Expo 58: los siete meses de fama de Checoslovaquia
La participación checoslovaca en la Exposición Universal 1958 de Bruselas representa uno de los capítulos más importantes de la historia moderna del país. El pabellón, obra de los arquitectos František Cubr, Josef Hrubý y Zdeněk Pokorný, y la exposición titulada ‘Un día en Checoslovaquia’ impresionaron al entonces llamado Occidente Capitalista.
Hubo pocos momentos en la segunda mitad del siglo XX de los que Chequia pudiera ser orgullosa. Uno de los más importantes fue su participación en la Exposición Universal de Bruselas, inaugurada el 17 de abril de 1958.
La actividad era concebida como una competición pacífica entre Oriente y Occidente, especialmente, entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Ambos países aprovecharon la oportunidad para mostrar al mundo lo mejor de su industria y sus avances científicos.
Checoslovaquia no podía competir con estas dos potencias mundiales. A pesar de ello, logró ganarse los12 corazones del jurado y del público, afirma Daniela Kramerová, historiadora del arte y una de las comisarias de la muestra ‘El Sueño de Bruselas’, realizada en Chequia en 2008, con motivo del 50 aniversario de la Expo 58.“Checoslovaquia no podía ofrecer atractivos como otros países más ricos. Por otro lado, presentó en Bruselas una exposición bien diseñada que resultó muy atractiva para el público. Era moderna y divertida, sin pesados textos explicativos ni lemas de propaganda comunista. Era algo que simplemente gustaba a los visitantes”, destacó Kramerová.hotel alcron
El pabellón de Checoslovaquia, diseñado por los arquitectos František Cubr, Josef Hrubý y Zdeněk Pokorný, recibió la Estrella de Oro, el máximo galardón que se podía obtener en la exposición.
El edificio tenía forma de una L. Con su pureza geométrica, luminosidad y armonía ambiental remitía a la tradición funcionalista de entreguerras. Sus autores optaron por una fachada brillante de cristal ambarino que contrastaba con la superficie metálica del restaurante, que completaba el pabellón.
Desde su surgimiento en 1918, Checoslovaquia no faltó en ninguna de las exposiciones internacionales. Esta tradición se interrumpió durante la Segunda Guerra Mundial. La Expo 58 fue la primera exposición universal celebrada después de la Guerra y era de esperar que Checoslovaquia participara en ella.
Sin embargo, el triunfo alcanzado allí nunca hubiera sido posible sin los profundos cambios políticos en Europa del Este que habían precedido, destaca Daniela Kramerová.“Checoslovaquia comenzó a prepararse para la exposición en 1956, año en que Jrushchov se opuso públicamente al culto a la personalidad de Stalin. En la Unión Soviética se vivió entonces cierta liberación que se hizo sentir también en sus satélites. A consecuencia de ello, la representación política de Checoslovaquia comenzó a abrirse más a Occidente”.
El tema de la exposición era muy sencillo: ‘Un día en Checoslovaquia’. Dividida en tres secciones, trabajo, cultura y ocio, la muestra buscaba acercarles a los visitantes la vida cotidiana de los checoslovacos.
Al menos, así lo anunciaban las autoridades comunistas checoslovacas. Sin embargo, la realidad del país, que apenas se estaba recuperando de la dictadura estalinista, era muy distinta, cuenta Kramerová.
“Lo que se exponía en Bruselas no tenía nada que ver con la realidad cotidiana en Checoslovaquia de aquel entonces. Los productos presentados allí, la ropa, los electrodomésticos, el vidrio y la porcelana, todo eran prototipos fabricados especialmente para la exposición que no se vendían en el país ni antes ni después de Bruselas”.
El concepto moderno y dinámico de la exposición ‘Un día en Checoslovaquia’ no era el único atractivo de la participación checoslovaca en Bruselas. El público occidental se quedó impresionado con las nuevas formas artísticas presentadas por primera vez en la Expo 58.
