La montaña mágica
Invitada a la Feria del Libro de Praga, la escritora y artista visual catalana Irene Solà obtuvo el año pasado el Premio de literatura de la Unión Europea por Canto yo y la montaña baila, una novela localizada en los Pirineos que entremezcla lenguaje poético y leyendas con la voz propia de la naturaleza.
“Todos vemos, sentimos y vivimos de manera distinta. Por lo tanto, todos explicamos las experiencias de manera distinta y si esto se da entre humanos pues imagínate ya si añades a este juego perspectivas no humanas o personajes que vivieron hace más de cuatrocientos años, etc. Esa era una idea muy fundamental porque podía abordar muchos temas que me interesan, jugar con ellos, relativizarlos, analizarlos desde puntos de vista no estrictamente humanos, analizar la idea del antropocentrismo y un poco sacudirla”.
Algunos de esos temas son, según cuenta Solà, los juicios contra mujeres por brujería, pero también la retirada republicana y toda una capa de mitología y folklore que, si bien proviene del Pirineo catalán, tampoco es exclusiva de allí. Lo cierto es que el territorio de la emblemática cordillera montañosa gravita en su libro como un personaje central, a tal punto que Solà considera que esa elección terminó siendo clave.
“Sí, yo estuve antes, no es mi territorio en tanto que yo no nací ni crecí allí pero tampoco está muy lejos, aproximadamente una hora al norte, así que es un territorio al que yo podía acudir con relativa facilidad. Cuando escribí esta novela estaba viviendo en Londres, pero es verdad que iba a Cataluña muy a menudo a ver a mis padres y a mis amigos, y cuando estaba allí aprovechaba para subir a los Pirineos y hacer investigación”.
Irene Solà estudió Bellas Artes en Barcelona y luego realizó un master en la Universidad de Sussex, Inglaterra, sobre cine y literatura. Explica que, si bien es una gran lectora, sus procesos creativos se alimentan también de mucho cine y arte contemporáneo. Es que, además de novelista y poeta, Solà es una artista visual, lo cual seguramente ejerza cierta influencia al momento en que se realice la adaptación al cine de alguno de sus libros.
“Canto yo y la montaña baila fue adaptado al teatro en un proceso muy interesante para mí, yo no tuve una participación activa, aunque sí hablé y trabajé un poco con los directores y la dramaturga, y les ayudé un poco a acercarse a la novela o a entenderla en profundidad y fue interesante verla reconvertida, renacida en otra cosa que ya no es mi novela sino una obra nueva y lo del cine sería apasionante para mí. Por supuesto, tendríamos que hablarlo y trabajarlo y verlo y me gustaría cuidarlo en la medida de lo posible, pero a mí me interesa mucho el cine y creo que hay una visualidad en mi manera de escribir”.
Reconoce que lo que en verdad le gustaría es que no se tratara de una de esas versiones cinematográficas absolutamente lineales, sino de una adaptación que, al incorporar un profundo trabajo de lectura del texto original, diera como resultado una obra nueva. Entiende que eso mismo ocurre con las buenas traducciones, ya que llevar una historia a otra lengua implica, ni más ni menos, que volver a escribir determinado libro, aunque con otras resonancias.
“Y en el caso de la traducción al inglés que yo he podido seguir muy de cerca, a mí me ha apasionado el proceso, la sonoridad que tiene y los juegos que es capaz de crear porque la traductora ha entendido el juego de la novela y se ha puesto a jugar el mismo juego, pero con la lengua inglesa”.
Irene Solà cuenta que es la primera vez que viaja a la capital checa, una ciudad de la que pudo ver muy poco debido a su intensa actividad en distintas conferencias de la Feria del Libro y en la serie de charlas que, bajo el nombre Bibliotecario por un día, organiza el Instituto Cervantes de Praga. Sin embargo, aun antes de irse afirma que ya piensa en volver, consciente de que el premio y las traducciones empiezan a abrirle las puertas de varios países del mundo. Y además de significar una mezcla muy poderosa de alegría y sorpresa, explica que, en su caso, obtener ese premio significó para ella un verdadero empuje. No solo para seguir escribiendo sino también para descubrir qué temas les interesan a otros escritores europeos de su edad.
“Y en mi caso también me pasó una cosa que creo es interesante y es que escribo y escribiré en catalán porque es mi primera lengua y es un idioma con el que se puede hacer tan buena literatura como en cualquier otro, pero sí es verdad que alguna vez te encuentras con la pregunta de por qué no escribes en español o en inglés porque yo hablo esas tres lenguas y un poco para mí el premio y el hecho de que la novela se esté traduciendo a tantas lenguas es también una rectificación de que se puede escribir en catalán interpelando a lectores de todo el mundo y se puede traducir y llegar a todos lados”.
Si bien aclara que nunca dudó en dejar de escribir en catalán, el Premio de literatura de la Unión Europea la hizo ver, de alguna forma, que estaba en el camino adecuado. Lo que sí reconoce es que mucha gente se sorprende cuando ella cuenta que sus principales referencias literarias son escritores catalanes porque, a pesar de contar con una enorme tradición, algunas personas no los conocen tanto. Pero las influencias de Solà son tan variadas que llegan incluso a Islandia, país en el que vivió varios meses gracias a una beca Erasmus.
“La primera vez que salí de mi casa y de mi contexto literario fue para irme a vivir a Islandia, y estuve viviendo allí un poco más de medio año, pero la influencia fue muy fuerte. Yo estudiaba Bellas Artes y esa fue una de las temporadas más creativas de mi vida tal vez porque en Islandia la mitad del tiempo es noche, la otra mitad del tiempo es día, no existen los horarios y, por lo tanto, puedes trabajar siempre todo el rato y estaba en un contexto de artistas muy creativo”.
Uno de los aspectos que más le interesó de Islandia, además de los paisajes y las auroras boreales, es la naturalidad con que notó que la gente se relaciona con su folklore de elfos, gnomos y fantasmas. Por otro lado, en Islandia descubrió también la obra del escritor Halldór Laxness, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1955 y con el que sintió una conexión muy fuerte, a tal punto que decidió utilizar una frase suya como introducción de su tan singular como multifacética novela.
Relacionado
-
Libros checos que deberías leer
Kafka, Čapek, Kundera, Havel: estos son nombres de escritores de fama mundial. ¿Pero qué pasa con los demás? ¿En qué medida los autores checos son traducidos a otros…