Radun poseía el carruaje de Napoleón
¿Dónde desapareció el carruaje con el que Napoleón llegó a Waterloo? ¿A qué hora solía cenar una familia principesca en las postrimerías del siglo XIX? Visiten con nosotros durante este Radioviaje Radun, un palacio discreto situado a seis kilómetros de distancia al sudeste de la ciudad de Opava, en Moravia del Norte. Allí averiguarán las respuestas.
El área del palacio, situado en una colina por encima del pueblo de Radun y protegido por una muralla, era un mundo aislado. El original fuerte de hidalgos de principios del siglo XIV fue reconstruido en el siglo XVI convirtiéndose en un palacio renacentista de tres alas. Al palacio pertenecía un parque-bosque y una granja. Después de ser saqueado y quemado durante la Guerra de los Treinta Años, Radun se precipitaba hacia abajo.
La situación cambió en el año 1780, al comprar Raduñ el señor Jan Václav Mönnich, explicó nuestra guía del palacio de Radun, Eva Kolárová.
"Era un hombre bastante interesante. Era soltero, pero durante muchos años vivió con su ama de casa, con la que tuvo una hija. Contrario a las costumbres de aquella época, Mönnich adoptó a su hija. Entonces era muy corriente tener hijos extramatrimoniales, pero reconocerlos y legalizarlos era realmente algo muy excepcional. Después de que Jan Václav Mönnich falleciera, la hija heredó todo su patrimonio. Y no fue poco, dado que su padre gestionó bastante bien sus propiedades".
La hija, María Nepomucena, contrajo matrimonio en 1791 con el conde silesiano Jan Larisch de Lhota, un importante funcionario que desempeñaba, entre otros, el cargo de presidente del tribunal provincial con sede en Opava. El nuevo miembro de la familia respetaba a su suegro al grado de adoptar su apellido. El conde Larisch-Mönnich necesitaba una residencia representativa cerca de su oficina, así que entre los años 1816 y 1822 sometió a Radun a una amplia reconstrucción durante la cual el palacio adquirió su actual aspecto clasicista.
En 1832 vino a Radun otra estirpe significativa, esta vez de origen prusiano. La hija del conde Larisch-Mönnich, Anna María Tecla, se casó con el nieto del famoso mariscal Blücher, uno de los triunfadores sobre Napoleón en la batalla de Waterloo.
Los Blücher se sentían muy orgullosos de su historia napoleónica. Al subir la escalera principal del palacio de Radun podemos ver cinco pinturas grandes que representan a las familiares más cercanas del emperador francés Napoleón Bonaparte.
Se trata de retratos de tres hermanas de Napoleón, María Carolina, Paulina y Elisa, el retrato de su segunda esposa María Luisa con su hijo llamado Aguilucho, y el retrato de la reina española que nunca pisó España, María Julia Clary, esposa del hermano de Napoleón, José Bonaparte.
Pero eso no es todo. La familia poseía el carruaje en el cual, supuestamente, llegó Napoleón a la posada "Belle Alliance" en Waterloo donde pasó una noche antes de la batalla. El carruaje lo conquistó el mariscal Blücher, explicó Eva Kolárová.
"Sabemos que este carruaje se encontraba en Radun hasta los años veinte del siglo XX, y fue objeto de varios pleitos judiciales. En el año 1926 los Blücher lo vendieron a París. Suponemos que hoy se encuentra en las colecciones del Museo Militar de París, pero no lo tenemos confirmado a pesar de que nos dirigimos a este museo mediante la Embajada checa en Francia. La familia vendió el carruaje para conseguir recursos financieros, entre otras cosas, para la modernización del palacio. Los Blücher instalaron en Radun, por ejemplo, una calefacción central".
Desde el año 1870 Radun estaba ya en manos del tercer príncipe Blücher, Gebhard Leberecht, uno de los artífices de la gran riqueza de la estirpe.
"Las malas lenguas afirman que era terriblemente tacaño, que controlaba todos los gastos, tratándose de la administración o de la granja o del palacio, controlaba la mesada de todos los miembros de la familia, incluyendo sus tres esposas. Después de quedarse viudo por primera vez, se casó con una aristócrata inglesa. Por tercera vez fue a sus 56 años cuando contrajo matrimonio con la princesa Radziwil, de 18 años de edad".
El palacio de Radun era una residencia veraniega en la que la familia solía pasar la época desde junio hasta septiembre. La planta baja estaba destinada a las personas relacionadas con el mantenimiento del palacio. Aquí se encontraban las habitaciones de los secretarios y criados, cocinas, despensas y comedores del personal. En el ala meridional de la planta baja se situaban las habitaciones de los niños y sus maestros.
Los aristócratas adultos tenían a su disposición la primera planta, que se dividía en salas sociales y privadas, señaló Eva Kolárová.
"En el ala meridional, soleada y cálida, vivían los miembros masculinos de la familia, mientras que las damas estaban desaposentadas en el ala septentrional, que era mucho más fría y mucho menos acogedora. El señor de la casa había ocupado simplemente lo mejor".
El recorrido turístico por el palacio de Radun empieza en la sala de entrada al apartamento del viejo príncipe Gebhard Leberecht Blücher, equipada con muebles cómodos para que los invitados se sintieran bien esperando la recepción del señor. En la habitación se pueden ver ejemplares de la gran colección de arte oriental reunida por los antiguos dueños del cercano palacio de Hradec nad Moravicí, los señores de Lichnov.
