La Epopeya Eslava de Alfons Mucha, un maravilloso viaje a través de la historia checa
Gente en el mundo entero admira al pintor checo Alfons Mucha, ícono del Art Nouveau y autor de cientos de carteles publicitarios. Sin embargo, no todos conocen la obra que él mismo consideraba como la más importante: la Epopeya Eslava. Mucha consagró a la creación de esta monumental serie pictórica casi 20 años de su vida. Sin embargo, su valor artístico fue y sigue siendo objeto de polémica. A estos lienzos en los que Alfons Mucha relató la historia milenaria de la nación checa y de los eslavos dedicaremos el presente programa.
Alfons Mucha nació en 1860 en una familia numerosa de Ivančice, en Moravia del Sur. Desde niño mostraba un gran talento para la pintura, sin embargo no logró entrar en la Academia de Artes Plásticas de Praga. Para ganarse la vida, pintaba decorados teatrales en Viena y más tarde estudió en Múnich y en París donde se hizo muy famoso al realizar carteles de teatro para la actriz Sarah Bernhardt. Así podemos resumir la primera parte de la carrera artística de Alfons Mucha.
A principios del siglo XX, Mucha vive en París. Tiene 40 años y es considerado uno de los artistas más importantes de toda Europa. Sus carteles, anuncios publicitarios, ilustraciones de libros y diseños de joyas son muy populares, sus pinturas aparecen en sobres, sellos y sobre todo tipo de objetos. La gente lo adora. No obstante, lo que tanto le gusta al público, aburre al pintor cada vez más. La fama no le satisface. En su interior está pensando en cómo podría apoyar a su pueblo en busca de la independencia, explica la historiadora de arte y gran conocedora de la obra de Mucha, Marie Mžyková.
“Si alguien se hace tan famoso en el extranjero que todo un estilo artístico lleva su nombre, es lógico que piense en hacer algo grande para su pueblo. Mucha era un gran patriota y al acordarse de su país natal, pensó que podría ayudar a los pueblos eslavos que en la historia moderna no jugaban un papel muy significativo. Quiso levantar la autoestima de la nación checa”.
Como pintor, Mucha busca la manera de utilizar el arte para realizar su intención. La inspiración para un ciclo de lienzos monumentales la encuentra en París, muchos años antes de poder llevarla a cabo, señala la historiadora.
“La idea de crear una obra tan espectacular se le ocurrió a Mucha de joven, cuando vio la exposición de los cuadros gigantescos del pintor ruso Vasili Vereschagin que tuvo lugar en París en 1900. Vereschagin pintaba lienzos sobre el tema de los pueblos sometidos y llamaba mucho la atención tanto en Francia como en Bohemia. Gracias a él, Alfons Mucha se dio cuenta de la importancia de los pueblos eslavos en el pasado y del potencial que pueden desarrollar en el futuro”.
La preparación del proyecto tarda largos años. En 1906, Mucha deja París y viaja a Estados Unidos donde es homenajeado como el artista decorativo más grande de la historia. Sabe que para realizar la Epopeya Eslava va a necesitar mucho dinero. En Chicago encuentra un patrocinador, explica Marie Mžyková.
“En Estados Unidos tuvo la suerte de encontrar a Charles R. Crane, rico empresario y rusófilo, gran amigo del futuro presidente Tomáš Garrigue Masaryk, quien le facilitó los recursos financieros necesarios para la realización de lo que Mucha llama en su correspondencia la obra de sus sueños”.
El pintor se siente cada vez más atraído por su país natal. En 1910 se despide de los Estados Unidos y vuelve a Praga donde se dedica a la decoración de la Sala del Alcalde de la Casa Municipal, edificio Art Nouveau que refleja el orgullo nacional de los checos.
Las pinturas realizadas en la Casa Municipal son un presagio de la Epopeya Eslava. Ahí aparecen algunos de los personajes históricos y también el motivo de la unidad de los pueblos eslavos. Sin embargo, Mucha tarda otros dos años más en iniciar la realización de la obra más grande de su vida, explica la historiadora.
“Antes de empezar a pintar, tomó clases muy especializadas de historia y etnografía. Viajó a Polonia, a los Balcanes y Rusia. Para poder convertir los acontecimientos históricos en una creación artística, estudió de manera muy rigurosa todos los temas”.
En 1912 Mucha alquila una gran sala en el palacio de Zbiroh en Bohemia Occidental y empieza a pintar los primeros lienzos. Debido a su gran tamaño (algunos de los cuadros miden hasta seis por ocho metros), Mucha pinta sobre velas de barco importadas desde Bélgica. A fin de obtener colores brillantes y una textura muy fina, utiliza témperas al huevo, sustancias de gran calidad que no se oscurecen con el tiempo.
Para crear el ambiente misterioso de los cuadros dedicados al amanecer de las naciones eslavas y acentuar la dimensión mitológica, Mucha emplea motivos especiales, como por ejemplo los personajes flotantes, señala Marie Mžyková.
“Es un estilo que nació en Francia. Lo utilizaban los naturalistas, artistas conocidos por sus pinturas muy finas que parecían ser una fotografía. En las nubes por encima de los personajes flotaban sus ideas y sueños. Era una manera de luchar contra la competencia de la fotografía que conquistaba poco a poco el mundo del arte. En los cuadros de Mucha, los personajes flotantes representan las visiones del futuro”.
