“Me siento como una vieja esposa desplazada que está buscando una nueva pareja para su marido”.
“Ahí hablo diferente. Cuando medito hablo despacio, bajito, con tranquilidad y eso es bueno, pero en el caso de los anuncios oficiales…. Una debe despersonalizarse. La voz debe estar por encima de las circunstancias, pero no como quien realiza un servicio, sino solo con amabilidad. Es decir, ya no soy yo, es una voz”.
En busca de una pareja para su marido
Revela Hazdrová que en los anuncios del tranvía trata de usar un tono de voz lo suficientemente fuerte para que pueda ser escuchado aun por las personas que llevan auriculares, pero también lo más amable posible para ayudar a los pasajeros a calmarse y olvidarse, al menos durante el trayecto, de los conflictos y las agresiones. Lo cierto es que, despersonalizada o no, su voz trascendió las fronteras, a tal punto que, en el libro Nadie muere del todo en Praga de la argentina Susana Tampieri, al subirse al tranvía la protagonista afirma: “La voz melodiosa me indicó que la próxima parada era Naměsty Republiky”.
Esa novela se publicó en 2002 y, durante los años que lleva trabajando como locutora del tranvía, hubo acontecimientos de todo tipo y hasta se registraron cambios en los propios tranvías.
“Antes había tranvías de los que podías saltar mientras estaba en movimiento si deseabas bajar antes de llegar a la estación. Entonces, a veces el pasajero saltaba del tranvía y terminaba golpeando al que pasaba caminando cerca. Así se armaban grandes discusiones y uno decía ‘mira cómo me golpeaste la nariz’ y el otro contestaba que había terminado peor. También recuerdo que mi nieto, que justo ayer cumplió 23 años, cuando tenía apenas dos años y recién empezaba a viajar en tranvía, escuchaba mi voz y decía, aun sin pronunciar bien, ¡la abuela sale de la caja!”.
Nacida en Mladá Boleslav, incansable lectora y gran conocedora de las leyendas de una ciudad tan mística como Praga, a Dagmar Hazdrová le interesa también la numerología, un saber muy antiguo que se remonta a los tiempos de Babilonia. En su opinión, los números de una persona vendrían a ser algo así como su tarjeta de identificación. Entre septiembre y octubre de este año, luego de casi tres décadas, su voz dejará de escucharse en los tranvías. El motivo es que Dagmar Hazdrová, que tiene casi noventa años, ya no quiere seguir grabando esos anuncios que deben renovarse con cierta frecuencia, ya sea por modificaciones en el recorrido, aparición de nuevas estaciones o cambios de nombre.
“Respecto a lo de la nueva voz… Es como una ligera nostalgia, parezco una vieja esposa desplazada que está buscando una nueva pareja para su marido”.
Más allá de la humorada, todo hace suponer que la elección de la voz sucesora no está siendo sencilla. De hecho, la empresa de transporte decidió someter la decisión a una especie de encuesta por parte de los usuarios que pueden votar su voz preferida entre cuatro finalistas: dos hombres y dos mujeres. Mientras tanto, muchos praguenses ya empiezan a extrañarla. Y si bien están dispuestos a seguir adelante porque el tranvía, como el show, debe continuar, saben muy bien que el primer amor (o la primera voz) no se olvida nunca.
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