Continuamos nuestro recorrido pasando al salón verde, que servía de pequeño comedor.
"El viejo príncipe prefería comer en privacidad y con la familia se reunía por las noches. Sólo cuando estaba de buen humor, comía con los demás. Esto cambió después de que pasara el palacio de Raduñ a manos de su hijo, Lothar Blücher, quien tenía un carácter totalmente distinto al de su padre estricto. Lothar era bondadoso, era un tipo familiar que no podía imaginarse pasar un día sin su mujer y sus hijos".
La familia principesca solía desayunar relativamente tarde, entre las nueve y las diez de la mañana, ya que antes del desayuno resultaba indispensable dar un paseo a caballo. El desayuno se servía a la manera inglesa: en forma de bufé. Cada uno venía cuando le apetecía y tomaba lo que le daba la gana.
A las dos de la tarde se servía una sopa y frutas. A las cinco empezaba el tradicional ritual del té, al que tenía que asistir toda la familia, tanto los adultos como los niños. El té se servía en el invernadero para cítricos, al lado del palacio, y cuando hacía mal tiempo en el jardín invernal, dentro del mismo palacio.
A las nueve era la hora de sentarse a la comida principal del día. La cena consistía en entremés, sopa, plato principal, postres dulces, frutas, quesos. Después de cenar, la familia se trasladaba al salón donde se conversaba tomando café, chocolate o licores, los caballeros fumaban o jugaban a los naipes, las damas bordaban. A las once los aristócratas de Radun solían acostarse.
Los Blücher de Radun sabían gozar de la vida. Nos dirigimos ahora a la buhardilla, donde se sitúa un gran salón que servía de asilo para los miembros masculinos de la familia.
Subimos por una escalera de madera adornada y pasamos por un pequeño balcón en cuyo suelo está extendida la piel de un tigre blanco, accesorio imprescindible de las habitaciones palaciegas que no eran fáciles de calentar.
En el balcón está colocado un valioso jarro de porcelana japonesa y un cántaro del gremio cervecero de plata dorada del año 1871 con un volumen de 40 litros, la mayor vasija de este tipo conservada en la República Checa.
Un par de escalones más y ya abrimos la puerta al gran salón. En el techo hay mediacañas labradas con una masa de papel y cola fuerte armada con yeso, que imita el estuco, que era mucho más caro.
Al gran escritorio el príncipe despachaba su correspondencia y estudiaba los libros de contabilidad. Una pequeña habitación dentro del salón era el despacho del secretario. Nos llamaron la atención dos objetos expuestos: una aspiradora mecánica del año 1910, que todavía funciona, y una gigantesca valija de madera con pequeñas ruedas debajo y dos asas a los lados. Pertenecía al secretario del príncipe.
Por la noche, el príncipe Lothar se sentaba a la chimenea tomando una taza de té o una copa de vino y abría uno de los más de tres mil libros que contenía la biblioteca del palacio.
Lamentablemente los libros que hoy llenan las estanterías acristaladas a lo largo de las paredes del gran salón no son originales de Radun, sino que proceden del vecino Hradec nad Moravicí, según nos explicó Eva Kolárová.
"Hay libros de todo tipo. Manuscritos religiosos, el Viejo y el Nuevo Testamento en varias ediciones, libros de Historia y de viajes, mapas. Los señores de Lichnov, dueños de Hradec, seguían todas las corrientes literarias, así que hay primeras, o como máximo segundas ediciones de las novelas de Honoré de Balzac o Stendhal, la obra completa de Walter Scott, el Capital de Carlos Marx, pero también la Historia del Pueblo Checo de Frantisek Palacký. El único libro en el que aparecen palabras checas es el diccionario alemán-checo de Josef Dobrovský. Hay también un manual de ruso e instrucciones de cómo cambiar neumáticos. En una caja fuerte guardamos incunables, confeccionados antes del año 1500, y valiosos almanaques aristocráticos".
Los libros originales de Radun, así como la mayor parte del mobiliario original, fueron pasto de los soldados soviéticos que se instalaron en el palacio tras la Segunda Guerra Mundial.
Su víctima fue también el último dueño de Radun, Hubert Blücher, el último hijo del tercer matrimonio del viejo príncipe, quien regresó al palacio tras la Guerra en mayo de 1945.
"Al ver cómo los soldados rusos andaban por el palacio a caballo, cómo quemaban en las estufas la leña de peculiares árboles tallados en el parque, echaban porcelana por las ventanas y despedazaban los libros, no lo dejaron sin reaccionar. Protestó ante un comandante, fue detenido y lo encerraron en el sótano del palacio. Hubert llegó a Radun enfermo y la estancia en el sótano húmedo empeoró aún más su estado de salud. Una de sus antiguas criadas y el cura local consiguieron liberarlo al cabo de dos días y lo trasladaron en un carro plano al hospital de Opava. Allí Hubert murió a consecuencia de una pulmonía. Está sepultado al lado de la iglesia de Radun".
Los Blücher abandonaron Radun hace más de cincuenta años, pero su espíritu sigue viviendo dentro de las paredes del palacio. Recorran los salones, cierren los ojos y tal vez hasta esuchen sus voces.