Los checos sorprendieron con dos novedades. Una fue el llamado poliecrán, que consistía en proyección simultánea en ocho pantallas grandes. Se trataba de un poema audiovisual que adoraba las bellezas de Praga y de la música checa.
La otra fue la Linterna Mágica, inventada para la ocasión por el arquitecto Josef Svoboda. Una mezcla de cine, danza y teatro, que supuso una verdadera revolución en las artes escénicas de aquella época.
Entre otros triunfos checos en Bruselas cabe destacar la película ‘Una Invención Diabólica’ (‘Vynález zkázy’), del cineasta Karel Zeman, que se llevó la Grand Prix del Festival Internacional de Cine, que acompañaba la exposición.
Gran éxito cosechó la muestra titulada ‘La fotografía checa en la época del átomo, Sputnik y los plásticos’, de los fotógrafos Josef Sudek, Pavel Dias y Fred Kramer, así como el proyecto ‘Un árbol de juguetes’ (‘Strom hraček’), de Jiří Trnka, en la sección dedicada a los niños.Un capítulo por sí mismo de la participación checoslovaca en la Expo 58 de Bruselas fue el restaurante Praga. De su gestión se encargó el entonces director del hotel Alcron, en la capital checa, Miroslav Hříbek.
El restaurante Praga fue dividido en dos partes: una donde se servían platos populares y otra más noble, para la clientela acaudalada. En total trabajaron allí más de 140 personas.En su libro titulado ‘Un banquete para el mundo’ (‘Hostili jsme svět’), Miroslav Hříbek escribe que habían creado una línea aérea especial entre Praga y Bruselas para suministrar alimentos al restaurante checo en la Expo.
De esta manera fueron transportados cada mes cerca de 1.000 kilogramos de jamón dulce, 500 kilogramos de mantequilla, 12.000 huevos, 1.200 salchichas, y un largo etcétera de productos, recuerda Hříbek en su libro.
Y menciona también la máxima alabanza que fue publicada por la prensa belga respecto a su trabajo: “El banquete ofrecido por Checoslovaquia fue un cuento gastronómico de las mil y una noches”.
Una vez terminada la Expo 58, el edificio del restaurante fue trasladado al parque Letná, en Praga 7. Allí se encuentra hasta ahora, anque ya no cumple su objetivo original. Es sede de una agencia internacional de publicidad.
Con seis millones de visitantes, el pabellón checoslovaco fue el tercer más visto, después del soviético y el estadounidense. En total, asistieron a la Expo 58 más de 43 millones de personas, tres millones más de lo previsto originalmente.
El entonces Gobierno checoslovaco temía una posible reacción negativa por parte de la Unión Soviética, por el gran éxito de la participación checa. Sólo cuando se veía que los rusos no objetaban nada comenzó a celebrar, aunque muy modestamente y a escondidas.
Durante mucho tiempo, el éxito alcanzado en Bruselas se consideraba como algo sospechoso y a las personas premiadas allí se les miraba con desprecio. En una entrevista para el diario Mladá Fronta Dnes, Jindřich Santar, responsable del pabellón checoslovaco, recordó así su regreso de Bruselas.
“Apenas regresé a casa escuché en la radio un discurso del entonces presidente del Colegio de Arquitectos. Decía que nuestra exposición en Bruselas era una gran decepción, ya que carecía de ideología. Una semana después me invitaron al Castillo, al Ministerio de Cultura. Tenían allí un montón de periódicos extranjeros y me echaron en la cara que el enemigo capitalista me adorara”.
A pesar de los conflictos con las autoridades comunistas, la participación en la Exposición Universal de Bruselas influyó positivamente en la vida de muchos artistas de la época, insiste Daniela Kramerová.
“El éxito en Bruselas les permitió a muchas personas que participaron en la exposición viajar a Occidente y ver cómo se vivía allí, comprar literatura. Para muchos fue el momento clave de su vida que influyó radicalmente en su creación posterior”.