Uno de los lienzos donde podemos ver este motivo es la ‘Celebración a Svantovít’. Se trata de una escena mitológica. Cientos de eslavos se reúnen en la isla báltica de Rügen para honrar a Svantovít, el dios eslavo más importante que tiene cuatro cabezas. El ambiente harmónico de la fiesta es perturbado por lo que está sucediendo en el cielo. Ahí Svantovít está amenazado por los lobos de Thor, dios del trueno de la mitología germana. De esa manera Mucha anuncia la futura colonización alemana de Europa Central y Oriental.
En la Epopeya Eslava aparecen también personajes reales como el teólogo y reformador medieval, Juan Hus, el conocido como padre de la pedagogía, Juan Amos Comenio, o soberanos checos como Jorge de Poděbrady. Algunos de los lienzos muestran escenas de la historia de otros pueblos eslavos como los rusos o los búlgaros. No obstante, siempre se trata de acontecimientos que de alguna manera muestran la unidad, la fuerza y el papel redentor de los eslavos, que ayudaron a defender Europa de la invasión turca.
A pesar de la presencia de personajes reales, los lienzos de Mucha no se pueden confundir con un libro de historia, señala la comisaria de la actual exposición de la Epopeya Eslava en Praga, Lenka Bydžovská.
“Mucha creó un mundo ficticio. Modificó los eventos históricos para poder mostrar a los eslavos como un pueblo pacífico, con una cultura y literatura muy desarrolladas, que puede servir de ejemplo al resto de la humanidad”.
La Epopeya Eslava fue expuesta por primera vez en el Palacio Veletržní de Praga en 1928. Una gran multitud de visitantes admiraba los lienzos de Alfons Mucha. Sin embargo, las reseñas en los periódicos y las revistas de arte estaban llenas de objeciones y muchas rechazaban la obra por completo.
Los críticos consideraban la Epopeya Eslava como algo sentimental y decadente que no tiene lugar en el arte moderno. Según ellos se trataba de un anacronismo perteneciente al pasado. Marie Mžyková no está de acuerdo.
“Alfons Mucha quiso pintar el ciclo ya en 1904. En su correspondencia podemos leer que suponía que iba a necesitar entre cuatro o cinco años para llevarlo a cabo. Al final fueron 18 años. Así que no era posible hablar de un anacronismo. Mucha vivía en la época del neorromanticismo y utilizaba su lenguaje, la gente de entonces lo entendía. Fueron los largos años que necesitó para terminar la obra los que causaron un retraso desde el punto de vista del desarrollo de las artes plásticas”.
En 1939, Alfons Mucha murió de neumonía tras ser interrogado, a los 79 años de edad, por la Gestapo. Una gran parte de su familia fue llevada a los campos de concentración. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Epopeya Eslava fue trasladada al palacio de Moravský Krumlov en Moravia del Sur donde fue restaurada y a partir de los años 60 expuesta al público. En 2012 volvió a Praga, ciudad a la que Mucha donó su obra bajo la condición de que se construyera un pabellón digno de albergarla.
El edificio no se ha construido nunca. La Epopeya Eslava está expuesta actualmente en el Palacio Veletržní, el mismo lugar de hace 84 años, y sigue despertando una polémica muy parecida a la de aquel entonces. Una vez más se habla de anacronismo, diversos periodistas expresan a menudo sus dudas sobre el valor artístico del ciclo.
Marie Mžyková opina que muchos de ellos no tienen suficientes conocimientos sobre la historia del arte como para escribir sobre la Epopeya Eslava. Una profunda capacidad de entender los lienzos monumentales de Mucha es quizá algo que nos falta a todos, explica.
“Es muy difícil. El arte madura. Por ejemplo Rembrandt era en el siglo XVIII un artista olvidado. Hasta el siglo XIX no fue descubierto y apreciado. Hoy no somos capaces de apreciar la obra de Mucha. Pero hay que darse cuenta de que nuestra ignorancia no nos deja entender la Epopeya Eslava y que podría amenazar su conservación para las próximas generaciones”.
El pintor académico y restaurador, Tomáš Berger, comparte su punto de vista.
“En la sociedad checa se conserva una visión muy rara de que la Epopeya Eslava es algo que Mucha hizo cuando ya era viejo, que es una obra histórica que no interesaba a nadie en su época y tampoco tiene mucho que decir en la actualidad. Sin embargo, desde el punto de vista técnico, la óptica, los colores y la misma pintura es un trabajo brillante. Es lo mejor que hemos tenido nunca en la República Checa”.
Visitar la exposición de la Epopeya Eslava en el Palacio Veletržní en Praga es sin duda una experiencia muy especial. No es indispensable conocer perfectamente la historia de los pueblos eslavos y sus grandes personajes para disfrutar de esa obra intemporal y dejarse llevar por las bellas escenas como si fuera una película.
Alfons Mucha quería fascinar a los visitantes, despertar en ellos fuertes emociones y mostrar que el arte y la pintura en particular tienen un poder extraordinario. Y esto es algo que con su Epopeya Eslava logró a la perfección.