La Expo 58 de Bruselas no sólo marcó el destino de las élites intelectuales y artísticas del país, sino también influyó en la vida cotidiana de los checoslovacos.Una vez terminada la exposición, la prensa nacional comenzó a informar, aunque muy tímidamente, sobre el éxito alcanzado en Bruselas. Viendo las imágenes atractivas de lo que se exponía allí, la gente empezó a preguntar por qué todo eso no se podía comprar en Checoslovaquia.
Algunas fábricas respondieron a la demanda produciendo copias más o menos fieles de lo expuesto en la capital belga. Así fue cómo surgió en Checoslovaquia un fenómeno especial, según cuenta Kramerová.
“La exposición fue un impulso para el desarrollo de lo que aquí llamamos ‘el estilo de Bruselas’. Es una corriente artística que surgió después de la Segunda Guerra Mundial, inspirándose en el arte abstracto de entreguerras, caracterizado por formas amorfas, por un lado, y geométricas por otro, pero que utilizaba materiales nuevos, especialmente, los plásticos”.Sólo cabe destacar que, desde luego, no todos podían permitirse el lujo de comprar productos de este tipo y que, en general, los años 60 en Checoslovaquia se caracterizaban por una gran escasez de objetos de uso diario.
Sería un error ingenuo considerar el éxito alcanzado en Bruselas como una reacción espontánea de Occidente al progresivo talento de los artistas checos y eslovacos.El objetivo de la representación política de Checoslovaquia era vender al mundo capitalista el cuento sobre la vida idílica bajo el auspicio y protección de la Unión Soviética. Para alcanzarlo, las autoridades checoslovacas no dudaban en utilizar las armas de su enemigo, afirma Daniela Kramerová.
“Fue una campaña publicitaria bien preparada, que tranquilamente podía competir con actividades de relaciones públicas llevadas a cabo en los países occidentales. Se preparó una gran cantidad de materiales informativos, revistas y objetos recordatorios. La prensa extranjera fue informada detalladamente sobre la exposición checoslovaca y sobre el país, en general”.Una muestra de lo mucho que les importaba a las autoridades checoslovacas crear una buena imagen del país en el exterior eran las instrucciones destinadas al personal del pabellón checo en Bruselas. Su lista fue publicada por el servidor idnes.cz con motivo del 50 aniversario de la exposición.
A la pregunta de los periodostas belgas por qué las autoridades de Checoslovaquia no les permitían exiliarse a los ciudadanos opositores al régimen comunista, las presentadoras debían contestar:“Es normal que los jóvenes deseen conocer el mundo. Nosotros no queremos ponerles ningún obstáculo, pero es nuestra obligación protegerlos. De los que huyeron del país y después regresaron sabemos que en el exterior habían sufrido mucho, que habían hecho los peores trabajos. Tenemos que proteger a los jóvenes de estos peligros”.
Y cuando los periodistas preguntaban por qué no podían regresar los que se habían exiliado ya, la respuesta correcta era “que no se puede permitir que ladrones, asesinos y otros delincuentes vuelvan al país”.
De lo expuesto resulta que la participación de Checoslovaquia en la Expo 58 de Bruselas siempre se podrá concebir como ambigua. Por un lado, como un enorme triunfo de los artistas checos, por otro, como un gran éxito de la propaganda comunista.La exposición checa en Bruselas ganó un total de 56 Premios Grandes, 47 diplomas honoríficos, 35 medallas de oro, 18 de plata y 14 de bronce. El pabellón checoslovaco recibió la Estrella de Oro, el máximo galardón otorgado en la exposición.
En 2008 fue publicado por la editorial Arbor Vitae el libro titulado ‘El Sueño de Bruselas’ (‘Bruselský sen’), de las autoras Daniela Kramerová y Vanda Skálová. En más de 400 páginas acerca al lector la atmósfera que se vivía en la Expo 58 de Bruselas.Dividido en 21 capítulos, se dedica detalladamente al llamado ‘estilo de Bruselas’, que se hizo sentir en la arquitectura, la moda, la producción cristalera etc.
Con abundantes reproducciones y comentarios de historiadores, es un testimonio de la sociedad, la cultura y la política de la década de los 60 en Checoslovaquia.